DEBATE SOBRE UNA ARTERIA DEL CENTRO DE BARCELONA

Barcelona se replantea el futuro de la Via Laietana, su calle más neoyorquina

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Fue necesario derribar cerca de 300 edificios para que Via Laietana se abriera camino hacia el mar a principios del siglo pasado. La arteria formaba parte del plan de Cerdà para el Eixample. Conectaría el floreciente distrito con el polo económico del momento, el puerto, y ponía fin a una alambicada colmena de calles y callejuelas tan inseguras como insalubres. El resultado fue una de las calles más neoyorquinas de Barcelona, con infinitos carriles entre edificios monumentales estocados por una acera raquítica. Así ha sido hasta hoy, cuando se vuelve a abrir el melón sobre una hipotética reforma más pensada en las persona que en los coches. Pero no se trata solo de su aspecto. También de su uso, presente y futuro. Porque el problema de Via Laietana no es solo urbanístico; es estructural. 

Se repite la historia de hace tres años en la DiagonalDiagonal, con unos comerciantes que, sin el concurso de los vecinos, piden al consistorio una mejora que revitalice la zona. En la avenida les salió bien. Tanto, que el alcalde Xavier Trias copió el diseño que le presentaron los 'botiguers'. Aquí, en la frontera entre el Gòtic y la Ribera, la cosa es distinta porque esto no es ni ha sido nunca un eje comercial. En poco más de un kilómetro hay nueve hoteles, otros tantos restaurantes de marcado tono turístico, cuatro colmados, un par de bazares y tiendas de electrodomésticos, dos quioscos, una tienda de artículos de piel, una editorial jurídica, una papelería, un par de pubs irlandeses, cafeterías, alquiler de motos y una tienda especializada en cómics. Solo hay un local ocupado por una firma internacional de ropa, G-Star Raw, que se instaló en la esquina con Ramon Berenguer hace un año, lo que le permite gozar de dos fachadas y ser vista desde lo alto de la calle. "La ubicación es ideal, pero si nos hubieran ofrecido un local delante, habríamos dicho que no", señala Núria, la responsable del negocio, antes sito en el Born. 

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SIN VIDA DE BARRIO

Lo que no se nota ni se siente también tiene mucho que ver en el papel que desempeña la calle en el barrio, en su esencia, en su capacidad de atracción. En este kilómetro entre las plazas de Uquinaona y Antonio López se concentran tres departamentos de la Generalitat, el mausoleo de Correos y Telégrafos, el inmueble de los sindicatos, cubierto por una malla que da miedo; el Colegio Oficial de Ingerieros Industriales, una finca del Colegio de Médicos, la sede de Fomento, la de Catalunya Caixa, la delegación provincial del INE o la oficina del censo electoral. Ni un solo equipamiento de barrio. Ni para jóvenes, ni ancianos, ni niños. Nada. Ni una escuela, ni un museo, ni un triste 'chiquipark'. Podría ser una zona de paso hacia el Port Vell o la Barceloneta, pero ni eso. Tuvo el Palacio del Cinema, de Balañá, pero cerró en el 2001 y el inmueble ahí sigue, vacío, sin futuro.

Los alcaldes anteriores se habían echado atrás en la reforma alegando, entre otras cosas, que la transformación de Via Laietana debía hacerse a la vez que la construcción de la cola de maniobras de Ferrocarrils bajo la plaza de Urquinaona. Ese proyecto, sin embargo, recuerdan fuentes del departamento de Territori, desapareció del plan director de infraestructuras. Se sustituyó por la prolongación de FGC hasta la Sagrera y la conexión con el Vallès, así que la excusa ferroviaria ya no vale

CALLE CON TRES VIDAS

Via Laietana es una calle con tres vidas. La primera discurre entre Fontanella y Comtal, el tramo más funcional, más vertical. Desde el punto de vista vial, la arteria cae con un carril bus más tres para circulación privada y una hilera de aparcamiento de turismos y motos. En las aceras hay poco movimiento porque la función de vínculo a pie con el puerto corresponde a otros lugares: Rambla y Portal de l'Àngel, dos de los paseos más apreciados por los forasteros. Nadie baja por aquí por gusto, aunque el camino sea más rápido. Sucede lo mismo en Nueva York: todo el mundo baja por la Quinta avenida aunque la avenida de las Américas o Madison estén a la vuelta de la esquina.

La segunda vida discurre entre las calles Comtal y Jaume I. Por una cuestión de cercanía a lugares emblemáticos. Al Palau de la Música, a la catedral, al museo Picasso, al mercado de Santa Caterina, al ayuntamiento o al Palau de la Generalitat. Esta es una área de reparto. También entre los cascos antiguos del Gòtic y el Born. Maletas arriba y abajo que cruzan por Sant Pere Més Alt, Julià Portet, Magdalenes o Princesa. Alumnos de excursión, jubilados. Es un flujo intermitente pero que no cesa. Sin las aglomeraciones, por citar un ejemplo, de la calle de la Marina cuando llegan tres autocares cargados de cruceristas camino de la Sagrada Familia. Es, para mayor ironía del entorno, el tramo en el que la acera es más estrecha, pero también el que dispone de mayor número de pasos de viandantes. 

UNA VÍA DE PASO, NO PARA ESTAR

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La vida expira entre Jaume I y la plaza de Antonio López, cuando curiosamente las aceras se ensanchan, cuando apenas se ve gente camino del Port Vell o la Barceloneta. La ciudad parece desaparecer a nivel peatonal, engullida por las sombras de los edificios, casi todos sedes de estamentos públicos, carentes de vida hacia fuera. Muchos se han colado por Argenteria, que regala la visista a la basílica de Santa Maria del Mar. Imposible adivinar cuánta gente empieza a andar en Urquinaona y recorre toda la Via Laietana de inicio a fin. El resultado se albira pobre, lo que confirma que esta es una calle de cruce, en ningún caso para estar

¿Se resuelve la carencia de vida con menos coches? No. O no solamente. Porque la vida no se hace solo en la calle; también en los edificios, en los equipamientos, los que queda comprobado que brillan por su ausencia en Via Laietana. Así las cosas, cualquier reforma de la vía pública, cualquier actuación sobre la movilidad, debería ir acompañada de un plan de usos del entorno de la arteria, empezando por dotarla de algún encanto a nivel de ciudad, al margen del turístico. Sin una reflexión integral, una ampliación de aceras crearía, probablemente, una nueva 'avenida Inditex', es decir, muchos locales serían tomados por multinacionales de moda, tal y como sucedió con la reforma de la Diagonal entre Francesc Macià y paseo de Gràcia. De ello solo se beneficiarían los propietarios de los comercios y el turismo, pero en ningún caso resultaría atractivo para los barceloneses. Y Via Laietana seguiría siendo lo más gris de nuestra Nueva York.