Investigación

El 'sexto sentido' existe, pero ¿lo tienen los humanos?

Descubren moléculas capaces de detectar campos magnéticos en todos los seres vivos

El 'sexto sentido' existe, pero ¿lo tienen los humanos?

El 'sexto sentido' existe, pero ¿lo tienen los humanos? / Shutterstock

Ramón Díaz

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Vista, oído, olfato, gusto, tacto y… Los científicos llevan décadas estudiando lo que consideran el ‘sexto sentido’, la magetosensibilidad, la capacidad de algunos seres vivos para ‘sentir’ el magnetismo de la Tierra y así saber en cada momento su posición y orientarse, por ejemplo, durante sus migraciones. Un nuevo estudio ha venido a demostrar que ese ‘sexto sentido’ que permite detectar campos magnéticos está mucho mas extendido de lo que se creía. De hecho, parece estar presente en todos los animales, incluido el ser humano.

Los científicos ya saben desde hace tiempo que especies como la mariposa monarca, la tortuga, la paloma y muchas otras especies animales, utilizan el campo magnético terrestre para cubrir largas distancias sin perderse. Este estudio ha ido un paso más allá.

El artículo, publicado en la revista ‘Nature’, supone un importante avance en la comprensión de cómo los animales perciben y responden a los campos magnéticos. Pero, además, podría suponer un paso adelante para el desarrollo de nuevas herramientas de medición de la actividad de las células biológicas, incluidas las de los humanos, y cómo se pueden estimular de forma selectiva mediante campos magnéticos.

El estudio, que fue realizado con moscas de la fruta o del vinagre (Drosophila melanogaster), muestra por primera vez que una molécula presente en todas las células vivas puede, en cantidades suficientemente altas, impartir sensibilidad magnética en un sistema biológico. Su nombre: nucleótido de flavina y adenina (FAD para abreviar).

Mosca de la fruta o del vinagre

Mosca de la fruta o del vinagre / Agencias

El descubrimiento podría significar que las moléculas biológicas necesarias para detectar los campos magnéticos están presentes, en mayor o menor medida, en todos los seres vivos. Y con ellas, la capacidad potencial de ‘sentir’ los campos magnéticos y utilizarlos para determinar posiciones, distancias y rutas.

La mosca desvela el misterio

"Se entiende bien cómo percibimos el mundo externo, gracias a la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Pero aún se desconoce qué animales pueden sentir un campo magnético y cómo responden a él", apunta el coinvestigador principal y neurocientífico, Richard Baines, de la Universidad de Manchester.

Moscas y avispas en una pieza de fruta.

Moscas y avispas en una pieza de fruta. / unsplash

"Este estudio ha logrado avances significativos en la comprensión de cómo los animales perciben y responden a los campos magnéticos externos, un campo muy activo y controvertido", añade Baines.

El equipo investigador manipuló el mapa genético de la mosca de la fruta para probar sus propuestas. Esa especie, aunque con un aspecto exterior muy diferente al del ser humano, tiene un sistema nervioso que funciona exactamente igual y por ello se utiliza en innumerables estudios como modelo para comprender la biología humana.

No fue fácil profundizar en la magnetorrecepción, ya que resulta mucho más complicada de detectar que los cinco sentidos ‘familiares’, ya que, a diferencia de los fotones de luz o las ondas de sonido utilizadas por los otros sentidos, los campos magnéticos transportan muy poca energía, y por eso tienen mucho menor impacto.

¿Cómo perciben los seres vivos un campo magnético? Gracias la física cuántica y el criptocromo, una proteína sensible a la luz presente en animales y plantas, que funciona como sensor lumínico y magnético.

"La absorción de luz por el criptocromo provoca el movimiento de un electrón dentro de la proteína que, debido a la física cuántica, puede generar un forma activa de criptocromo que ocupa uno de los dos estados. La presencia de un campo magnético afecta a las poblaciones relativas de los dos estados, lo que a su vez influye en la ‘vida útil activa’ de esta proteína", explica Alex Jones, químico cuántico del Laboratorio Nacional de Física y miembro del equipo investigador.

Factores ambientales

Pero hay más: "Uno de nuestros hallazgos más sorprendentes, que está en desacuerdo con la comprensión actual, es que las células continúan 'detectando' campos magnéticos cuando solo está presente un fragmento muy pequeño de criptocromo. Eso muestra que las células pueden, al menos en un laboratorio, detectar campos magnéticos de otras formas", destaca el co-investigador principal y neurocientífico Adam Bradlaugh, de la Universidad de Manchester.

"Identificamos otra posible forma (de detección de campos magnético) al mostrar que una molécula básica, presente en todas las células, puede, en cantidades suficientemente altas, tener sensibilidad magnética sin que estén presentes los criptocromos. Esta molécula, el FAD, es el sensor de luz que normalmente se une a los criptocromos para soportar la magnetosensibilidad", detalla Bradlaugh.

Las aves migratorias son un ejemplo de este fenómeno

Las aves migratorias son un ejemplo de este fenómeno / gob.mx

Los hallazgos de este grupo de investigadores suponen también un avance decisivo para comprender cómo los factores ambientales –por ejemplo, el ruido magnético de las telecomunicaciones– afectan a los animales que dependen de su sentido magnético para sobrevivir.

Los efectos del campo magnético en el FAD en ausencia de criptocromo también brindan una pista sobre los orígenes evolutivos de la magnetorrecepción, ya que "parece probable que el criptocromo haya evolucionado para utilizar los efectos del campo magnético en este metabolito ubicuo y biológicamente antiguo", señalan los autores.

Ezio Rosato, de la Universidad de Leicester y coautor principal, resalta que el estudio, "en última instancia, permite apreciar mejor los efectos que la exposición a campos magnéticos podría tener en los humanos".

Además, debido a que el FAD y otros componentes de estas ‘máquinas moleculares’ se encuentran en muchas células, esta nueva comprensión puede abrir "nuevas vías de investigación sobre el uso de campos magnéticos para manipular la activación de genes". Podría ser un ‘santo grial’ como herramienta experimental y, posiblemente, para uso clínico, concluyen los investigadores.

Informe de referencia: https://www.nature.com/articles/s41586-023-05735-z

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