El mareo de la Diagonal de Barcelona

En torno a la reforma de la Diagonal de Barcelona se ha forjado una larga historia de desencuentros políticos

Jordi Hereu, votando en la consulta del 2010.

Jordi Hereu, votando en la consulta del 2010. / periodico

EL PERIÓDICO / BARCELONA

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Jordi Hereu, entonces alcalde de Barcelona, anunció en septiembre del 2008 su intención de reformar la Diagonal y unir el Trambaix y el Trambesòs. El plan no formaba parte de su programa electoral, y en estos términos se refería al proyecto: “Será una nueva concepción urbanística y de movilidad que implicará transformar muchos de los usos actuales de la avenida, manteniendo su esencia histórica”. El referendo popular que habría de convertirse en su tumba política no figuraba entre sus planes, pero tuvo que ceder a la presión del PP y de ERC. La campaña previa a la consulta y su desenlace dejaron en evidencia que el tema levantaba pasiones y era delicado. Sigue siéndolo.

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La unión de los dos tranvías era una exigencia irrenunciable para ICV, socio de Gobierno de Hereu, y en esa línea llevaba ya un tiempo trabajando la agencia de desarrollo urbano Barcelona Regional. En enero del 2009 fueron concretados los detalles de la consulta, y dio inicio una campaña que se prolongó 16 meses y retrató la importancia de la señorial (en algunos tramos) avenida. Económicamente, sin embargo, el país se adentraba en la crisis, y muchas entidades pusieron en duda no tanto la oportunidad de la consulta como de las obras en sí, pues ya se olía que el dinero iba a escasear. “En el ambiente flotaba la sensación de que quizá el momento no era el adecuado, pero aún así, no supimos leer entre líneas y seguimos adelante porque pensamos que debía primar el compromiso de finalizar algo que ya habíamos comenzado”, declaró luego a este diario Assumpta Escarp, responsable en aquel entonces de Seguridad y Movilidad en el equipo de Gobierno de Hereu.

ESTREPITOSA DERROTA

En principio se iban a votar dos opciones, bulevar o rambla –reforma, en cualquier caso–, pero el líder de CiU, en la oposición entonces, Xavier Trias, consiguió introducir una tercera alternativa, sintomática del carácter insólito de la consulta: no tocar nada. Fue preclaro, al menos políticamente, el que sería el sucesor de Hereu en la plaza de Sant Jaume, no solo porque su opción fue demoledora en el triunfo (el 79,8% de los votos) sino por las palabras que pronunció durante la campaña: “Esta reforma la acabaré gestionando yo como alcalde en el 2011, por lo que deberían consensuarla con nosotros”. Para el alcalde Hereu, el referendo fue un fracaso, por donde se mirara: la participación alcanzó un magro 12%.

Una vez en el poder, Trias, que había tomado buena nota de lo que se debía hacer y lo que no se debía hacer en lo que tocaba a la Diagonal, decidió pasar de puntillas por el tema. La idea de unir los dos tranvías desapareció durante el tiempo que duró su mandato, aunque eso no quiere decir que haya descuidado la Diagonal: uno de sus legados es precisamente la reforma del tramo comprendido entre Francesc Macià y el paseo de Gràcia, que eliminó los corredores peatonales entre calzadas, hizo aceras más anchas, le robó espacio al coche y estableció carriles bici segregados en ambas direcciones. Pero del tranvía ni se habló. Su anuncio de continuar las obras de remodelación en el tramo comprendido entre los paseos de Gràcia y Sant Joan quedó truncado con su derrota en las elecciones municipales del año pasado.

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Fue en la campaña que hizo de cara a esos comicios que Trias se sacó de la manga la que hasta hoy sigue siendo su propuesta para unir los dos tranvías: un autobús eléctrico de gran capacidad. Confiado en que los barceloneses le concederían un segundo mandato, Trias anunció que en octubre llegarían los primeros dos vehículos de 18 metros de largo para hacer pruebas piloto. Se interpusieron las elecciones. Se interpuso Ada Colau. Y se interpuso, sobre todo, otra idea de lo que debía ser la movilidad por la Diagonal.