La amenaza de multa no evita una monumental pitada al himno

El Gobierno lamenta lo ocurrido y convoca una reunión mañana para estudiar sanciones

ROGER PASCUAL
BARCELONA

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El último en multar por silbar el himno de España fue Primo de Rivera en 1925. El dictador decidió cerrar el antiguo campo del Barça en Les Corts durante seis meses. Noventa años después el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, había amenazado con sanciones si se pitaba la Marcha Real de nuevo en el feudo azulgrana.

Como suele ocurrir la prohibición no hizo más que servir de acicate y Felipe VI tuvo que escuchar una lluvia de silbidos en su estreno en el palco de la Copa del Rey. La mayor registrada en las últimas finales, superando incluso las de Mestalla en el 2009 y en el Vicente Calderón en el 2012. El Gobierno ya anunció ayer una reunión para mañana para estudiar sanciones.

Artur Mas estaba girado mirando el gesto inexpresivo de Felipe cuando empezó a sonar el himno... y los pitos. Al president de la Generalitat se le insinuaba una débil sonrisa que contrastaba con el gesto muy serio, de funeral, de un Ángel María Villar que no había podido evitar que los pitos al himno volvieran a ser protagonistas de la Copa.

MAS HABLA DE EFECTO BUMERÁN / «Yo he estado en otras finales como las de Valencia y Madrid donde también se silbó el himno. Esto hay que situarlo en el contexto de la normalidad de este tipo de situaciones y no hacer el ridículo de provocar y amenazar, que solo contribuye a que la gente tenga más ganas de silbar», sentenció Mas, que comentó que el Rey se lo había tomado con naturalidad. «No ha comentado nada. Ha sido muy discreto y en su sitio, como le toca». «Puede gustar más o menos que se silbe a un himno o persona; a mí de vez en cuando también me silban y hay que estar acostumbrado», añadió Mas. «Si el Gobierno insiste en amenazar con sanciones, aparte de hacer el ridículo lo que generarán es un efecto bumerán».

Pese a que la megafonía del Camp Nou estaba a tope no pudo tapar los pitos, que alcanzaron los 119 decibelios durante los 48 segundos que duró la versión abreviada del himno. Si el gesto de Mas puede dar lugar a todo tipo de interpretaciones, la gran sonrisa de Aritz Aduriz bajo la pitada monumental dejaba menos lugar a dudas. Una risa que destacaba entre la seriedad del resto de titulares, conscientes de que cada mínimo gesto que hicieran iba a ser analizado al detalle.

No fue la primera pitada del día. Esa se la llevó el speaker que dio la bienvenida a los espectadores en castellano. Silbidos que no cesaron hasta que Manel Vich dio la bienvenida al público en catalán, seguida rápidamente por gritos de independencia. Unos cánticos que se volvieron a escuchar en el minuto 17.14, pero con menos fuerza de lo habitual en un Camp Nou bañado ayer de camisetas rojiblancas.

«Gracias a Dios, la pelota rueda y este jugador que es Messi han conseguido después de una semana que este conflicto sea historia», comentó al descanso el vicepresidente azulgrana Carles Vilarrubí intentando quitar hierro al asunto.

Pero la historia va a seguir trayendo mucha cola. Minutos después el Gobierno español mandó un comunicado lamentando lo sucedido: «Es una falta de respeto para este deporte, para el conjunto de los aficionados y para todos los españoles, que tienen derecho a disfrutar de este partido como lo que es, un espectáculo deportivo, y, al mismo tiempo, a ser respetados a través de los símbolos que nos representan a todos y a nuestra democracia».

«MANIFESTACIÓN DE INTOLERANCIA» / En la nota se anuncia la convocatoria para mañana de la Comisión Estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, para «proceder a denunciar las actuaciones inconvenientes y, en su caso, proponer las sanciones que fueran procedentes, en aplicación de la vigente legislación, cuyos principios deben ser preservados».

El Gobierno considera que «cualquier muestra o manifestación de intolerancia es siempre reprochable; y lo es más todavía cuando busca la repercusión pública aprovechando un espectáculo deportivo, que todos los españoles tienen derecho a disfrutar, sin la protesta y la perturbación que algunos quieran imponer». Diversas organizaciones independentistas habían repartido 10.000 silbatos.