Una Mercè de tres pistas

LOS ESCENARIOS DE LA FIESTA3 En la página anterior, actuación de The Black Brothers en el castillo de Montjuïc. A la izquierda, arriba, un 'food truck' en la Ciutadella y, abajo, cola para acceder al avión DC9 instalado en el mismo parque. Sobre

LOS ESCENARIOS DE LA FIESTA3 En la página anterior, actuación de The Black Brothers en el castillo de Montjuïc. A la izquierda, arriba, un 'food truck' en la Ciutadella y, abajo, cola para acceder al avión DC9 instalado en el mismo parque. Sobre

Carles Cols

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Del mundo del circo se pueden contar miles de historias. ¿Quieren una sobrecogedora? Pues ahí está el caso Tony Marino, tejano, extra ocasional de Bonanza, uno de los grandes tragasables de la historia, disciplina de la que el público a veces recela, así que su particular más difícil todavía consistió en engullir tubos de neón y darle al interruptor. El aplauso del público parece que un día le emborrachó, pues, aún iluminado, respondió con una reverencia que le condujo de cabeza al quirófano. ¿Quieren otra? Daniel Wildman, apicultor y buen jinete, así que a finales del XVIII terminó en un circo como domador de abejas. La dificultad añadida es que le seguían cuando cabalgaba a lomos de su caballo.

La historia circense que viene a continuación aún están a tiempo de presenciarla hoy en el castillo de Montjuïc. Es O Yong Ok, malabarista del Circo Nacional de Pyongyang. Tiene unos pies prodigiosos, pero en su caso el más difícil todavía puede que sea su procedencia, Corea del Norte. Así se presentía ayer en el césped del Fossar de Santa Eulàlia, lleno de público expectante para contemplar en directo tal extravagancia. El número fue breve, pero muy bueno. Un día lo vio en directo Kim Jong Il, padre del actual líder del país. A veces, aquella teoría de los seis grados de separación que alumbró el escritor húngaro Frigyes Karinthy pone los pelos de punta.

Las historias de tragasables Tony Marino y del domador Daniel Wildman, por si alguien se queda con ganas de más, aparecen perfectamente documentadas en el apéndice de Fenómenos de circo, un delicioso libro de Ana María Shua que construye microcuentos, casi del tamaño de un número de pulgas acróbatas, y que es ideal para esta Mercè si se apuesta por la programación circense, entre otras cosas porque el ascenso hasta el castillo en transporte público es más llevadero si se lleva algo de lectura para el camino.

Hace siete años ya que los espectáculos de circo se llevan a cabo en los fosos de la fortaleza militar. Antes, su lugar era la Ciutadella, pero esa pista ha sido consagrada ahora al teatro de calle. Cuesta entender por qué no se eligió otro parque de la ciudad para el circo con el metro más a mano, pero hay que reconocer que una vez allí, conquistado el castillo, es un gozo pasar el día. Hay mucho crío, incipientes artistas de la hierba. Este año, los padres tienen el aliciente de que media docena de food trucks han aparcado en el foso y se encargan de servir comidas y helados. Hasta solo por esas encantadoras furgonetas restaurante vale la pena la excursión.

Total, que visto que hacía un día estupendo, calentaba el sol pero corría el aire, el almuerzo era sabroso y el público estaba entregado, no había excusa para no intentar un más difícil todavía periodístico, charlar un rato con la malabarista coreana.

El número del embajador

«No puede hacer ninguna pregunta sobre política». Es la condición que pone el embajador de Corea del Norte en España, trajeado tras el escenario, y que se la traslada a uno de los funcionarios de la embajada que han estudiado español en Cuba y que cuando habla utiliza palabras como «ahorita». Insiste varias veces en eso, en que nada de política. Por un momento parece que lo que teme el embajador es que le pregunten a Yong Ok por el prucés català. La opción de hacer alguna broma sobre ello con ese seriote diplomático es mejor descartarla, no sea que la posibilidad de la entrevista se escurra por el desagüe. Tampoco es descabellado que, tal y como están las cosas a una semana del 27-S, a alguien se le ocurra preguntar en serio por la independencia de Catalunya a una mujer que voltea un cilindro con los pies. Así que la conversación, en resumen, versa sobre cómo Corea del Norte es, aunque le pese a sus vecinos del sur, una potencia acróbata, pues puede presumir de que tiene como héroe nacional a Kim Chun E, el único volteador del mundo que ha ejecutado el quíntuple salto mortal desde el trapecio, lo cual tiene el mérito añadido de que con el cuádruple tampoco es que haya muchos acróbatas por ahí que se atrevan, y varios de los que sí lo completan son también norcoreanos.

El secreto está en que el circo es, parece, una pasión nacional en esa impermeable dictadura. Como no es sencillo ir a comprobarlo en persona, habrá que suponer que así es porque el Circo Nacional de Pyongyang suele ser un invitado estrella en los festivales que se celebran en otros países. Según Yong Ok, la compañía la componen unos 400 artistas, sin contar caballos y osos, porque en Corea del Norte estarán prohibidas muchas cosas (por ejemplo, publicar la foto del gran líder en la portada del diario de manera que al doblarlo se pliegue también su sagrada imagen), pero no el uso de fieras en la pista. Eso es en Barcelona.

Este detalle, el de las bestias, sirve en bandeja la oportunidad de releer en el bus, de regreso del castillo, un fragmento de uno de los microcuentos de Shua, donde un personaje cuya identidad se mantiene velada hasta el final lamenta que «en el circo actual ya no hay animales, no se considera correcta ni edificante su presencia». «Los animales amaestrados hemos caído en desgracia, de qué sirve, por ejemplo, esta osa con habilidades literarias en un mundo en el que tan poco leen».