RETOS NUCLEARES

¿Descontaminar o desinfectar? Esta es la cuestión, Señor Sánchez

El próximo ministro de exteriores debería llegar a un pacto con EEUU para limpiar la zona de Palomares

Parte del fuselaje de uno de los aviones norteamericanos que se estrellaron en Palomares con cuatro bombas.

Parte del fuselaje de uno de los aviones norteamericanos que se estrellaron en Palomares con cuatro bombas. / AP

Clara Florensa

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La mayoría de la gente, cuando se le pregunta por el accidente de Palomares, lo único que recuerda es el "baño de Fraga". Algunos hasta evocan la marca del bañador del entonces Ministro de Información: Meyba. Posteriormente sale "algo sobre unas bombas". Poco o nada más. En general se desconoce que hay una zona de España que a día de hoy sigue contaminada radiactivamente por la caída de 4 bombas nucleares americanas en 1966 a causa de un accidente aéreo.

La reacción nuclear no se desencadenó porque los mecanismos de seguridad lo impidieron pero, a consecuencia del impacto con el suelo, los explosivos convencionales de las bombas nucleares detonaron y se creó un aerosol de plutonio y uranio que causó la contaminación de una área aproximada de 226 hectáreas. Era el primer episodio conocido en contaminar una área grande con radioactividad. Al cabo de solo dos años, cuatro bombas nucleares más caerían sobre Thule, Groenlandia (Dinamarca), en un accidente similar.

Los dos accidentes tenían algo en común. Cayeron sobre el modus vivendi de aquellos sin voz ni voto: en el caso danés, sobre el territorio de caza de los inuit y, en el caso español, sobre las tierras de cultivo de los campesinos de Palomares. El semanario americano Newsweek se refería a los accidentes de esta forma: "hasta la fecha el mundo ha sido afortunado, ya que accidentes tales como Broken Arrow han ocurrido solo en tomatales y sobre témpanos de hielo...". Broken Arrow es el nombre en código que usa el ejército norteamericano para referirse a los accidentes que involucran bombas nucleares. La frase de Newsweek hacía desaparecer de la historia a las víctimas.

Invisibilización

Me gustaría reflexionar aquí sobre los procesos de invisibilización que se produjeron en la gestión de estos accidentes. Invisibilización de la contaminación radiactiva, invisibilización del riesgo para la salud, invisibilización de los afectados... Varios estudios han demostrado que el hecho de desconocer algo, de que algo o alguien sea o se vuelva invisible al público general no es algo natural o fortuito, sino que responde a un esfuerzo político, social, cultural por ocultarlo o mantenerlo en secreto. Un esfuerzo igual de grande que el que requiere dar a conocer, divulgar o visibilizar, aunque los mecanismos para este último proceso estén mucho más estudiados.

Se realizaron muchos esfuerzos y se desplegaron muchas estrategias para invisibilizar la contaminación y el riesgo de radiación en Palomares. El ejemplo más conocido y celebrado fue el baño de Fraga. Realmente fue exitoso: mucha gente, especialmente los españoles, pero también algunos extranjeros, lo recuerdan, pero poca gente lo asocia a la contaminación radiactiva. La imagen del político en bañador suplantó a las que veían todos los días los habitantes de Palomares: las de los soldados americanos ataviados con monos completos, máscaras, botas y contadores Geiger rastreando el territorio, quemando la cosecha, apilando materiales contaminados en zanjas y rellenando barriles (¡casi 5000!) de material altamente contaminado para ser trasladado y sepultado en un cementerio nuclear en EEUU.

Fraga manifestó en la prensa: "Puedo asegurar que no hay ni en tierra ni en el mar ningún peligro de contaminación". Los vecinos conservan los certificados que, en marzo de 1966, recibieron de las autoridades americanas y españolas declarando y certificando que la contaminación podía considerarse eliminada de sus tierras. Según la prensa americana, después de la limpieza Palomares iba a ser "el área menos contaminada del mundo".

Era una forma de hablar en público. Sólo una parte de la tierra y elementos contaminados fueron retirados: los que estaban por encima de un cierto umbral de radiación. El resto se quedó en Palomares. Según los valores de radiación presentados, los dos gobiernos pactaron unos protocolos de descontaminación: arar la tierra hasta una profundidad de 30 cm, hasta 5 cm, rociar con agua, o ninguna de las remediaciones anteriores por imposibilidad por el tipo de terreno. Estas actuaciones pretendían dejar las zonas no restringidas a unos niveles de radiación "aceptables", esto es, por debajo de los límites permitidos internacionalmente.

Al mismo tiempo que se decía que el área estaba descontaminada, los científicos investigaban, mediante el estudio de la gente, los cultivos y el ecosistema de Palomares, las dinámicas del plutonio y sus efectos en la salud. Los seguimientos realizados por los organismos oficiales han asegurado en todo momento que la población no ha sufrido radiación por encima de los valores establecidos como seguros por la Unión Europea. Pero la Unión Europea sigue debatiendo sobre el problema de estimar el riesgo de la radiación en poblaciones humanas. Un pez que se muerde la cola. En este sentido, los datos de Palomares se citan en la mayoría de estudios internacionales sobre el tema, por ser un laboratorio en vivo. Un palomariense se puede preguntar: ¿si no hay riesgo alguno, por qué me estudian?

Contaminación residual

En 2001 el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), encargado del seguimiento del caso, informó que los últimos estudios mostraban que la contaminación residual era mayor que la inicialmente estimada y que había que tomar medidas. En 2010 un equipo de la Comisión Europea, en respuesta a preguntas y peticiones realizadas en el parlamento europeo, fue a verificar las medidas tomadas en relación a la monitorización de la radiación ambiental en Palomares. Entre sus conclusiones figuraba la de cumplir con las recomendaciones del CIEMAT de retirar 6000 toneladas de tierra contaminada que deberían enterrarse en EEUU donde hay las instalaciones apropiadas.

Ha habido varios intentos en estos últimos años, de diferentes gobiernos, para conseguir un pacto con Estado Unidos y limpiar -según nuevos criterios- la zona de Palomares. Ahora que el nuevo gobierno no está formado, Sánchez podría, de una vez por todas, escoger un Ministro de Exteriores que sea suficientemente valiente, eficaz y profesional como para abordar la cuestión de frente y solucionarla. ¿Escogerá a uno que quiera actuar para descontaminar o a uno que prefiera hablar de desinfectar?

La autora forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras