Brotes verdes en el subsuelo musical

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NANDO CRUZ / BARCELONA

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El pasado mes de mayo, el Ayuntamiento de Barcelona anunció a bombo y platillo una nueva circular cuyo objetivo era reactivar la música en vivo en la ciudadmúsica en vivo. El efecto inmediato era que se autorizaba a programar conciertos en cualquier bar o restaurante que cumpliese la normativa acústica que la propia circular especificaba. Medio año después es hora de valorar los primeros efectos de una modificación con la cual se pretende que la música en vivo deje de ser considerada una molestia y se transforme en un activo cultural.

El mejor termómetro para calibrar los efectos de la nueva circular sería comparar la cifra de locales que programaban música en vivo en el 2015 y los que lo hacen ahora. El problema es que el ayuntamiento jamás se ha realizado este estudio y todo queda en el terreno de las especulaciones. Mientras Miquel Cabal, del bar Heliogàbal, duda que ningún bar se haya animado a programar conciertos en el barrio de Gràcia a raíz de la nueva circular, August Corominas de la sala 23 Robadors, detecta justo lo contrario en el barrio del Raval.

“Hay una oferta discretamente más amplia. Antes había tanta presión que la gente hacía los conciertos de forma discreta. Ahora hay más locales que programan de forma abierta”, informa Corominas. En el Gipsy Lou, de la calle Ferlandina, tienen otro dato: “Es más difícil encontrar grupos disponibles para tocar”, afirma Aurélie Krummenacher. Felipe Ibarra, socio del Gipsy y músico, lo corrobora: “A partir de la circular, me invitan a bolos en muchos locales”.

TEMORES INFUNDADOS

Lo único seguro es que los que temían que Barcelona se llenaría de conciertos en cada esquina se equivocaban. Para Daniel Granados, principal impulsor de la circular desde el Institut de Cultura de Barcelona (Icub), el motivo es evidente: “La música en vivo no es el mejor reclamo para hacer dinero”. El tímido aumento de conciertos tampoco ha aumentado la conflictividad ni las denuncias de vecinos, según fuentes del ayuntamiento. Normal: muchos locales acogen conciertos a menudo medio vacíos. Y los hay de todos los estilos: de pop, tango, jazz, lied...

Granados valora con prudencia el impacto de la circular. “Nunca hemos pensado que sea la panacea ni la solución de nada, sino que abona el campo para establecer otra serie de medidas que sí sean la solución”. “Ya es legal que bares y cafeterías hagan música amplificada” si cumplen la normativa, celebra, pero “hay que seguir trabajando por un marco normativo más laxo”, asume. El futuro es esa categoría Espai de Música Viva que ampare jurídicamente los locales con una trayectoria significativa y en la que se sigue trabajando.

EL SENSOR DE LAS SUBVENCIONES

Entre las medidas paralelas a la circular cuyo objetivo es reforzar el tejido de música en vivo de Barcelona están los 400.000 euros de subvenciones para el acondicionamiento de locales. En breve se sabrá cuántos espacios y cuáles la solicitaron. Ese dato permitirá calibrar mejor el impacto de la circular. Pero el ayuntamiento lanzará otra convocatoria de subvenciones en febrero para los locales que no llegaron a tiempo para acogerse a la convocatoria de otoño.

Gaspar Alloza, arquitecto técnico especializado en acústica, acondiciona locales desde su empresa Arcústic. “En los últimos seis meses he hecho siete presupuestos relacionados con música en directo en bares y he trabajado en tres proyectos de acondicionamiento de bares para hacer música en vivo. No ha sido una gran revolución, pero sí he notado un leve incremento”, percibe.

Algunos clientes de Alloza son locales nuevos, pero ello no significa que abran animados por la circular. La italiana Jolanda Marrone inaugurará pronto un local en Sants llamado Sinestesia. “No es una reacción al cambio de política del ayuntamiento”, aclara. Intentó costear las obras mediante una campaña de micromecenazgo, pero al final ha pedido subvención. La pide porque puede asumir el porcentaje que debe poner de su bolsillo. No todos los bares pueden.

EL LABERINTO DE LAS ASOCIACIONES CULTURALES

La visión desde las asociaciones culturales es mucho más escéptica. A Sergio Marcovich, de El Arco de la Virgen, le parece que la nueva circular no cambia “en nada” la situación. Lamenta especialmente que la actitud del ayuntamiento haya sido “comunicativa y no participativa. No escucharon las exigencias de los locales de pequeño formato con mucha experiencia y trayectoria”, denuncia.

La situación de este local del Raval sigue bloqueada, pues la circular no resolvía el caso de las asociaciones culturales. Pero las cosas también están cambiando en este flanco. El Icub ultima la creación de un epígrafe que les permitirá entrar en la legalidad. Para Marcovich es “un muy tímido pasito adelante. Las entidades culturales son un mundo aparte. No son bares aunque tengan un office, no son salas de conciertos aunque a veces haya músicos tocando, no son teatros a pesar de que haya representaciones”, describe.

El epígrafe resolvería casos como el suyo, pero para abrir debería realizar una reforma arquitectónica inasumible para un negocio sin apenas beneficios.      

UN RITMO LENTO

Tras seis meses, la sensación de progreso es incierta. Pero, si la legalización y reivindicación de la música en vivo como un valor cultural en Barcelona fuera una excursión de diez kilómetros, ¿cuánto terreno se habría avanzado ya? “Del marco normativo, por distancia hemos recorrido cinco, pero por peso e importancia, son tres. Y del camino total, uno”, calcula Granados. “Entre que generas el marco, ofreces ayudas para que la gente se adapte a ese marco y la gente lo hace, habrá dos o tres fases. Estas políticas tienen unos ritmos lentos. Los frutos se verán en dos, tres o cinco años. Queda mucho camino”, advierte.