El gran bazar de primera línea de mar

Buscavidas y manteros toman a diario el paseo Marítim y las calles del barrio, sin apenas presión policial

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Tras un par de veranos de crispación y otro algo más sosegado, la Barceloneta afronta un verano de previsibles récords turísticos en alerta: pendientes de que no haya excesos incívicos en la vía pública y de que cualquier piso con actividad turística se denuncie con celeridad. Pero en el barrio saben que aún queda mucho negocio clandestino al respecto. Un dato: el barrio tiene un censo de 70 pisos con licencia de actividad, pero en el portal de Airbnb se anuncian más de 300 opciones. 

El sistema de denuncias desplegado por el ayuntamiento en el último año ha agilizado las denuncias y la reacción inspectora, afirman algunos vecinos. Se actúa más rápido tras la queja telefónica y los operadores saben que están bajo sospecha, por lo que a veces cesan la actividad. Pero la zona es carne de cañón de negocios rápidos como el realquiler. Y aumenta la pillería, como con falsos contratos de tres meses para que muestren los turistas si hay una inspección. La visión de toallas de playa colgadas en muchos tendederos que dan a la calle es delatora, pero cada vez más algunos viajeros guardan "más discreción" alertados por los operadores, explican en la Associació de Veïns de la Barceloneta.

Pero el conflicto estival no solo nace de compartir edificios con los veraneantes, sino de convivir en las calles. La masiva presencia de turistas rumbo a la playa hace que muchos buscavidas y manteros tengan el litoral su mejor fuente de negocio. En las últimas semanas y con las playas llenas incluso al atardecer, decenas de vendedores de mojitos se despliegan sin recato por la arena y el paseo con una bandeja llena de vasos a medio preparar en una mano y una botella de ron en la otra. Los sirven con la misma naturalidad que si tuvieran un chiringuito, sin que en la zona se vea presencia policial en muchos momentos.

LA FIEBRE DEL PAREO

En la misma estampa, un ejército de manteros se despliega con mercancía monotemática: casi todos venden los mismos pareos, a pie de playa o expuestos en el paseo. Un comercio sobre la manta que se repite en el tramo inferior del paseo Marítim y en Joan de Borbó y que abarca hasta la rambla en muchos momentos. "El comercio de proximidad del barrio sufre mucho porque hay tanta oferta sin regular que en las tiendas no venden ni en plena temporada", explica Manel Martínez, vicepresidente de la entidad vecinal. 

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A partir de las ocho de la tarde, el negocio del alcohol crece y a los mojitos se suma la venta masiva de latas de cerveza (hasta las cinco de la madrugada) en muchas plazas, calles y zona litoral. Martínez lamenta que algunos vendedores también ofrezcan cocaína a los viandantes. Los residentes han llevado sus quejas en reiteradas ocasiones al ayuntamiento, pero mantienen -como otras entidades de la zona- que hay una "evidente falta de recursos" para atender la que sea posiblemente la zona más caliente de la ciudad a partir de junio. Insisten en reclamar un plan de choque ante el incremento de turistas previstos este año.

Desde la Comisión de Vivienda del barrio, que alinea a representantes de las tres entidades vecinales (la asociación de vecinos de la Barceloneta, L'Òstia y La Barceloneta diu Prou), Sergio Huguet destaca que el problema de la zona es que le llueve "por los cuatro costados". "Hace tiempo que hay problemas graves de especulación, que ahora se extienden a otras muchas zonas, pero aquí además hay incivismo, mucha venta ambulante y presión turística". Confían en que la ordenanza que regula la bajada a la calzada (desde el 1 de julio) de segways, patinetes eléctricos y demás mejore los problemas de movilidad, aunque el golpe más esperado es el decreto en el que trabaja Ciutat Vella para erradicarlos en todo el barrio si son de uso comercial/turístico.