De negro por Lomu

El mundo del rugbi llora la muerte a los 40 años de uno de sus grandes símbolos

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DAVID TORRAS / BARCELONA

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Nueva Zelanda se ha vestido de negro. Su color. Pero este es un negro teñido de tristeza. Dieciocho días después de conquistar el mundo en Twickenham frente a Australia, los All Blacks han perdido a uno de sus grandes héroes: Jonah Lomu. Tenía 40 años. A pesar de un largo historial de problemas médicos, que motivaron un trasplante de riñón en el 2004 donado por un periodista radiofónico de su país (después volvió a jugar pero ya no sería el mismo), a Lomu siempre le acompañaba ese aire indestructible que exhibió en el campo y que le convirtió en la primera gran superestrella de un deporte poco dado a las mitomanías futboleras.

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En el rugbi se impone la igualdad, el sacrificio, la solidaridad, los principios de un juego donde todas las piezas son vitales. El XV por encima de cualquier nombre. Lomu rompió esa regla con una unánime bendición. No era uno más y no porque fuera el mejor, una etiqueta imposible en un deporte tan coral. Pero tenía algo especial, un magnetismo más allá de su imponente planta (1,96, 120 kilos y 10.8 segundos en los 100 metros) que cautivó a miles de jóvenes. En Nueva Zelanda, todos los niños crecen queriendo ser un All Black. Cuando él apareció, todos querían ser Jonah Lomu. Ninguno lo ha conseguido. El único que está en ese camino es Julian Savea, el chico que se escapaba a verle cuando jugaba en Wellington, que empezó a imitarle con su corte de pelo y que ha acabado superándole en ensayos con la selección. El que anotó en el Mundial frente a Francia, arrollando a tres jugadores como si fueran conos, avivaron las comparaciones ante el recuerdo de una acción idéntica de Lomu frente a los ingleses. Pero Savea está muy lejos de igualarle en lo que trasciende a los números.

En un rugbi semiamateur, lejos del profesionalismo y la dedicación total de ahora, Lomu fue un avanzado, uno de los pocos que podría competir en lo que algunos consideran casi otro deporte por el tremendo desarrrollo físico de los jugadores en las mismas condiciones. También fue el primer gran icono del mundo del rugby de las grandes marcas, convertido en uno de los símbolos de Adidas, como en aquel anuncio donde en una larga carrera de obstáculos atravesaba un túnel de lavado y chocaba contra una furgoneta para devolver un pez al mar. Un héroe. Esa era su imagen. La imagen que ante la inesperada desgracia, horas después de llegar de vacaciones de Dubai, provocó un torrente de mensajes de todo el mundo, de quienes jugaron a su lado y de quienes rebotaron contra él, y que hizo que en el patio de muchas escuelas de Nueva Zelanda los niños escenificaran una haka en su honor.

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“Estoy desolado por la muerte de Jonah, la primera gran superestrella de este deporte y un ser humano fabuloso”, escribió el inglés Jonny Wilkinson. “La vida es muy cruel. Fue un caballero y ahora es una leyenda”, comentó el mítico apertura galés Jonathan Davies, buen amigo suyo y que había estado con él en Inglaterra. El médico de los All Blacks, John Mayhew, fue quien confirmó la muerte, que se produjo a las pocas horas de llegar a Auckland desde Dubai, donde pasó unos días de vacaciones con su familia después del Mundial, aunque sin apuntar las causas más allá de sus problemas médicos conocidos.

Curiosamente, Lomu celebró el título de los All Blacks desde la tribuna de Twickenham. Nunca pudo hacerlo como jugador. Cuando más cerca estuvo, en la final del 95, chocó contra mucho más que un equipo: la Sudafrica de Pienaar Mandela. Ferviente admirador de Mandela, aquel día supo que ellos se enfrentaban a Sudáfrica y que Sudáfrica jugaba contra la historia, y llevaba las de ganar. En esa ilusión de todo un país la figura que más miedo provocaba era la de ese gigante imparable. Las crónicas cuentan que la mañana de la final, en el hotel de concentración de los All Blacks en Johanesburgo, llegó un fax con un mensaje: “El rugby es un deporte de 15 jugadores. Así que asegúrense de que los otros 14 le pasan la pelota a Lomu". Pero ni siquiera él pudo contra la historia. El mundo del rugby también ha descubierto que no era inmortal.