30 AÑOS DEL HUNDIMIENTO DE LA RDA

Las consecuencias de la caída del Muro de Berlín en cinco claves

El derrumbe propició que se ampliara la influencia de Alemania en la construcción de Europa

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Albert Garrido

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El Muro de Berlín se hundió hace 30 años como si fuera un telón de papel. El ADN de Europa experimentó una mutación radical a partir del 9 de noviembre de 1989 y el experimento comunista se desvaneció con estrépito.

1. Un imperio vulnerable

Los propósitos reformistas que animaron a Mijaíl Gorbachov al llegar al poder en la URSS abrieron la caja de Pandora de las reivindicaciones políticas y las tensiones sociales en el bloque del Este. El historiador Tony Judt utilizó en su monumental 'Posguerra' el término 'vulnerable' para referirse a la Unión Soviética camino del ocaso y recordó que el régimen comunista dependía del control «de la economía, del conocimiento, del movimiento y de la opinión de las personas», parámetros incompatibles con el 'aggiornamento' defendido por Gorbachov. «Todo lo demás era dialéctica», añadió Judt.

El debilitamiento del imperio del Este se concretó en la presión de Solidaridad en Polonia, la decrepitud de la República Democrática Alemana frente a la República Federal de Alemania y el papel desempeñado por el papa Wojtyla a partir de 1979. En este contexto, la caída del Muro constituyó la imagen definitiva del agotamiento de un modelo, de una doble alianza militar y económica (el Pacto de Varsovia y el Comecon).

2. Dos Alemanias en una

La unificación de las dos Alemanias a toda prisa que trajo consigo la caída del Muro tuvo muchos partidarios, pero también algunos detractores notables, como el escritor Günter Grass, que a una recopilación de ensayos la tituló 'Alemania: una unificación insensata'. Grass entrevió los riesgos de una unión sin etapas intermedias: «Al menos los políticos de cierto formato deberían saber que aunque una reunificación rápida es accesible, ésta tendrá que pagarse con desconfianza y una larga brecha». El 40% de los ciudadanos de los 'länder' orientales tienen hoy la sensación de ser ciudadanos de segunda.

¿Cómo fue posible la unificación por la vía rápida a pesar de los recelos iniciales de François Mitterrand y Margaret Thatcher? Lo fue gracias al compromiso del canciller Helmut Kohl de consolidar una Alemania europea en lugar de una Europa alemana, objetivo enunciado en 1953 por el escritor Thomas Mann. De tal apuesta surgieron el 'Tratado de Maastricht' y la creación del euro, dos hitos que llevaron a Kohl a asegurar a Mitterrand que él sería el último canciller europeísta.

3. Una sociedad desequilibrada

A la vuelta de 30 años, la sociedad alemana tiene dos caras: la próspera de los 'länder' occidentales y la deprimida o en construcción de los del este. Alemania es la primera potencia económica de la Unión Europea, pero los desequilibrios sociales se manifiestan en todas partes alrededor del pujante Berlín. La transferencia de capitales en sentido oeste-este es menor de la prevista cuando se cimentó la unificación, y eso ha tenido una traducción inmediata en el comportamiento electoral de los 'länder' orientales y en un aumento de los flujos migratorios en sentido este-oeste.

El auge de la extrema derecha –Alternativa para Alemania– obedece en gran medida a tales desequilibrios y a algo resaltado por los sociólogos durante el último decenio: el error cometido por los líderes de la RDA, que se presentaron como los únicos vencedores alemanes del nazismo y acometieron con escasos entusiasmo y medios la desnazificación de la sociedad. Y el auge de la izquierda remotamente emparentada con el comunismo periclitado –Die Linke–, caso de Turingia, no es ajeno a cierta añoranza por un pasado que cubría austeramente necesidades básicas ni a los efectos de la crisis económica.

4. Una Europa fragmentada

Si el derrumbamiento del Muro marcó la irreversibilidad del proceso, la desaparición de la URSS dio paso a la configuración de una Europa nueva, fragmentada, en la que solo la unificación alemana tuvo una función agrupadora de territorios. El ocaso soviético garantizó la independencia de las tres repúblicas bálticas –Estonia, Letonia y Lituania– y dio vida a Bielorrusia, Ucrania y Moldavia. La revolución de terciopelo vio nacer dos nuevos estados –la República Checa y Eslovaquia– donde hasta entonces solo había uno y Yugoslavia se esfumó a sangre y fuego.

El factor de corrección del cuarteamiento europeo fue doble: la UE se amplió rumbo al este y la OTAN se extendió hasta las fronteras de Rusia. De tal manera que las consecuencias de la caída del Muro ensancharon la influencia de Alemania en la construcción de Europa y la de Estados Unidos en la defensa del continente. Pero, al mismo tiempo, pusieron los cimientos de una nueva competencia continental entre bloques con intereses contrapuestos. Acaso una alegoría de George Steiner explica las causas profundas de esta nueva rivalidad: «Incluso un niño en Europa se inclina bajo el peso del pasado».

5. La erosión del bienestar

¿Hasta qué punto el Estado del bienestar en Europa occidental fue efecto de la competencia con las promesas de justicia social procedentes del este? ¿Hasta qué punto la caída del Muro de Berlín fue el primer paso hacia la contracción del Estado del bienestar al esfumarse tal competencia? 

Economistas como Thomas Piketty subrayan el crecimiento de las desigualdades y la revisión de los modelos capitalistas a partir del colapso del bloque del este. «El debate entre las diferentes formas de capitalismo –afirma Piketty en 'El capital en el siglo XX'– empezó a desarrollarse al inicio de los años 90, después de la caída de la Unión Soviética». En tal debate, la viabilidad del Estado del bienestar se puso en discusión, al menos tal como se asentó entre los años 50 y 70.

La crisis de identidad de la socialdemocracia, atrapada entre la necesidad de dar continuidad al modelo o someterlo a revisión, tiene su origen en el fracaso histórico de un adversario estratégico que exigía a las sociedades occidentales una respuesta a la altura del desafío. Desaparecido este y propagada la oferta neoliberal, se multiplicaron las señales de cambio en el capitalismo con rostro humano.

El economista Paul Krugman lo afirmó en el 2012 de forma categórica: «Desde la desaparición del llamado bloque soviético hemos visto que el capitalismo ha encaminado su acción económica y política hacia la destrucción del llamado Estado del bienestar de los países europeos». En esas estamos. 

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