La UCI dispone de tabletas preparadas para descubrir motores en las bicis
Tras seis años de trabajo la federación ya tiene todo dispuesto para luchar contra el 'dopaje mecánico' lo que se evidenció tras descubrir el fraude de la belga Van den Driessche
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA
En la ciudad de Rotterdam (julio del 2010) las miradas de los periodistas no estaban puestas ni en Lance Armstrong, que se disponía a tomar parte de su último Tour, ni en Alberto Contador, que salía como favorito de una ronda francesa que ganó y luego le quitaron. La prensa solo tenía ojos para observar la extraña tienda de campaña que los comisarios de la Unión Ciclista Internacional (UCI) habían instalado en la zona de llegada de la contrarreloj individual.
La caseta se encontraba al lado del control antidopaje de los corredores. Por primera vez, en el Tour, las bicis también tendrían su propia revisión. La picaresca, ganar a cualquier precio, con unos laboratorios cada vez con métodos más sofisticados para descubrir cualquier sustancia prohibida, había llevado –o eso se creía—a colocar pequeños motores eléctricos en el interior del cuadro de las bicicletas, que se accionaban discretamente desde el manillar, con cables ocultos, y que ayudaban al corredor a mover los pedales más rápido y con mayor ligereza.
La UCI se había tomado muy en serio un vídeo que había batido récords de visitas en Youtube y que mostraba unos “extraños movimientos” de Fabian Cancellara sobre su bici, camino de la victoria de la París-Roubaix, la primavera anterior. “El motor está en mis piernas”, declaró irónicamente ‘Espartaco’, tras anotarse la victoria en el prólogo de Rotterdam. Su bici, evidentemente, fue ‘analizada’ en el interior de la caseta que había despertado la curiosidad de los periodistas. Y, por supuesto, nada encontraron entre el sofisticado carbono que había impulsado al ciclista suizo hacia la victoria en la contrarreloj.
LOS COMENTARIOS DEL PELOTÓN
La federación internacional también estaba al corriente de algunos comentarios que circulaban en el pelotón. “¿Sabéis? Hay otra forma de ganar sin necesidad de doparse”. La frase corría como la pólvora y levantaba la curiosidad, tanto en la vieja guardia (los contemporáneos de Armstrong que pedaleaban todavía en la oscuridad), como en los ciclistas que habían salido del armario y confesaban los pecados del pasado y los más jóvenes, los que ya corrían conscienciados en que era posible un ciclismo diferente.
Por si acaso, solo por si acaso, las bicicletas comenzaron a pasar controles de rayos equis hace casi seis años y desde entonces cualquier extraño que hiciera una bici o movimiento rápido de los mecánicos escondiendo cuadros rotos (a las marcas que pagan una millonada no les gusta que se vean las bicis destrozadas por las caídas porque es una mala imagen para las ventas) ya se consideraba una acción sospechosa de lo que ya se había bautizado como ‘dopaje mecánico’. Incluso, este lunes, La Gazzetta dello Sport, en Italia, ha mostrado en un reportaje el sofisticado sistema que permite trucar las bicis apoyado por un vídeo en el que se ve un demarraje de Frenke van den Driessche.
UN AÑO DE TRABAJO
Sin embargo, hasta el sábado pasado, todo eran sospechas y no pruebas. Van den Driessche, una joven corredora belga de 19 años, que era la favorita en la carrera sub 23 del Mundial de ciclocrós de Zölder (Bélgica), dejó olvidada su bici tras romper la cadena (hay averías que no evitan ni un motor escondido). Ignoraba que la UCI lleva un año desarrollando dispositivos que permiten descubrir si hay tecnología oculta en el interior de las bicis. Los comisarios disponen de tabletas que conectan el sensor interno de los motores, si los hay. Y así cayó la joven Van der Driessche. A partir de ahora, el que quiera llevar un motor extra aparte de sus piernas deberá pensárselo dos veces. Las sanciones se equipararán a una infracción por dopaje… mecánico o tecnológico.
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