Telecomunicaciones
Genís Roca

Genís Roca

Experto en tecnología y presidente de Fundacio.cat

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Insoportablemente pequeños

Las políticas europeas en este sector han preservado derechos y permitido la libre competencia, pero han provocado una exagerada fragmentación del sector que está perjudicando nuestras infraestructuras y ahora también nuestra soberanía

Sede de Telefónica en Madrid

Sede de Telefónica en Madrid / VIOLETA SANTOS MOURA

En China hay dos operadores principales de telefonía móvil, y en Estados Unidos tres. Grandes mercados gestionados por muy pocas compañías. En cambio en Europa hay ochenta compañías principales de telefonía, por tanto ninguna que sea muy grande. Y si hacemos zoom veremos que sólo en España hay más de seiscientas operadoras de telefonía. Es ridículo. Pequeñas y muy pequeñas compañías que nunca podrán lograr un volumen razonable, y que ponen muy difícil que alguna pueda liderar e invertir lo que necesitamos para nuestro futuro digital.

En un mundo de datos la red de telecomunicaciones es una infraestructura crítica, como bien saben en Estados Unidos que en su momento vetaron a Huawei para evitar que en su país las redes 5G fuesen de tecnología china, y que después presionaron a sus aliados para que hiciesen lo mismo. La Ley General de Telecomunicaciones del Gobierno español ha obligado a las operadoras a sustituir sus equipos Huawei o ZTE, cosa que les ha supuesto un coste de 1.000 millones de euros, y otros países como Francia o Canadá han hecho lo mismo.

Sorprende que en Europa un elemento tan crítico como las telecomunicaciones esté tan fragmentado y débil. Un operador de los grandes, Telefónica, tiene un valor tan débil que con sólo 2.000 millones de euros alguien puede coger un 10% del accionariado y convertirse en el principal accionista. 2.000 millones, lo que gana CaixaBank en un semestre. Lo que gana Apple en quince días. Según esta valoración Telefónica vale 20.000 millones, lo que ha facturado ACS en América este año.

La Comisión Europea está desplegando una intensa actividad alrededor de lo digital. Destina a ello 250.000 millones de euros Next Generation, se preocupa de desarrollar normas en temas como la protección de datos o la inteligencia artificial, trabaja en nuevas capas de servicio como la identidad digital, y busca conseguir la soberanía digital en aspectos estratégicos como los chips. Pero no acaba de poner el hilo en la aguja en lo que se refiere a las telecomunicaciones.

Las políticas europeas en este sector han preservado derechos y permitido la libre competencia, pero han provocado una exagerada fragmentación del sector que está perjudicando nuestras infraestructuras y ahora también nuestra soberanía. En Europa cuesta mucho hacer crecer una compañía de telefonía, y cuando es un poco grande la puedes comprar con muy poco dinero. Quizás conseguiremos la soberanía digital en chips y computación, entre otras cosas gracias a la increíble labor del Barcelona Supercomputing Center, pero todo el tráfico de datos dependerá de infraestructuras de telecomunicaciones que ahora hemos visto que son estratégicamente débiles.

La solución no es que el gobierno pueda impedir que la saudí STC compre Telefónica, lo que necesitamos es una estrategia que no impida que las operadoras de telefonía tengan el volumen necesario para ser competitivas, mejoren su valor, tengan más recursos y nos den mejor servicio.

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