El Barça se recompone

Suárez levanta un partido que se complicó con el gol de Torres y la actitud ultradefensiva del Atlético

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JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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El Barça moderno es el que se rebela contra el negro destino que se le presenta ante sí. A diferencia del antiguo, que desapareció hace años, no se distrae con la lluvia, no se arruga ante las patadas y no llora contra un mal árbitro. Pelea en pie hasta que cae rendido. Dotado de una calidad excelsa, puede superar todas las adversidades y vencerlas. Es el Barça que batió a Atlético y recuperó el hábito de ganar que perdió hace tres días.

No era fácil, por más que Luis Enrique siempre sonríe ante Simeone (siete victorias en siete partidos), y no lo fue. Torres adelantó al Atlético y acentuó el dramatismo de los últimos días, obligando al Barça a un esfuerzo sobrehumano para remontar ese tanto que complicaba los cuartos de la Champions.

EL ÁRBITRO SIN RELOJ

Sobrehumano porque el Atlético es un excelente equipo que maneja como nadie la maraña del antifútbol, la trampita de la exageración, la demagogia de la víctima.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La est\u00fapida expulsi\u00f3n de Torres\u00a0","text":"complic\u00f3 al Atleti, aboc\u00e1ndole a un feroz asedio de los azulgranas"}}

Le robó el reloj al árbitro, distraído como un turista alemán por las Rambles, y convirtió un partido de fútbol en uno de balonmano: los amarillos rodeando el área que defendían los azules, una falta cada pocos segundos y vuelta a empezar, o a intentarlo, una jugada de ataque. En ese panorama, Luis Suárez se encuentra como pez en el agua, aunque ayer fuera un pescador despierto para pillar un centrochut de Alba y un centro, de verdad, de Alves. Los dos laterales, débiles el sábado en defensa, brillaron en ataque acompañando al tridente.

UN SOLO PASE

Todavía conmocionado con el gol de Cristiano, otro gol de Torres atontó a los culés. El descalabro de la Liga no acarreará consecuencias, o tardarán en verse, pero el que se perfilaba en la Champions era dramático. Por el resultado, malísimo, y por las condiciones en las que se planteaba la vuelta. El doblete de Suárez alivia sustancialmente al Barça, que podría esperar a ver cuántas páginas tiene el libro ofensivo de Simeone. No lo hará porque no habrá mejor forma de sobrevivir al Calderón que comportarse como el campeón que es de todo.

Acomplejado por el campo vagó el Barça con el 0-1, por lo mucho que le costaba dar cuatro pases horizontales y lo fácil que le resultó al Atlético dar uno solo vertical para marcar. Koke sirvió un balón a Torres que pasó entre tres jugadores y superó dos líneas.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Los rojiblancos le robaron","text":"\u00a0el reloj al \u00e1rbitro para\u00a0que el cron\u00f3metro corriera cada vez que se paraba el juego"}}

EL BALONMANO OTRA VEZ

Si hasta entonces el Barça se veía desorientado, la actitud del Atleti crispó sus ánimos. Simeone ensenó a Oblak el reloj y el cronómetro se puso a correr sin pararse con el juego detenido. Los azulgranas tuvieron que empezar a jugar con lentitud cuando el cuerpo les reclamaba prisa para tragar el vaso de lejía que sirvió Torres, el mejor y el peor de su equipo por su estúpida expulsión. El Atlético fortificó su defensa –si eso era posible- y al Barça le tocó jugar a balonmano.

Sí, como en la época de Guardiola, contra el Inter de Mourinho o el Chelsea de Di Matteo con el dichoso Torres. Simeone estudió en el mismo colegio que ellos. Piqué y Mascherano se colocaron en el círculo central, Alves Alba se apostaron en el balcón del área y el balón voló de pie en pie, de lado a lado hurgando por un hueco, un miserable pasillito como el que disfrutó Koke.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Su\u00e1rez supo pescar dos balones\u00a0","text":"de Alves y\u00a0Alba d\u00e9biles en defensa el s\u00e1bado, brillantes en ataque"}}

Hasta Mascherano se atrevió desde fuera del área intentando un milagro. Lo probó el Jefecito en ausencia de los demás en el primer tiempo. Messi seguía de cerebro pasador lejos del área, Neymar corría a medio gas y Suárez no sabía qué hacer despojado de su función de nueve, en ese retoque posicional en el que persistió Luis Enrique del 4-4-2.

No supo atacar el Barça con el empate, cuando tenía que pensar, y supo hacerlo cuando tiró de instinto. La airada reaparición tras el descanso abocó todos los demonios sobre el área rojiblanca. Con la vena hinchada, el equipo encadenó tres remates, el Camp  Nou se despertó con el larguero de Neymar y el Séptimo de Caballería encerró a los indios, que siguen con vida hasta la semana que viene.  

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