LA JORNADA DE LIGA

Chasco en mala hora

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Dos veces había vencido el Málaga en el Camp Nou en 65 años, aunque su visita más famosa fue la del célebre gol con la mano de Boquerón Esteban (vestido de blanquiazul) y la expulsión de Johan Cruyff (como futbolista) decretada por Melero Guaza. Aquel Barça ganó, pero quedó impactado. Como quedó impactado el Barça de este sábado (0-1), cuyo ánimo es más robusto y ya no se justifica en los errores ajenos. Otro mal árbitro y peor acompañado servía antes como excusa, pero no ahora. Más errores perpetró el equipo.

Empezando por el de Dani Alves, grosero, clamoroso, por ser el penúltimo hombre. Su intento de cesión a Bravo solo provocó la urgente salida del meta cuando Juanmi había iniciado una galopada desbocada al ver la oportunidad de su vida, que nunca se repetirá en el Camp Nou.

Todos al paredón

Alves lo complicó todo, pero al paredón de los culpables le deberían acompañar algunos más. El equipo fue incapaz de remontar un gol contrario en 83 minutos y en el Camp Nou, con el público empujando, con el césped perfecto, con visibilidad impecable y con las estrellas alineadas; la ración de cambios fue mínima y, en todo caso, se comprobará en martes si hubo rotaciones cuando Luis Enrique diseñe el once que se enfrenta al Manchester City en la Champions.

En muy mal día llegó el tropezón, y no tanto porque clausure la racha de 11 victorias consecutivas, sino por la inminencia de la cita europea, y por la imagen deslavazada del equipo. "Si es un accidente, ya se verá en las próximas semanas", dijo Luis Enrique, que hace una semana se vanagloriaba de poseer "el mejor ataque estático del mundo".

Tres marcadores

Estático, muy estático, demasiado estático, carente de movilidad y, lo que es peor, de ideas. Messi acabó lejos del área, como centrocampista pasador en una labor más propia de Xavi, sentado en el banquillo. Neymar se enredó solo con sus cambios y Suárez se vio incapaz de superar a tres marcadores: los dos centrales (Angeleri y Weligton) y el juez de línea, que levantó la bandera todas las veces que se giró ante la portería menos la última: en el tiempo añadido, el charrúa conectó el único disparo azulgrana entre los tres palos del segundo tiempo.

Por ese motivo merece atenuantes la fulminante acusación a Alves. La producción ofensiva fue pírrica, impropia de un Barça con tridente y sin él, y más si en el tramo final ya se trata de un cuarteto plantado en el área ajena. En la segunda ola de retoques tácticos de Luis Enrique, ya estaba Gerard Piqué de delantero centro para descolgar los balones que hace 25 años disputaba Alexanco con los centrales rivales.

Fracasan todos los planes

Hubo un plan inicial de Luis Enrique y otros sucesivos al comprobar que todos iban fracasando entre la impericia local y el buen hacer del Málaga, sólido y muy juntito atrás, y desvergonzado a partir del segundo pase. Juanmi, Castillejo, Horta... futbolistas meritorios y desconocidos, salieron disparados desde atrás con la alegría de saberse con la inesperada ventaja de un regalo. Su bisoñez se demostró en la resolución de los contraataques, de una inocencia candorosa, como un cabezazo que intentó Iniesta en el segundo de los tres remates bien dirigidos. El primero fue de Rafinha que salvó Angeleri.

En aquella fase se veía el Barça convencional que no se sentía apretado por el marcador. A ese le sucedió el Barça que se aceleró con la entrada de Pedro para ejercer de interior izquierdo y el último y desesperado Barça que movió a Pedro a ejercer de carrilero derecho y dejó atrás tres centrales (Mascherano, Busquets Mathieu) porque el cuarto (Piqué) ya estaba en punta.

Sin mentes pensantes

Hacía rato que, en contraposición a esas variantes, el equipo, tozudo, se obcecaba con ataques pocos construidos. Había prisa, sí, pero no tanta como para ahorrarse combinaciones, como para que Neymar Messi hicieran la guerra por su cuenta, como para que no se intentara siquiera un disparo desde fuera del área, como para que no hubiera una puñetera incursión de un extremo abierto hasta la línea de fondo. No había una mente pensante en el campo, estaban todas en el banquillo. Demasiado lejos para darle criterio a la pelota.