PARAÍSOS URBANOS

Las flores privadas

El libro 'Jardins secrets de Barcelona' descubre patios, áticos y terrenos particulares donde se cultivan plantas ornamentales

Oasis en la ciudad 8Un jardín centenario en una torre privada de Sant Gervasi de Cassoles.

Oasis en la ciudad 8Un jardín centenario en una torre privada de Sant Gervasi de Cassoles.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando Woody Allen habla de Barcelona la describe como «una ciudad llena de flores y de agua». Esa sensación se percibe con intensidad al hojear Jardins secrets de Barcelona, libro coescrito por Isabel de Villalonga e Isabel Cordero, quienes han tenido acceso a vergeles desconocidos para la mayoría de los ciudadanos por encontrarse en espacios privados escondidos detrás de rejas, de paredes y de muros.

Las plantas se cobijan en patios interiores, parques, terrazas, claustros, áticos y jardines contemporáneos de estética oriental y otros cuidados de generación en generación que forman parte del patrimonio histórico al haber sobrevivido a la especulación urbanística.

«Son mundos privados y plácidos», definen las autoras de esta publicación con fotografías de Luis Plana del Llano. Precisan que no es una guía exhaustiva, sino distintas tipologías de jardines y agradecen la confianza de los propietarios al abrir las puertas de su universo íntimo. Algunos de influyentes familias barcelonesas como los Güell, los Cambó, los Bertran, los Carulla, los Pomés y los Ramallal.

De Villalonga, autora de Barcelona sense presses, señala que han seleccionado 35 jardines, unos pocos abiertos al público como el del Hotel Alma de la calle de Mallorca; el de la zapatería Lluch, en Gràcia, o el del patio del restaurante Beltxenea. «Es un libro pionero, único. No hay mucha documentación sobre los jardines barceloneses», explica. En su búsqueda, las escritoras han encontrado más espacios verdes de interés de los que aparecen, por lo que queda abierta una segunda entrega. «Cada jardín tiene su personalidad, aunque en las fotografías captadas esta última y lluviosa primavera abundan las buganvilias», agrega De Villalonga.

Cordero, especializada en la historia de los jardines, señala que estos espacios al aire libre demuestran que el espíritu jardinero no se ha perdido en Barcelona: «Se mantiene en su historia». Y menciona el importante legado de la paisajista Bet Figueras, a quien el arquitecto Óscar Tusquets dedica el prólogo. «Juntos hicimos maravillas», escribe él en referencia a los jardines que diseñaron juntos como el de Villa Andrea, que aparece destacado por su mezcla «de color, frutos y aromas».

Los grandes vergeles suelen florecer en la parte alta de la ciudad, donde destaca el trabajo de otro afamado jardinero, el menorquín Nicolau Maria Rubió i Tudurí, que fue discípulo del paisajista francés Forestier, y después director de Parques Públicos en el ayuntamiento. Suyo es el jardín de estilo inglés de una casa del Tibidabo, al que las autoras dedican cuatro páginas.

Inspiración literaria

Cerca del mercado de Santa Caterina se alza la vivienda de la arquitecta Benedetta Tagliabue, que junto a Enric Miralles, fallecido en el 2000, proyectó la rehabilitación radical de ese mercado con esa espectacular cubierta ondulada y colorista. En el patio interior de su casa se alza en un muro un jardín vertical ante una higuera de hojas lobuladas y tres magnolios. «Mi jardín es el menos cuidado de todos los que aparecen en el libro», bromea.

Tagliabue explica que añora los jardines de Venecia que entreveía tras las rejas o intuía por las hojas de los árboles que colgaban de una tapia y los paseos por la Toscana con esos laberintos de setos. «Este libro me recuerda esos recorridos con el aliciente de que te muestra lo que siempre está oculto», declara la arquitecta. En su hogar decidió conservar un jardín abandonado por ser un espacio paradisiaco y literario: «Boccaccio ambientó las grandes conversaciones del Decamerón en el jardín de una villa en las afueras de Florencia».