12 años con Messi

La estrella, con ocho Ligas y cuatro Champions, guía al Barça al paraíso desde su debut en Montjuïc en el 2004

Messi: Ocho minutos y doce años años después.

Leo Messi debutó en Montjüic ante el Español. Jugó ocho minutos, tras sustituir a Deco. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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En aquella fría noche en la montaña olímpica de Montjuïc del 16 de octubre del 2004, fue Frank Rijkaard  quien lo acunó con mimo. «Tranquilo, Leo. Con paciencia, y poco a poco, vas a llegar». Pero ni siquiera el técnico holandés podía intuir que llegaría tan lejos, capaz de guiar al Barcelona al paraíso conquistando ocho Ligas, cuatro Champions (2006, pese a la lesión del astro argentino, 2009, 2011 y 2015), tres Pichichis y dos Botas de Oro.

Aquel día, en un triste derbi resuelto por un gol de rebote de Deco ante el Espanyol de Lotina donde brillaban KameniPochettino, entonces jugador, De la Peña y Tamudo, cambió la historia del fútbol. Para siempre.

Salió en el tramo final del partido, sustituyendo, precisamente, a Deco, recostado entonces en la banda derecha ejerciendo de extremo puro. Ahora, con Luis Enrique, también vive ahí, pero su área de influencia es descomunal, capaz de asomarse por todas las esquinas del campo. Y siendo, además, decisivo en todos los aspectos. «¿Nervioso cuando me llamó el míster para salir? No, en absoluto», se preguntó y se respondió el mismo Messi, adolescente atrevido, pero, a la vez, paciente.

"Tranquilo, Leo. Con paciencia, y poco a poco, vas a llegar. Cuando debutó se vio todo lo que era" (Rijkaard)

«Cuando debutó se vio todo lo que era», recordó después Rijkaard, rechazando aquella frase que soltó el delantero a este diario en sus inicios. «El míster me llevó muy bien», dijo Leo. «Yo no tengo nada que ver, él se llevó solo porque tenía una calidad y un talento impresionante», replicó Frank.

17 AÑOS, 3 MESES Y 22 DÍAS

El gesto cómplice con Deco, la mirada cariñosa de Carlos Naval, el todavía delegado del Barça, y el cuchicheo de Rijkaard con Ten Cate, su ayudante, aplaudiendo ambos, al igual que Ángel Mur, el eterno masajista del equipo, quedan como los elementos decorativos de una foto fija de una imagen que alteró la historia de este deporte. Lotina, con traje oscuro y brazos cruzados, también aparece.

A pesar de su juventud (tenía 17 años, tres meses y 22 días), Messi tuvo un impacto inmediato, más allá de esos ocho minutos en Montjuïc. «El entrenador me dijo que me ubicara sobre el lateral derecho del ataque, que tuviera el balón y que jugara», reveló el joven, quien guardó aquella camiseta con el dorsal número 30, el primero que lució como profesional, para entregársela a Celia, su madre. Ella no pudo ver su debut en Montjuïc, pero Jorge, su padre, no se despegó ni un segundo de él.

EL HILO ARGUMENTAL

Habían pasado cuatro años y un mes de su llegada a La Masia. A pesar de los complejos inicios –el retraso en el transfer internacional unido a una lesión le tuvieron seis meses sin jugar–, no tuvo la tentación de abandonar. Más bien, todo lo contrario.

Resistió hasta que Rijkaard le abrió la puerta en la montaña olímpica. Por ahí se coló para instalarse en la cima. «Jamás imaginé todo lo que me tocó vivir», confesó el pasado mes de febrero el propio Messi a cinco capitanes de diversos equipos inferiores del Barça. Ni él, ni nadie habría soñado algo así.

Se ha convertido Leo en el hilo argumental, por encima de entrenadores o compañeros, de la historia del Barcelona, a la que ha transformado en poco más de una década, llenando el Museo de trofeos favorecido por una idea de juego que ha potenciado su talento. En Argentina, su país, nunca lo entendieron; en Barcelona, sí.

"Leo es el mejor de todos los tiempos. No solo por sus números sino por la comprensión del juego" (Luis Enrique)

Pero nada resulta tan valioso como la conquista del fútbol. Trasciende incluso por encima de sus cinco Balones de Orocinco Balones de Oro, cuatro de ellos consecutivos, porque la obra, aún inconclusa de Leo (tiene 29 años), perdurará para siempre.

145 SEGUNDOS Y GOL

En Montjuïc empezó de suplente; el sábado ante el Deportivo, también, pero porque venía de una lesión muscular que le ha tenido 24 días de baja. A los 145 segundos, y en su primer disparo a puerta, firmó la estrella un golazo imponente. «Ya habéis visto que Messi ha vuelto» ,dijo luego un feliz Luis Enrique. En realidad, Messi nunca se ha ido.

Desde Montjuïc hasta aquí ha trazado un camino prodigioso capaz, además, de reinventarse como futbolista a cada momento. Del extremo con regate atrevido y obstinado que disfrutó Rijkaard se pasó al explosivo goleador que descubrió Guardiola como falso nueve hasta su retorno a la banda derecha para cohabitar en el tridente con Neymar y Luis Suárez, el nueve que mejor le ha entendido. Quizá el único.

A Leo, padre de Thiago y Mateo, le tocó este verano superar uno de sus momentos más delicados –tercera final consecutiva perdida con Argentina luego fue condenado a 21 meses por fraude fiscal–, pero se levantó charlando con el balón.