EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

La banquisa boreal se quiebra

La fusión acelerada de la primavera presagia un nuevo récord este año de menos extensión marina cubierta por el hielo

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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El Paso del Noroeste se abrió por primera vez a la navegación estival en el 2007, pero sigue siendo un camino poco transitado y peligroso que se emplea esencialmente para el abastecimiento de las pequeñas comunidades locales mediante modestos mercantes. También han pasado por él algunos yates turísticos y expediciones científicas. Sin embargo, todo indica que el panorama cambiará irremisiblemente y en pocos años podría quedar libre de hielo en el mes de septiembre, como mínimo, que es cuando la banquisa o capa flotante de hielo alcanza su mínimo anual.

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De mantenerse el actual ritmo de deshielo, la extensión de la banquisa boreal podría superar este verano el récord negativo del 2012 y alcanzar un nuevo mínimo histórico, según muestran los datos satelitales publicados por el Centro Nacional de la Nieve y el Hielo de Estados Unidos (NSIDC), el instituto de referencia en este campo. Aunque la caída se ha suavizado en las últimas semanas, el hielo ya estableció nuevos mínimos en todos los meses comprendidos entre enero y mayo. Durante la pasada semana, cada día se fundieron cerca de 100.000 kilómetros cuadrados de hielo, una superficie equivalente a Portugal. 

La situación de este año no es un hecho aislado, sino un proceso que avanza inexorable -aunque con la irregularidad propia del clima terrestre- a la estela del calentamiento global. De hecho, los seis mínimos anuales desde que en 1978 empezaron las mediciones con satélite se han registrado durante los últimos seis veranos. La magnitud del deshielo es descomunal: mientras que en septiembre de 1980 el hielo cubría 7,5 millones de kilómetros cuadrados de océano, en el récord negativo de septiembre del 2012 fueron 3,41 millones, una descenso comparable a ocho veces España. La mayoría de los modelos climáticos prevén que en pocas décadas el Ártico quedará libre de hielo en verano incluso en las zonas que ahora se conservan en mejor estado, como las costas septentrionales de Groenlandia y Baffin, una situación inédita en los últimos 700.000 años.  

RECUPERACIÓN FICTICIA

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Como siempre ha sucedido, la banquisa de este año empezará a recuperarse en cuanto lleguen los primeros fríos del otoño y alcanzará en pleno invierno una extensión no muy alejada del periodo de referencia 1980-2010. Sin embargo, será un solo un espejismo. El problema en el Ártico es que las temperaturas más cálidas no solo aceleran el deshielo estival, un fenómeno de sobras documentado, sino que también dificultan la formación de nuevo hielo durante el invierno. Como resultado, la banquisa -especialmente sus regiones exteriores- es cada vez más fina y se derrite con facilidad cuando los días se alargan y los termómetros se sitúan sobre cero. De hecho, solo el 7% de la extensión de la banquisa son hielos de más de cuatro años. 

El satélite europeo Cryosat ya observó el pasado marzo que el hielo en algunas zonas, como en los mares de Beaufort y Barents, tenía entre 20 y 40 centímetros menos de grosor que el promedio de las últimas décadas, Con la llegada de la primavera, que fue particularmente cálida, con temperaturas mensuales hasta cuatro grados superiores a la media, esas zonas se mostraron particularmente vulnerables y se derritieron con rapidez. Por ejemplo, en el pueblo de Barrow (Alaska), el asentamiento más septentrional de la América continental, en aguas del mar de Beaufort, el puerto quedó expedito de hielo el 20 de mayo, récord desde el inicio de los registros hace 78 años, según informó la Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA).