El Barça golea con trabajo

Un soberbio Messi guía un contundente triunfo en el que el tridente se reencontró con el gol

Luis Suárez recibe la felicitación de sus compañeros tras marcar el 0-3

Luis Suárez recibe la felicitación de sus compañeros tras marcar el 0-3 / periodico

MARCOS LÓPEZ / EIBAR

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Jugó Messi de Messi. En realidad, jugó de todo. Jugó de líder tiranizando el partido con un dominio insultante, ejerciendo funciones que se le suponían en su día a Xavi o ahora a Iniesta. Y en campos estrechos, pequeños, vericuetos donde parece que no existe salidas ni atajos posibles, emergió el Messi asistente, ese futbolista que oteó latifundios donde otros solo ven atascos de piernas y botas. A partir de ese momento, el Barça aplastó al Eibar con una exhibición de fútbol –hasta un 0-4 puede quedarse corto–, permitiendo, además, el reencuentro con el gol del tridente. En el 2017, había dado síntomas el equipo de Luis Enrique de que había hallado la senda.

Ahora, ya no son solo sensaciones sino certezas auténticas, demostrando, además, el Barça que ha recobrado el pulso que había perdido, el pulso de la presión, ese detalle que es mucho más que táctico para acreditar que tiene hambre. Mucha hambre. Y en cada balón que peleó con el Eibar se dejó el alma, signo de que no se rinde, asimilando, además, que el Madrid emite síntomas de que ha perdido la contundencia que tenía antes.

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DESCANSO PARA PIQUÉ

A su manera, Luis Enrique ha llevado al Barça a donde quería. A finales de enero, rotando más de lo que parece, dando hasta descanso a Piqué, permitiéndose aparecer en Ipurua con una pareja inédita de centrales integrada por dos zurdos: Umtiti, que jerció de central diestro, y Mathieu. A partir de una alineación singular, no era habitual ver a Arda Turan asumir el rol de Iniesta (interior zurdo), algo que no ocurría desde la visita a Gijón a finales de septiembre. Además, el inicio de partido colocó al equipo azulgrana en una situación realmente extraña. De pronto, el Barça quedó impactado. No estaba Iniesta en el campo, quien debía mirarlo por la televisión y, nada más iniciarse el encuentro, veía a Busquets abandonar en camilla Ipurua.

Una fea y, a la vez, innecesaria entrada de Escalante en el balcón del área del Eibar acabó con el medio centro azulgrana pegando gritos de dolor. Ni falta pitó el árbitro. Ni amarilla, claro. Ni tampoco la tarjeta roja que merecía tan antideportiva acción del centrocampista defensivo del conjunto vasco.

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Al Barça, se le hacía entonces todavía mucho más pequeño Ipurua, un estadio donde no se admiten a los cobardes. Ni se les permite tampoco la entrada. Estaba aturdido el campeón cuando Messi, al mirar a su alrededor y descubrir que no solo tenía defensa nueva (Umtiti y Mathieu coincidían por vez primera en el eje de la defensa) sino también tenía un centro del campo inédito: Rakitic estaba escoltado por Denis y Arda. Entonces, el 10 decidió convertirse en mediocampista, regalando asistencias como si fueran golosinas a los niños que acuden en su busca.

UN CAMPO SIN ESPACIOS

En un campo donde no existen los espacios, pequeño, diminuto, con la gente colgada del cuello, ya sean jugadores del Eibar o aficionados, Messi dictó una lección magistral de cómo se deja solo a un compañero. Da igual donde estuviera Leo, fuera falso lateral derecho, improvisado extremo o la réplica de su gran amigo Xavi gobernando el partido desde la sala de máquinas.

Superada la presión inicial del Eibar con pases largos, tanto de Ter Stegen como de Umtiti, el Barça halló acomodo. Bueno, en realidad, lo halló Messi. Cansado de dejar solo a sus socios de ataque (primero Suárez, luego Neymar y, finalmente, Arda), el 10 tomó el mando, aprovechando algo que tampòco es nada habitual: un gol desde fuera del área, un venenoso tiro de Denis que abrió la senda del triunfo. A partir de aquí, dio comienzo la exhibición de Leo.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Ya no es un equipo","text":"\u00a0enfermo sino saludable capaz de superar los problemas y ganar con solvencia sin Iniesta, Piqu\u00e9 ni Busquets"}}

Un escándalo de futbolista por su capacidad para filtrar pases desde los rincones más inexplorados, mientras asustaba al Eibar cada vez que recibía el balón. Superó el impacto de ver a Busquets en camilla, el Barça se organizó a través de un gran Rakitic, que ofreció una lección de medio centro defensivo, mientras Arda supo enseñar que también corre hacia atrás. No es usual ver al turco trabajar, de forma abnegada, en tareas defensivas, al igual que Neymar, quien encontró al final el gol que tanto mereció por su valentía. Hubo minutos hasta para Alcácer y Aleix Vidal, prueba de que el Barça ya no es un equipo enfermo sino saludable, que supera todos los problemas. Con un Messi celestial. 

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