Concierto de kalashnikov en BCN

César López empuña en el Born una de sus escopetarras, la que un día perteneció en la selva como AK-47 a un tal J.R.D..

César López empuña en el Born una de sus escopetarras, la que un día perteneció en la selva como AK-47 a un tal J.R.D..

CARLES COLS

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De la veintena de fusiles de asalto AK-47 que el músico César López y su compatriota lutier Luis Alberto Paredes han convertido en guitarras eléctricas hay una, la que le fue regalada a Manu Chao, que como una Blancanieves dentro de su urna de cristal se exhibió callada durante unos meses en la Casa América de Barcelona. Pero las escopetarras, como López bautizó su frankensteiniana idea de reconvertir verdaderos AK-47, tal vez más conocidos por el apellido de su creador, Mijaíl Kalashnikov, en sucedáneos de una guitarra Stratocaster, lo que conviene es oírlas sonar, y hoy es una ocasión para hacerlo en Barcelona. López actuará esta tarde en el Born, para cerrar con música el acto en memoria de las víctimas del genocidio de Srebrenica. «Estaba con él el otro día, desenfundó la escopetarra y tocó El cant dels ocells. El contraste nunca deja de sorprender», explica Manel Vila, promotor del acto y alma del proyecto solidario Distrito 11.

López siempre ha sido un culo inquieto pacifista. Años atrás, cuando en Bogotá había un atentado, él y sus colegas del Batallón artístico de reacción inmediata se presentaban a la carrera con sus instrumentos para poner música entre los escombros. «En una ocasión, un soldado no me dejaba pasar. De un golpe, con su fusil quebró mi guitarra». Aquel momento fue una epifanía. «Allí estábamos, uno frente al otro. Lo mágico era que el arma y la guitarra se sujetan igual». Como ante un espejo.

Supo entonces lo que pretendía hacer, pero conseguir la materia prima, el fusil, no es tarea fácil. Lo intentó primero en un cuartel. Allí pidió lo que fuera, una escopeta desvencijada, por ejemplo. El comandante le escuchó atentamente y fue inequívoco en la respuesta: «Si yo le diera un arma para convertirla en guitarra, la gente diría con razón que el Ejército colombiano se ha vuelto marica, y eso no puede ser».

Aquel día pudo haber muerto el proyecto de las escopetarras, pero, qué narices, en Colombia ocurre siempre lo impensado. Allí hay quien dice que Gabriel García Márquez no es más que un espabilado notario de lo cotidiano.

En una de esas sempiternas peleas fronterizas entre Perú y Ecuador, Alberto Fujimori encargó unas cajas de kalashnikov. El Antonov ruso partió con la mercancía de Jordania, pero no estuvo preciso con la ruta. Por algún inexplicado motivo soltó los paracaídas en la selva colombiana, provincia de la guerrilla.

Reconozcámoslo, que lluevan AK-47 es raro incluso en Colombia. Así que corrió la voz infundada de que aquello era una treta de la CIA, que las armas iban preñadas con un chip localizador. «Las llamaban las embrujadas», cuenta López.

El caso es que fue tras una campaña de desarme que este músico tuvo acceso por fin a sus primeros fusiles de asalto. El que tocará hoy en Barcelona, por cierto, aún lleva las iniciales de quien lo usó como arma, J.D.R. Eso es solo la anécdota. Lo interesante de esta historia es como la idea de predicar la paz con un arma exorcizada ha terminado por ser para César López un viaje más arduo que el del capitán Willard en busca del coronel Kurtz. Lo común, de entrada, es que le detengan en los aeropuertos por muchas explicaciones que dé. Y es que este es un mundo muy extraño. «En Estados Unidos, por ejemplo, puedes comprar legalmente una AK-47, pero no cruzar la frontera con el esqueleto de una que un día lo fue». En Singapur fue peor.  Le avisaron de que su osadía se podía penar con la muerte.

La dueña de la escena

Lo que posees terminará poseyéndote, dice como una admonición un refrán. Eso es lo que en una suerte de viaje interior ha descubierto López más allá de sus peripecias aeroportuarias. La hibridación de la escopetarra emana una brutal fuerza magnética. Cuando la saca de la funda, la gente se acerca, pregunta, la quiere sostener, es la puta dueña de la escena. Por eso está hoy en Barcelona. «Podíamos haber cerrado el acto en memoria de Srebrenica con un par de temas balcánicos, pero un concierto de kalashnikov es sin duda mucho mejor», dice Vila. Cierto. Será hoy, hacia las ocho.