RECUPERACIÓN DE LA HISTORIA DE LA CIUDAD INDUSTRIAL

Recuerdos de la BCN textil

Ramona Martín empezó a trabajar en la industria barcelonesa en 1927 Su testimonio es uno de los primeros del proyecto de recuperación de La Sedeta impulsado por el distrito de Gràcia

Ramona Martín, la semana pasada en el 'esplai' de la Sagrada Família al que acude cada tarde desde hace años.

Ramona Martín, la semana pasada en el 'esplai' de la Sagrada Família al que acude cada tarde desde hace años.

HELENA LÓPEZ / Barcelona

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Ramona empezó a trabajar a los 12 años, en el lejano 1927. «Fui así de burra. No me gustaba estudiar. El trabajo me lo busqué yo. No fue cosa de mis padres», recuerda esta mujer lúcida a los 98 años desde el esplai del barrio de la Sagrada Família del que es, seguro, la más veterana y, probablemente, la más querida. «En mi familia todos éramos de fábrica, pero hasta los 14 años no nos querían en las fábricas, así que primero fui a un sastre. Vi un anunció en el periódico y para allí que fui», narra la mujer, una de los primeros testigos encontrados para el trabajo de recuperación de la memoria oral de La Sedeta iniciado por el distrito de Gràcia.

Pero la historia de La Sedeta -donde trabajó 18 años hasta los 48, cuando cogió un puesto en el mercado de la Sagrada Família, donde trabajó hasta que se jubiló- vino mucho más tarde. Después de estar dos años de aprendiz con un sastre, Ramona entró con 14 años a trabajar a Los Marinos, una fábrica textil que había en la calle de Quevedo, también en Gràcia. «Cuando empezó la guerra, el amo desapareció. Fuimos tan tontas que pensamos que lo habían detenido injustamente porque era un buen hombre y fuimos todas hasta Via Laietana a buscarle. El jefe de la policía se rió de nosotras y entendimos que se había ido y en asamblea se decidió que la fábrica seguiría funcionando sin él», explica Ramona, quien también recuerda que, una vez finalizada la guerra, volvió el cuñado del dueño acompañado de un hombre de la Falange y cerró la fábrica. «Para volver a entrar tuvimos que entregar todos nuestros papeles. Fue una forma de encontrar a personas que hubieran colaborado contra el régimen», prosigue la mujer, de privilegiada memoria.

Ramona pudo volver a entrar a trabajar en ella y permaneció allí hasta la posguerra. «En Barcelona, fueron años peores que los de la guerra. Años en los que no había de nada. Los estantes de las tiendas estaban vacíos», cuenta la mujer. Fue por eso que Ramona entró en La Sedeta: «Me enteré que daban comida. Dos kilos por trabajador, y para allí que fui. Entré de oficial, porque ya hacía años que trabajaba de tejedora. Tenía experiencia».

La mujer recuerda con dulzura que en La Sedeta -excusa para el encuentro, ya que el distrito ha iniciado la búsqueda de testigos de extrabajadoras de la antigua fábrica para recuperar la memoria oral de la vieja industria, hoy en día un centro cívico, y «conservar el patrimonio material e inmaterial de la fábrica y, posteriormente difundirlo»— vivió bonitos momentos de solidaridad obrera, como el cambio de horario de toda la empresa por las compañeras de Badalona que, con los turnos convencionales, perdían el último tranvía. «La Sedeta tenía otra sede en Badalona y cerró. Las tejedoras que quisieron, vivieron a trabajar a Barcelona, pero el turno de la tarde terminaba a las diez y el último tranvía hacia Badalona salía a esa hora de la plaza de Urquinaona. Por mucho que corrían al salir, y por buena fe que tuviera el maquinista, muchas veces lo perdían, así que todas pedíamos empezar media hora antes para salir media hora antes y que las compañeras de Badalona no perdieran el transporte», destaca.

Reconversión vecinal

La fábrica fue edificada por la empresa Pujol i Casacuberta en 1899. Fue una de las primeras factorías de Europa en producir seda cruda en telares mecánicos. La actividad fabril duró hasta 1974. Un año más tarde, la propiedad vendió los terrenos, de más de 7.000 metros cuadrados, para que construyeran pisos.

Los vecinos iniciaron entonces la campaña denominada La Sedeta per al barri, que acabó con la compra del espacio por parte del Ayuntamiento de Barcelona, que en mayo de 1985 inauguraba el actual centro cívico.