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La onda sónica

'El asunto Tornasol' es el libro de un profeta, la profecía de un dibujante que vaticina el futuro en dos hileras de viñetas

Diada 2018

Diada 2018 / RICARD CUGAT

Javier Pérez Andújar

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Este año el golpe de efecto de la Diada ha consistido en proyectar una ola de sonido que recorrió buena parte de la Diagonal. En Barcelona no somos nada sin Tintín, y esto es lo que por encima de todo nos une a Bruselas. No hay ciudad más tintinófila que la nuestra, ni siquiera París, que tantas veces ha pretendido adueñarse del personaje y de su mundo. En ese esfuerzo de los franceses habita el afán colonial, el frenesí de ejercer el dominio total sobre una lengua que no solo se habla en Francia, naciera donde naciera.

Los idiomas son como las personas, no tienen una sola raíz, o siempre está muy lejana, ellos mismos son el sustrato, una infinita acumulación de sustratos. Barcelona, el puerto con sus grúas, los encantes, una ciudad no muy grande pero tampoco pequeña, sus habitantes disparatados, burgueses solemnes y políticos pintorescos, el periódico en los transportes públicos (disculpen el anacronismo), hombres de negocios llegados de países lejanos, indigentes misteriosos, su cielo plomizo (Barcelona tiene una lluvia muy europea), las calles (de las viñetas) donde se cruza la gente con apellidos flamencos y valones, aunque en el tebeo solo se expresan en una lengua y así recuerdan que un idioma oficial, el que sea, tan solo es un pacto, una ficción, y que en la realidad está ocurriendo otra cosa (y eso no hay quien lo pueda controlar, porque de lograrlo sería el fin de la historia)..., es todo esto lo convierte a Barcelona en la auténtica ciudad de Tintín.

En Barcelona no somos nada sin Tintín, y esto es lo que por encima de todo nos une a Bruselas

De las acciones, o como se diga esto que antes he llamado golpe de efecto, de las últimas Diadas, ha sido la de este septiembre la más fascinante, pues entronca con el inicio de una de las más conmovedoras aventuras de Tintín, 'El asunto Tornasol'. Es la que en parte transcurre en Suiza, con la conferencia nuclear en Ginebra y el hotel Cornavin frente a la estación de trenes de esa ciudad y el cielo enrejado por los cables del tranvía. Son magnéticas sus primeras páginas donde Moulinsart sufre el ataque de los ultrasonidos, un arma secreta capaz de destruir cualquier cosa que se ponga por delante. La aparición de las ondas está precedida por la lluvia en el campo, los paraguas vueltos, los relámpagos, los cristales que estallan sin explicación y la irrupción de Serafín Latón, el vendedor de seguros (al que Hergé dijo haber creado como caricatura de la clase media belga y del pesado que va con su familia a todas partes).

En este álbum el personaje más frágil, más desvalido, es víctima y protagonista. Ha sido secuestrado y suplantado por un doble. Bordurios y syldavos siempre a la greña, y él lo paga. En la portada, Tintín y Haddock ocultan a su querido Tornasol tras una roca, lo ponen a salvo de los soldados, y el profesor yace inconsciente en brazos de sus amigos. ¿Recuerdan el entierro de Cristo de Caravaggio, o mejor el de Tiziano, que está en el Prado? Pues es eso lo que ha representado Hergé en esta cubierta. El capitán Haddock lo mismo que José de Arimatea sujeta de las axilas el cuerpo yacente de ese hombre que fue capaz de obrar prodigios, aquí el lienzo que lo recubre es su eterno gabán verde, y a sus pies Tintín ayuda y vigila igual que hizo Nicodemo. Están junto a unas rocas como homenaje al sepulcro cavado en otra roca. Y por la colina campa el ejército bordurio al modo de soldados romanos.

Cuando Puigdemont y su equipo se afincaron en Waterloo, fue Moulinsart lo primero que me vino a la cabeza

'El asunto Tornasol' es un álbum de pasión desde antes de abrirlo. Es también el libro de un profeta, la profecía de un dibujante que vaticina el futuro en dos hileras de viñetas. Ábranlo poco antes del final, y miren la parte baja de la página. Un monitor de televisión retransmite el temblor, el derrumbarse de unos rascacielos, “orgullosos edificios”, al otro lado del Atlántico. Aquí han sido los ultrasonidos, no un par de aviones; pero las imágenes solamente nos hablan de la imagen, de lo que vemos, no de sus causas. Hace tiempo que todos hablamos de nosotros mismos sin parar, y esto ha pasado también a la política. De modo que, recurriendo a un retruécano, podríamos decir que la política no es más que imagen.

No puedo entender el mundo si no es con los tebeos. A decir verdad, lo que comprendo son los tebeos y lo demás se me escapa. Así, cuando Puigdemont y su equipo se afincaron en Waterloo, fue Moulinsart lo primero que me vino a la cabeza. Ya sé que una y otra residencia no tienen nada que ver, pero también puede considerarse que ambas son producto de un unicornio (*Véase 'El secreto del Unicornio'). En 'El asunto Tornasol', Haddock protagoniza el gag de la tirita, uno de los más célebres de las serie de Tintín. El capitán vuelve en avión y de repente se da cuenta de que lleva en la nariz una tirita que le pusieron medio álbum atrás. Ya no le hace falta, ha cicatrizado la herida; pero la tirita persiste, es tan enganchosa que cuando quiere quitársela se le pega por todas partes. Al final la pierde de vista, pero se ha pegado a otros pasajeros, y así van quitándosela de encima hasta que acaba en el piloto, que no entiende de dónde le ha venido. Metáforas.