LA ACTUALIDAD AZULGRANA
Messi, año 10
El delantero del Barça, a punto de atrapar a Zarra, cumple una década añadiendo registros novedosos a su fútbol espectacular
No son los goles (más de 400), ni los títulos (21), ni los Balones de Oro (cuatro consecutivos), ni siquiera su impacto en el fútbol mundial, equiparable a su irrupción tal día como hoy hace 10 años en un estadio, el Olímpico de Montjuïc, donde ya no se juega a fútbol ni se practica deporte alguno. Es su influencia.
Justo este jueves se cumple una década desde que suplió a Deco, el 16 de octubre del 2001, ante el Espanyol, en el derbi ciudadano. Hace una década de su debut con el primer equipo, que Leo compite contra Messi. O Messi contra el recuerdo de Leo, un futbolista inigualable, comparable a cualquiera de los cuatro grandes: Pelé, Di Stéfano, Cruyff y Maradona. Hace tiempo ya que no mira al fútbol que le rodea, a inicios del siglo XXI, sino que se le emparenta con los cuatro pilares que sostuvieron este juego en el siglo pasado.
Reinvención continua
Cada partido es un nuevo relato. Antes extremo derecho, en los tiempos de Frank Rijkaard, maradoniano en sus jugadas y en sus goles. Luego, en la época de Pep Guardiola, demostró que no hace falta ser un delantero centro de verdad para marcar tantos goles como un falso nueve. Y ahora, pasado su peor momento, castigado por las lesiones, aturdido por los problemas físicos y extradeportivos --Hacienda ha sido su peor contrincante--, Messi se reinventa. Ya no es extremo. Ni nueve. Ni falso nueve. Ni 10, el dorsal al que honra en el Camp Nou desde que Ronaldinho, el ídolo que sembró su camino, se lo cedió antes de irse camino de Milán en una precipitada retirada del fútbol aristocrático.
Messi es todo en uno. Extremo, interior, asistente, socio ahora de Neymar, cómplice de Luis Suárez, a quien acoge en el vestuario a la espera de reencontrarse en el campo, y, sobre todo, líder. El gran Barça, el mejor de la historia, el Barça de Pep, se construyó en torno a un jugador diminuto --siempre lo llamaron 'la Pulga'-- con una influencia devastadora en todas las áreas del campo.
Devorador de marcas
Entre el 30, el dorsal que tenía en su debut, la suma del 10 de Ronaldinho y el 20 de Deco, sus dos faros al inicio, y el 10 que luce ahora se ha vivido una década maravillosa. Para el Barça --sin Leo tenía una Champions; con Leo, atesora cuatro--, para el jugador --elevado a los altares del fútbol mundial-- devorando récords con tal rutina que los libros de historia no podrán explicar en generaciones venideras lo que ha significado, y significa, para el juego. Ahora es Zarra, de momento el máximo goleador de la historia de la Liga (le faltan tres para superar las 251 dianas, lo que puede suceder en el Camp Nou ante el Eibar o en el Bernabéu contra el Madrid), quien siente la amenaza de Messi. Como antes lo fue Paulino Alcántara, César, Müller... Jugadores todos ellos a los que ha devuelto el presente esta máquina de hacer goles.
Son 10 años. Y han pasado tres presidentes (Joan Laporta, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu), cinco entrenadores (Frank Rijkaard, Pep Guardiola, Tito Vilanova, Tata Martino y ahora Luis Enrique), varias leyendas del club (Puyol, Valdés), estrellas mundiales (Henry, Etoo, Ibrahimovic, Villa), pero nadie ha resistido de pie, ni con tanta grandeza, en un club tan volcánico. Cambia el Barça, se renueva, evoluciona, pero Messi es el pilar donde se sostiene. Antes extremo, luego goleador, ahora asistente. Poco importa, en realidad, de que juegue Messi. Él es el fútbol del siglo XXI. Él es el Barça de la última década. Y, por supuesto, el de la próxima.
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