El Barça gana a golpe de genios

El tridente alegra el triunfo azulgrana sobre un Villarreal que sucumbió a la efectividad local

Neymar y Messi celebran el primer gol del Barça.

Neymar y Messi celebran el primer gol del Barça. / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Cuatro goles y cien detalles de virtuosismo dieron color al triunfo del Barça, más sufrido en el césped de lo que mostró el marcador, más contundente en los números que en el juego. Indiscutible, sin embargo, por la demoledora demostarción de la delantera local, que produjo suficientes ocasiones para aprovechar las necesarias que garantizasen la victoria y desperdiciar las superfluas, cuando los tres puntos ya estaban amarrados.

Estuvieron amarrados en el descanso, en el momento en que Messi se sacó un conejo de la chistera con un inesperado tiro cruzado que tocó en la defensa y dejó petrificado a Andrés. El Villarreal no se repuso a semejante decepción. El notable primer tiempo realizado le permitía mantener la igualdad (1-1) que rompió el astro con una genialidad de las suyas. Se guardó otra Messi para el final, en un lanzamiento panenka del penalti, superando así los 50 goles (51 suma) esta temporada.

DETALLES FASCINANTES

Messi generó un «oh» de asombro. Neymar provocó decenas, pero ninguno por su gol, por fin, después de un mes árido. Lo suyo son las carreras, los regates, los fascinantes detalles técnicos que le permiten desbordar a cualquiera que se le ponga delante. Si prestara la misma atención al quiebro como al disparo, podría competir con Messi en el Pichichi; cuando menos, con Suárez, la pata central del tridente. Una oportunidad tuvo, y una oportunidad aprovechó. Nadie como el uruguayo para sobrevivir en la carestía.

Así que el Barça sumó otro triunfo con la autoría exclusiva del tridente, que pudo dedicarse a la tarea propia que le corresponde mientras los demás aportaban el trabajo imprescindible que respalda esa apuesta. Unos produjeron goles –por tercera temporada superaron el centenar– y los otros ocho –la presión de Rakitic, los robos de Busquets, la anticipación de Umtiti... – mantuvieron el tinglado en pie. Con algún problema en el primer tiempo y ninguno en el segundo, conmocionado como se había quedado el Villarreal por el golpe de genio de Messi en el 2-1, el más decisivo por el impacto que provocó en el cuadro castellonense.

COMO LOS MEJORES

La quinta mejor entrada generó la visita del Villarreal después del regreso de Guardiola con el Manchester City, del clásico con el Madrid, del milagro ante el PSG y de la caída ante la Juventus. No anda muy lejos el once castellonense de tan encopetados rivales en cuanto a categoría futbolística por más que esté a años luz en relevancia internacional. Y en experiencia acumulada a través de somatizar y superar situaciones críticas como la que le hundió al filo de la media parte, bastante antes de que Suárez estableciera una distancia inalcanzable con el 3-1. Tal vez influyera el buen horario (el primer partido a las 18.30 de la temporada) para que el estadio rozara el lleno, pero el Villarreal es, desde hace tiempo, un adversario a tener en cuenta que se ha labrado el respeto ajeno con buen fútbol.

Y ese buen fútbol lo mostró en muy pocas dosis. El equipo de Escribá quería que no pasara nada, que es la aspiración de cualquier visitante, y consiguió que no pasara nada. O pasara poco. O lo mínimo que puede pasar en el Camp Nou. Lo inevitable. Es decir, que marque Messi. Menos frecuente es que lo haga Neymar cuya producción goleadora es inversamente proporcional a las acciones de peligro que genera. El brillo de su regate contrasta con la opacidad del remate.

INQUIETUD FUNDADA

La inquietud de Luis Enrique ante la visita del Villarreal estaba fundada. El Barça se salvó por las genialidades de sus futbolistas. La igualdad fue máxima en el combate de los colectivos. Incluso pareció más ordenado, más estable y más armonioso el cuadro amarillo, aunque resulta más fácil defender y esperar a verlas venir que asumir el mando del partido que correspondió, como siempre, al Barça, que se apropió del balón.

El control local fue evidente en la segunda mitad. Cuando se vio de pie a Luis Enrique, extrañamente sentado en el banquillo en la primera fase, como si estuviera rumiando juntos a sus ayudantes cómo quebrar la armonía posicional del Villarreal, muy bien encerrado con su 4-4-2. Tan bien encerrado que no chutó hasta el minuto 90. 

SIN BANDA DERECHA

No lo conseguía el Barça con su juego, constante y obcecado en las mismas directrices: balón a Messi en los tres cuartos de campo para que inventara algo o combinara por dentro con Suárez o Neymar. De las irrupciones por la izquierda de Digne, sustituto de Alba, solo se acordó Iniesta; de las de Sergi Roberto o Rakitic por la otra banda, con Messi de espaldas a ellos, nadie. Se cansaron de correr en balde.

El equipo despreció su banda derecha, autolimitándose en el juego de ataque pero sin pagar por ello: los tres delanteros pueden con todo. Con casi todo.

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