Granada resiste en el alambre

El equipo andaluz disfruta aliviado de la recompensa de la permanencia un año más y espera feliz al Barça entre el ruido de los maletines

El entrenador del Granada, José González, observa a sus jugadores mientras se hacen una foto de grupo antes del entrenamiento de este jueves

El entrenador del Granada, José González, observa a sus jugadores mientras se hacen una foto de grupo antes del entrenamiento de este jueves / periodico

MARCOS LÓPEZ / GRANADA

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Llueve mucho en Granada. Pero, en realidad, llueve menos. Llueve y sale el sol al pie de la Alhambra en una ciudad que ha vivido un lustro de milagros deportivos. Cinco años increíbles que le han mantenido en Primera División, aunque fuera en el último suspiro del último suspiro. Pero por mucha agua que caiga en la ciudad andaluza si alguien cruza las puertas de la modernísima ciudad deportiva del club andaluz descubre al instante la sensación de felicidad.

Llegan aliviados los jugadores al desayuno, bromeando como no habían hecho en el último mes, cruzando felices el hall que separa el vestuario de la zona de almuerzo, mientras José González, un anónimo técnico, sin apenas experiencia en Primera División, transforma la pequeña, pero coqueta sala de prensa  en una sala de vídeo. Tocaba estudiar al Barça de Luis Enrique. Al Barça del tridente. Pero desde la tranquilidad del trabajo bien hecho.

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Llevan varios días de fiesta en Granada, coincidiendo con el 1-4 en el Sánchez Pizjuán al Sevilla que no era el Sevilla, bajo el sonido de los maletines que nunca se ven, pero siempre están por ahí. Al punto de que Barral, el veterano delantero repatriado del Al-Dhafra de los Emiratos Árabes Unidos, y Cuenca, rescatado del Bursaspor turco, se ponen a bromear delante de las cámaras, frivolizando con el dinero que llegará de cualquier lugar para frenar al Barça en su lucha por la Liga.

SONRISAS SIN PARAR

En el último mes, una vez cruzadas las puertas de ese funcional recinto deportivo construido hace menos de un año al lado del Polígono, uno de los barrios marginale s y más conflictivos de Granada, ese que no sale en los folletos turísticos, no se escuchaba casi ni el respirar de los futbolistas. Ahora, en cambio, las sonrisas que salen de la zona norte de la ciudad se oyen en cualquier rincón, bromeando como estaban los futbolistas, felices de haber mantenido al equipo, una vez más, en la elite del fútbol español. Ya es tradición. Todos sufren, pero el Granada de Quique Pina, el presidente que tutela la inversión de la familia italiana Pozzo, se salva siempre. Es puro funambulismo porque sobrevive a las situaciones más adversas un club que está a punto de ser comprado por un poderoso inversor chino.

Quizá el sábado, ya con el Granada en Primera, sea el último partido de Pina en el palco. Y de los Pozzo como dueño. Pero desde que cogieron el club ("antes deambulábamos pidiendo campos para poder entrenar, ahora tenemos esta moderna ciudad deportiva", dijo Juan Carlos Cordero, el director deportivo del club) cuando se abrieron esas puertas, ahora presididas, por un escudo gigantesco y dos palabras que resumen todo: Eterna lucha.

Llegaron los Pozzo a Andalucía y el equipo en dos años subió de Segunda B a Primera División, con Fabri en el banquillo. Desde entonces, no han vuelto a bajar, sostenidos, en determinados momentos, por éxitos de últimas hora cimentado siempre en una revolucionaria política deportiva con el triángulo que tienen establecido los Pozzo por Europa: Udinese en Italia (lo compró en 1986), Granada en España (2009) y Watford en Inglaterra (2012).

CIRCUITO DE JUGADORES

A partir de ahí, se activa un intercambio de jugadores, casi siempre jóvenes anónimos, atrapados gracias a una poderosa red de 'scouting' (así descubrieron al chileno Alexis Sánchez, a quien vendieron al Barça por 40 millones de euros), que les permite escoger tres bases para desarrollar su talento. Adabelto Peñaranda (cumplirá 19 años el próximo 31 de mayo), la joven promesa venezolana, pertenecía al Udinese, que lo cedió al Granada y, curiosamente, en este mercado de invierno, ante el temor de que fuera abordado por algún grande (su cláusula era de 20 millones de euros), fue fichado por el Watford de Quique Sánchez Flores, que pagó 10.5 millones.

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¿Pero dónde juega realmente Peñaranda? Mañana lo verán en el Nuevo Los Cármenes enfrentado al Barça, dispuesto a desmontar a la defensa de Luis Enrique gracias a su atrevimiento y gran velocidad, mientras González, ese técnico desconocido, a quien Pina y Cordero recordaban de su época en el Cádiz, ha obrado el quinto milagro en cinco años. Apenas 24 partidos con el Albacete en Primera (temporada 2004-2005) parecían poco palmarés para un entrenador desconocido en los grandes canales del fútbol español, que peleaba, por ejemplo, con Camacho por ese puesto. Ganó él.

FUTURO INCIERTO

Pero Pina y Cordero desoyeron el ruido que se escuchó en Granada cuando apareció el nombre de José González, el desconocido, para suplir a Sandoval. El mismo que estaba ayer, con gorra, paseando tranquilo por el campo de entrenamiento de la ciudad deportiva, desconociendo, al mismo tiempo, si continuará la próxima temporada, a pesar de haber cumplido con su trabajo. Siete entrenadores en cinco años, ocho si se incluye el interinaje de Aguado, el técnico del filial, demuestran que el banquillo del Nuevo Los Cármenes es realmente peligroso. Devoró a Fabri, Abel, Anquela, Alcaraz, el único que puede presumir de estar una temporada de inicio a fin, de la jornada 1 a la 38, Caparrós, el que tenía más nombre, pero ni eso le salvó, Abel, de nuevo, Sandoval.

Todo es incierto en Granada. La propiedad del club, el futuro de la plantilla porque hasta el central madrileño Mainz, el único que está desde el 2009 jugando en Segunda B, se despide mañana. Vino cedido por el Udinese, claro.