EL TOQUE INGLÉS

¿Por qué juegan los negros al fútbol?

En el mes de conmemoración de la historia negra en el Reino Unido, mi humilde grano de arena ha sido leer la historia de Arthur Warlton, primer futbolista de color en alcanzar la categoría profesional

La estatua de bronce dedicada a Arthur Wharton.

La estatua de bronce dedicada a Arthur Wharton. / periodico

Josep Martí Blanch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Octubre es el mes de la historia negra en el Reino Unido ('Black History Month'). Empezaron a celebrarlo los americanos y les siguieron los británicos, holandeses, canadienses y desde hace poco los irlandeses. Conferencias, lecturas y eventos para conmemorar la historia, logros y contribuciones de los negros. También, supongo -aunque eso no está escrito en ninguno de los folletos y publicaciones que se reparten- para lavar un poquito la vergüenza de la esclavitud y el trato animal que se les dio cuando se les consideraba infrahumanos. El Reino Unido prohibió la compraventa de esclavos en 1807, pero no abolió la esclavitud (el estado indemnizó a los amos) hasta 1833.

Donde fueres haz lo que vieres. Y mi humilde grano de arena a este mes de celebraciones ha sido leer con entusiasmo 'El primer futbolista negro: Arthur Wharton (1865-1930)' de Phil Vasili y prólogo del gran Irvine Welsh, autor de la mítica novela de yonquis escoceses 'Trainspotting' (¡qué gran error publicar una segunda parte!).

Wharton, nacido en Ghana, fue el primer futbolista negro en alcanzar la categoría de profesional y jugar la liga inglesa. Llegó a Inglaterra para formarse como misionero, pero acabó de cancerbero en el Darlington. También sobresalió en boxeo, críquet, rugby y velocidad, disciplina en la que en su día batió el récord de las 100 yardas. La historia acaba mal: peón en una mina de carbón y alcoholizado. El último reposo en una fosa común, con el resto de los pordioseros e indigentes de la época.

Su historia tiene cierta similitud con Jim Thorpe, el considerado mejor atleta norteamericano de la primera mitad del siglo XX (fútbol, béisbol, baloncesto, medallista olímpico de pentatlón y decatlón), que también acabó sus días con la sangre convertida en alcohol. Que los dos pertenecieran a minorías étnicas en un tiempo en el que el racismo era moneda de cambio habitual  -Wharton, negro; Thorpe, indioamericano- puede que no tenga nada que ver. O puede que sí.

Una campaña de recordatorio

A Wharton se le empezó a rescatar a partir del 2008. A la publicación del libro le siguió una campaña para conseguir que algún tipo de recordatorio le sacase del anonimato en el lugar en el que se le enterró.  Finalmente la placa llegó al cementerio de Edlington, a medio camino entre Sheffield y Leeds. No sólo eso, ahora existe también la Fundación Arthur Wharton y una espectacular escultura en bronce que recrea una parada suya repeliendo un balón de la escuadra con la mano izquierda en Saint George’s Park National Football Center, las instalaciones que la federación inglesa de futbol inauguró en el 2012 para dar cobijo a todos sus combinados nacionales.

Recuerdo de crío preguntarle a mi padre por qué jugaban negros al futbol en la liga española (puede que fuera en 1980, enfadado por lo bien que había jugado Laurie Cunningham en el Camp Nou con la camiseta del Real Madrid. Por cierto, también tiene estatua en el este de Londres). Era la pregunta de un niño, pero sirve para medir cuanto mejores son estos tiempos que los pasados. Y sí, es cierto que aún quedan demasiados imbéciles imitando el chillido de los primates cuando un jugador negro toca la pelota en los campos de fútbol. Y para eso puede que sirva también el mes de la historia negra; para recordarles que son unos mierdas y que el fútbol, afortunadamente, sólo entiende de pies, no de colores.