Luis Enrique, el 3-4-3 de la resurrección

El técnico cambió con éxito el sistema y encadena cuatro victorias consecutivas, con un parcial de 19 goles a favor y solo tres en contra

Luis Enrique, en el último entrenamiento del Barça antes de viajar a Riazor.

Luis Enrique, en el último entrenamiento del Barça antes de viajar a Riazor. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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MENOS DEFENSAS, MÁS SOLIDEZ

A veces, las grandes soluciones llegan por pura supervivencia. Veía Luis Enrique como el Barça se consumía en el Parque de los Príncipes con una defensa tradicionalmente titular (Sergi Roberto-Piqué-Umtiti-Jordi Alba), a la que el París SG trituró con 16 disparos, 10 a puerta y cuatro goles siendo entonces Ter Stegen el mejor azulgrana de una dramática noche. Contra el Leganés, el mismo dibujo táctico (4-3-3) para otro partido de terrible agonía y sufrimiento, salvado por Messi en el último suspiro con un penalti que ni celebró. No había nada que celebrar.

"Si hay algo que no me podéis llamar es conservador" (Luis Enrique)

Al no tener ya laterales derechos a los que mirar (Sergi Roberto estaba exhausto tras meses y meses de galopar por la banda y la grave lesión de Aleix Vidal en Vitoria), Luis Enrique revolucionó el dibujo en un escenario terrible: el Calderón donde habita el cholismo de Simeone. De pronto, y sin previo aviso, el técnico recurrió a una atrevida línea de tres defensas. O tres centrales: Piqué (derecho), Umtiti (centro) y Mathieu (izquierda). «Si hay algo que no me podéis llamar es conservador», recalcó este sábado el asturiano. De 

perdidos al río, debió pensar Luis Enrique.

El Barça no tuvo el balón en la primera parte, sufrió la embestida inicial del Atlético, pagó los desajustes lógicos de un dibujo (el 3-4-3) que no tenía interiorizado, pero, a cambio, sorprendió a Simeone. Ese fue el primer gran éxito del nuevo dibujo. En la segunda parte del Calderón todo fue mejor, más allá del gol salvador de Messi (que lo celebró como si no hubiera un mañana). El equipo defendió mucho mejor ya que el Leganés lo apretó más –11 tiros, seis a puerta– que el Atlético –13 disparos, pero solo cuatro al marco de Ter Stegen–. Y el único gol rojiblanco llegó en una acción a balón parado: falta lateral de Koke cabeceada por Godín.

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Fue luego cambiando las piezas de su estructura defensiva, usando, por ejemplo, a dos jugadores de bisagras. Era Sergi Roberto interior cuando atacaba el Barça o lateral cuando defendía (Atlético y Celta) o la más novedosa de Busquets de mediocentro y central (dos en uno frente al Sporting). Cambiaban los nombres pero no la idea de jugar con tres atrás, evolucionada al límite ante el París SG cuando Luis Enrique prescindió de los laterales.

No usó el técnico ni a Jordi Alba ni Sergi Roberto. Buscó a tres especialistas en el arte de la defensa. Mascherano (derecha) y Umtiti (izquierda), dieron un máster de anticipación, mientras Piqué iba a lo suyo, gobernando su área. 10 tiros a puerta hizo el PSG en París;  tres en el Camp Nou. 

VIAJE PARA CONECTAR Y ENCONTRAR A MESSI

Andaba Busquets desamparado y hasta atormentado porque no solo le costaba recuperar el ritmo tras el esguince que padeció en Eibar en su tobillo derecho. Estaba mustio el medio centro azulgrana porque no tenía socios en la sala de máquinas. Además de hacerse largo y destensado el equipo, también quedaba deseestructurado colocando entonces a Busi bajo sospecha. No es, por lo tanto, nada casual que el retorno del mejor Busquets haya coincidido con el Barça de los cuatro centrocampistas, por mucho que Luis Enrique haya ido variando los interiores de ese nuevo rombo coronado por Messi.

Quería el técnico conectar más con la estrella, abriéndole, al mismo tiempo, otro paisaje táctico. Quería, en realidad, encontrar a Messi en escenarios nuevos para desactivar a los rivales, acostumbrados últimamente a que arrancara desde la banda derecha. Pero el 3-4-3 permitió a Leo colocarse por detrás de los tres delanteros con mayor mirada panorámica sobre el juego, disfrutando, al mismo tiempo, de más líneas de pase.

Messi tenía así un nuevo rol en un Barça distinto. Distintas eran, por ejemplo, las parejas de interiores que escoltaban cada día al astro argentino, capaz de llegar a jugar en paralelo con Busquets durante algunas fases de los partidos. De pronto, el equipo era más compacto y, además, mucho más solidario. En ese revolucinaria estructura, hay dos figuras que resultan intocables: Busquets y Messi.

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El medio centro lleva la brújula; el genio lo mueve todo desde esa posición tan argentina de enganche, con una ascendencia descomunal sobre el juego. De nuevo, el Barça rescata la identidad perdida a través del pase intimidando de tal manera al PSG que vivió el 80% del partido del Camp Nou con todas las líneas conectadas a través de la pelota. Empujaba la defensa de tres, tiranizaba el centro del campo con la pelota y Emery se acobardó colgado del larguero del transparente Trapp.

Con ese dibujo tan atrevido, Luis Enrique no solo ha recuperado la mejor versión de Busquets esta temporada sino que también le ha permitido rescatar al valioso Rakitic, antes imprescindible en la banda derecha que formó con Alves y Messi en el Barça del triplete. Ahora, sin embargo, el croata, que acaba de renovar hasta el 2021, justo después de la mágica noche europea, actuó con gran solvencia de volante zurdo (Celta) como en su tradicional rol de interior diestro (París SG), pero con funciones muy distintas. El Barça volvió a pasarse bien el balón y, además, lo robó mucho más cerca del área contraria. 

UN TRÍO PARA ATACAR (Y DEFENDER) DISTINTO

El tridente, entendido como tal, se ha deshecho con el 3-4-3. O no. En los cuatro últimos partidos, Luis Enrique ha modificado el equipo de forma tan sustancial que ha alterado su rostro defensivo y, por supuesto, el centro del campo. Pero no tocó nada en la portería ni en el ataque manteniendo el mismo trío de delanteros.

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A más riesgos, mejor Ter Stegen. Cuando más peligro tenía, más gigante se ha hecho la figura del portero alemán. En la delantera, eran tres, pero con roles radicalmente distintos a los del tridente. El técnico confinó a Rafinha en la banda derecha con un doble objetivo: ensanchar el campo al máximo para abrir circuitos de pase para Messi por detrás y ayudar defensivamente cuando el Barça perdía el balón.

Idéntica misión que ha venido ejerciendo Neymar, cada vez más comprometido cuando debe correr hacia atrás, sin perder ni uno solo de sus rasgos más singulares: genialidad en su fútbol eléctrico y desborde atrevido con sus imprevisibles regates. 

Además, el brasileño ha recuperado el gol que tenía perdido al inicio de temporada, asomándose ya como heredero a ese indiscutible trono que ocupa Messi. Es un 3-4-3 con balón y un 4-4-2 sin balón. Dos sistemas en uno. Suma Neymar cuatro tantos en los tres últimos encuentros, elevando, además, su porcentaje de acierto. Dos goles han sido de falta directa (Sporting y París SG), uno de penalti (PSG) y esa maravillosa obra de arte al Celta elevando el balón con una hermosa vaselina en el balcón del área pequeña .

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Ataca con tres el Barça, pero cuando defiende su primera línea de presión la forman solo dos jugadores: Suárez y Messi. Pero el 10 está mucho más liberado de esas tareas y no solo por razones obvias sino porque el equipo se repliega con una línea de cuatro centrocampistas, incrustados en esas zonas tanto Neymar, a quien se le ha llegado a ver recuperando balones como lateral, y Rafinha. El dibujo que observa Ter Stegen desde la portería cuando le atacan queda compuesto por cuatro defensas, cuatro mediocampistas y dos delanteros, teniendo una solidez que no exhibía antes.

Tres goles ha encajado el Barça en 360 minutos y dos de ellos (Godín y Cavani) en acciones a balón parado. Pero el gran cambio es que Luis Enrique ha conectado al equipo para que llegue más al área y, sobre todo, dispare más, inclinado descaradamente a la banda izquierda donde Neymar absorbe el juego ofensivo: el 38% de los ataques ante el París SG llegaron por ese flanco. El problema para el técnico es que en Riazor no estarán Neymar ni Rafinha.