El podio que abrió camino

Impresionó como sólo los ciclistas saben hacer. Fue el último que partió en la prueba del kilómetro contrarreloj. Poco más de un minuto (exactamente 63 segundos) precisó para alcanzar la gloria olímpica. Dio una vuelta más. Las banderas española y catalana le acompañaron. Ya era campeón. Ya era medalla de oro. Hacía sólo 24 horas que Miguel Induráin se había adjudicado su segundo Tour. El ciclismo español vivía los mejores momentos de gloria de toda su larga historia.

Fue Guillermo Timoner el primer as del velódromo español. Pero el mallorquín nunca fue campeón olímpico. Las gestas ciclistas en carreteras españolas y francesas ocupaban páginas y más páginas. Pero nunca la pista estuvo acompañada por el éxito, nadie tuvo el oro cerca de su manillar, hasta que surgió esa explosión humana de 23 años llamada José Manuel Moreno. Llegó a Horta, vio los tiempos de sus rivales y ganó. Así de sencillo. Sin más. Era el favorito y no traicionó las expectativas. Tuvo una pésima salida. Debía cubrir cuatro vueltas al velódromo. Por unas décimas de segundo hubo preocupación en aquella ya lejana noche del 27 de julio. Su marca, tras una vuelta, sólo le otorgaba la sexta posición. En la segunda vuelta llegó la exaltación. Sus tiempos hasta el final fueron los mejores. Su registro (1.03.342 minutos) era el nuevo récord olímpico, el primero que conseguía un deportista español. Entonces muy pocos podían soñar que la gesta épica de Moreno, porque no decirlo, sería la primera de una larga cadena olímpica de unos Juegos inolvidables.