Espacios protegidos
Las Tablas de Daimiel, en trance de desaparición
El humedal que conforma el parque nacional creado hace 50 años "prácticamente ya no existe", denuncia Greenpeace
Faltan cinco meses para que se cumpla el cincuentenario del parque nacional de las Tablas de Daimiel y la creación de una zona de reserva integral de aves acuáticas dentro del humedal del que toma el nombre. Parece buen momento para determinar si la situación del humedal ha mejorado en estos cincuenta años. La respuesta es dramática: el humedal de las Tablas práticamente ya no existe. En este sentido, el parque nacional ha sido un rotundo fracaso.
Greenpeace ha denunciado que el humedal ya no existe "como fenómeno natural surgido del encuentro y acumulación en llano del agua superficial y subterránea", ni como "sistema capaz de crear un hábitat teóricamente protegido de fauna y flora", el mismo que lo hizo merecedor no solo de ser parque nacional, sino también Reserva de la Biosfera, incluirlo en el convenio Ramsar y formar parte de la Red Natura.
"Ni las lluvias de diciembre de 2022, que tuvieron en alerta a la provincia de Ciudad Real durante días, lograron que la superficie inundada superase a principios de año el 15% con respecto a la superficie inundable", resalta Greenpeace.
Tampoco ha funcionado el trasvase de emergencia iniciado el pasado mes de agosto utilizando el periodo de pruebas de la llamada tubería manchega. Ni la puesta en marcha, "una vez más", de los pozos de sequía hace dos meses. Estos tres "parches" (así los define el colectivo conservacionista) no han funcionado.
"Mucho tiene que llover para cambiar la situación del Parque, que lleva años convertido en "una maqueta a gran escala a la que se le echa agua de forma artificial para mantener la humedad mínima que evite que la turba bajo el suelo entre en combustión, como ocurrió en 2009, o que los ecosistemas desaparezcan por completo en los periodos más secos", critica la ONG.
"Transfusiones de agua in extremis"
El humedal comenzó a morir en 1956, con la ley sobre saneamiento y colonización de los terrenos de los márgenes de los ríos Cigüela y Záncara, que convirtió terrenos incultos, pantanosos o encharcadizos, en regadío. Su declaración como parque nacional, el 30 de julio de 1973, no ha mejorado de nada.
"La laguna permanente es ahora una sucesión de zonas encharcadas en las que se acumulan las aves, y el agua ni siquiera llega a los medidores de profundidad, totalmente al aire sobre el suelo seco", alerta Greenpeace. Si el subsuelo de las Tablas no ha vuelto a arder es porque se hacen "transfusiones de agua in extremis para humectar la turbera", relata el colectivo conservacionista.
El plan rector del parque nacional fijó en 2017 un "objetivo mínimo de inundación" de "1.400 hectáreas a comienzos de primavera y 600 hectáreas a finales de verano". El máximo se estableció en 2.200 hectáreas, aunque la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) maneja un total inundable de 1.735 hectáreas.
Son cifras a años luz de las actuales. Las descargas artificiales de agua efectuadas desde la primavera de 2020 no han logrado que la superficie inundada pase de las 340 hectáreas: el suelo seco durante meses y la evaporación se tragaron rápidamente el líquido.
Sí, sirvieron, reconoce Greenpeace, "para humectar el cauce del Guadiana", y "evitar que la turba se contraiga por falta de humedad, se creen grietas en el suelo por las que entre oxígeno, y la oxidación provoque una temperatura superior a 200 grados que genere chispas que incendien las turberas".
"Los parches se suceden ante el evidente abandono de un humedal que dependía de un acuífero declarado sobreexplotado en 1987 de forma provisional y de forma definitiva en 1994, pero al que esa declaración no le ha sido suficiente", destaca.
"Apaños transitorios"
Los derechos de extracción doblan y hasta triplican en algunos casos la capacidad de regeneración del agua subterránea por el ciclo natural. La declaración de ‘sobreexplotación’ obliga a limitar el agua extraída, "pero la falta de caudalímetros y su manipulación impide un control efectivo. Eso sin contar con los pozos ilegales", se lamenta Greenpeace.
"No hay agua que palie el problema como no llueva a cántaros. El resto de las soluciones acaban pareciendo apaños transitorios en espera de otro periodo de lluvias prolongado e intenso para no afrontar la única solución: reducir drásticamente las extracciones para regadío que desconectaron el acuífero de la superficie", detalla.
Los informes de seguimiento de la CHG son la crónica de un espacio natural moribundo. En junio de 2019, la superficie inundada alcanzaba las 600 hectáreas. En noviembre de ese año se quedó en 86 hectáreas. En marzo de 2020, en lugar de haber mejorado durante el otoño e invierno, el área encharcada era de 73 hectáreas. El 1 de octubre de 2021 quedaban 21 hectáreas inundadas.
Entre las causas del deterioro del humedal Greenpeace destaca "el regadío, la reconversión del viñedo y la extracción masiva de agua subterránea", que provocaron "una carrera de perforaciones que modificaron el sistema natural".
A la escasez de agua se une su contaminación, que hace años afecta a la fauna. En las aves se detectaron contaminantes propios de vertidos industriales y urbanos, como selenio y mercurio, procedentes plaguicidas organoclorados y de las aguas residuales vertidas a los ríos Cigüela y Guadiana desde las depuradoras.
También se acumulan en las aguas nitratos llegados por escorrentía desde terrenos agrícolas cercanos, poniendo algunas zonas en riesgo de eutrofización. Asimismo se detectó la ingesta de semillas de siembra con plaguicidas por las aves.
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