El sucesor

De Santpedor a Bellcaire

Tito Vilanova compartió enseñanzas con Guardiola en La Masia, fue discípulo de Rexach y garantiza la continuidad del modelo sin rupturas

Tito Vilanova, en un entrenamiento de hace unos meses en la ciudad deportiva del Barça.

Tito Vilanova, en un entrenamiento de hace unos meses en la ciudad deportiva del Barça.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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Con permiso de El timbaler del Bruc, nadie ha dado más fama a Santpedor que Pep Guardiola. No se conoce una personalidad que pueda discutir quién es ahora el personaje más ilustre de Bellcaire d'Empordà, una población de menos de 700 habitantes del Baix Empordà delimitada entre el triángulo que forman L'Escala, Verges y Torroella de Montgrí. Francesc Vilanova Bayo (17 de septiembre de 1969), Tito para los amigos, Pito para Mourinho, toma el relevo de otro chico de pueblo, culé de cuna como el todavía hoy primer entrenador, para perpetuar el mejor Bar-

ça jamás conocido.

El Barça se asegura con el nombramiento de Vilanova la perfecta continuidad de un modelo que se ha ido perfeccionando en los últimos 20 años y que sigue en permanente evolución. Una sucesión tranquila, nada traumática, que se asemeja a la efectuada en otros clubs que se vieron obligados a cambiar de técnico cuando el equipo vivía una etapa de éxito. Pasó en el Ajax de los años 70 (Vic Buckingham, Rinus Michels, Stefan Kovacs), en el Liverpool (Bill Shankly, Bob Paisley, Joe Fagan, Kenny Dalglish) y, en menor medida, en el Milan de los 90 (Arrigo Sacchi, Fabio Capello). Vilanova lleva al lado de Guardiola desde el 2007, cuando el jefe fue a buscarle a Terrassa para que se convirtiera en su ayudante en el Barça B.

Tito bajó del despacho de director técnico egarense a Tercera antes de subir hasta los cielos. Hasta la eternidad de una era inolvidable.

Asesor de todos

«Nano, no t'ho pensis ni un segon», le aconsejó Charly Rexach a Vilanova cuando este le hizo saber la oferta de Guardiola. El asesor de Rosell les tuvo a los dos de discípulos, y siempre ha sido una voz que los dos han escuchado. De él han extraído las bases de la filosofía futbolística que impuso Cruyff en 1988, en la génesis del dream team.

No era la primera vez que Vilanova descendía peldaños. Su carrera futbolística no alcanzó las dimensiones ni la brillantez de su amigo. Guardiola saltó por la ventana de La Masia al Camp Nou cinco años después de entrar en la residencia. En ella ya estaba Vilanova. Allí se conocieron y cultivaron la amistad que luego han perpetuado. Allí compartieron los sueños que han cumplido en plena madurez vital. Allí fundaron el grupo Els golafres, al que también pertenecen Aureli Altimira y Jordi Roura, también chicos de pueblo, también hoy integrantes del cuerpo técnico, para brindarse homenajes gastronómicos y tertulias inolvidables.

Otra vez juntos

El fútbol les separó y el fútbol les unió. De nuevo en el Barça, 15 años después de que Vilanova, tras dos años en el filial (1990-92), se marchara para ganarse la vida. Primero al Celta (92-95), luego al Badajoz, Mallorca, Lleida, Elche y Gramenet hasta colgar las botas por una lesión en la rodilla. Dirigió al Palafrugell y fue director técnico del Figueres y el Terrassa.

Guardiola se echa a un lado y no estará con sus amigos «de cuerpo presente», como bromeó ayer, sino espiritualmente. Siempre con el teléfono a punto por si le piden ayuda o le convocan a una costellada. Igual que hizo Vilanova, convalenciente de la operación que sufrió en la glándula parótida, cuando llamó a Carlos Naval, el delegado, durante el Villarreal-Barça.

«Si te sientes capaz, si te sientes con energía, y crees que los harás funcionar, no lo dudes, es la oportunidad de tu vida; si tienes dudas, plantéatelo porque esto es muy exigente», fue el consejo que Guardiola le brindó a Tito cuando Zubizarreta le propuso ser el nuevo primer entrenador. Vilanova ya ha pasado lo peor: la enfermedad y el tratamiento sufrido a raíz de la intervención que sufrió en noviembre, en vísperas del Milan-Barça de la liguilla.

El dedo que señala el camino

Por entonces Guardiola ya se planteaba dejar el banquillo. «Mou, tu dedo nos señala el camino», se leyó en una pancarta en el Bernabéu después de la agresióndel técnico blanco en la vuelta de la Supercopa. Ese dedo inspiró a Zubizarreta cuando barruntaba el nombre del sustituto del ya mítico Guardiola. No se sabe cuál debió ser la primera respuesta de Sandro Rosell, el presidente. Igual se azoró. Ocho años antes, en el 2003, y ejerciendo de vicepresidente deportivo en el mandato de Joan Laporta, asumió la reestructuración del fútbol base. Una de las víctimas fue Vilanova, que a partir del 1 de julio se convierte en un pilar fundamental sobre el que se apoyará la estabilidad del club que dirige.

Entonces, Vilanova era un entrenador feliz por contar con un equipo espectacular. Muy similar al de ahora, salvando distancisas y categorías. En sus manos tenía chavales como Cesc Fàbregas, Gerard Piqué y un chaval pequeñín y callado. Era argentino. Por más señas, respondía al nombre de Leo Messi. Vilanova no firmó servilleta alguna para ficharle, lo hizo Rexach, pero presentó al árbitro la primera ficha federativa para que el astro mundial debutara en el Barça.

Ellos, Cesc, Piqué y Messi, críos quineañeros que recibieron las enseñanzas de Vilanova, serán ahora el sostén del futuro.

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