Los brillos de Tiffany

La marca norteamericana encarna la idea de lujo asociado a celebridad. Y Bernard Arnault lo sabe.

zentauroepp37053095 pelicula desayuno con diamantes con audrey hepburn  foto de 191106141729

zentauroepp37053095 pelicula desayuno con diamantes con audrey hepburn foto de 191106141729 / periodico

Núria Navarro

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estos días, en el número 22 de la avenida Montaigne de París, los ejecutivos de LVMH –el conglomerado que incluye a Louis Vuitton, Dior, Givenchy y Marc Jacobs, pero también a Moët Chandon y Dom Pérignon– acarician quedarse con Tiffany & Co., la legendaria joyería con matriz en la Quinta Avenida de Nueva York. Por unos 14.000 millones de euros, cavilan, podrían hincar el colmillo al esquivo mercado norteamericano y añadir una capa de historia del lujo asociado a la celebridad.

Tiffany & Co. no es cualquier marca. Símbolo de la opulencia estadounidense en el XIX, fue elevada a valor aspiracional de la clase trabajadora después de que Audrey Hepburn se pegara al escaparate en 'Desayuno con diamantes' (1961) y hoy, cuando ha democratizado precios, abierto un café para turistas y hasta publicado un tuit pidiendo a Trump que no abandone los acuerdos de París, sigue oliendo a sedas que crujen y fiestas en el Plaza con Truman Capote.

El fundador, Charles Lewis Tiffany (1812-1902), empezó con una papelería y en 1832 cimentó su imperio con astucia: 1/ compró buena parte de las joyas de la (desierta) corona francesa; 2/ diseñó el 'gran sello' utilizado desde 1885 en los billetes de un dólar; 3/ se inventó un color corporativo –el "azul huevo de petirrojo"– aún presente en el 'packaging', y 4/ convirtió 'su' anillo de pedida en la exigencia de las suegras de la 'upper class' (o de las postulantes).

El diamante amarillo

El talismán de la casa es el 'Yellow Diamond', un pedrusco que apareció en las minas Kimberley de Sudáfrica en 1877, y que el Sr. Tiffany compró por 18.000 dólares. En el aparador, su brillo, dicen, deslumbraba a los apostados en la acera de enfrente. Y solo ha conocido tres cuellos titulares: el de Mary Withehouse, 'socialité' de los años 50 agraciada para lucirlo en el Tiffany Ball de Newport; la citada Audrey Hepburn, que lo acarició en las fotos promocionales de la película de Blake Edwards, y <strong>Lady Gaga</strong>, en la última ceremonia de los Oscar, en la que se llevó premio por la canción de la película 'Ha nacido una estrella'.

Pero Tiffany tiene más historias con armiño –las cajitas de crema de la reina Victoria Eugenia eran de la firma– y glamur. Liz Taylor, tan aficionada a las joyas como a cambiar de marido, paseó un broche de oro y diamantes de la casa con forma de reptil que Richard Burton le regaló para el estreno de 'La noche de la iguana', y otro prendedor, el 'Fleur de Mer', con diamantes y zafiros. Allí se han rodado secuencias de películas como el taquillazo 'Algo para recordar' (1993), la historia de una cita a ciegas 'pre-Tinder' protagonizada por Meg Ryan y Tom Hanks, y 'Sweet Home Alabama'(2002), con la escena de <strong>Patrick Dempsey</strong> declarándose, rodilla en el suelo de la tienda, a una aún ruborizable <strong>Reese Witherspoon</strong>.

Luego, el arquitecto Frank Gehry les propuso editar en oro una figurita del Disney Concert Hall de Los Ángeles para taponar la hemorragia de dólares de las obras –no coló– y acabó diseñando una colección que enloquece a Ellen DeGeneresGrace Coddington, la mano derecha de Anna Wintour en Vogue USA, aceptó desfosilizar la imagen corporativa. E incluso el presidente de EEUU –la Trump Tower está pegada a la tienda– le puso su nombre a la hija que tuvo con su segunda (y breve) esposa, Marla Maples. Aunque, a ojos del magnate, la pobre Tiffany no llega a la suela de los 'louboutin' de Ivanka, su favorita. Arnault se relame con tantos brillos.