'No manipuléis el feminismo'

Los 10 bulos de la propaganda machista

La periodista Ana Bernal-Triviño desgrana en 'No manipuléis el feminismo' los 'fakes' y desinformaciones más comunes de la maquinaria sexista

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zentauroepp47231012 picture shows a bus chartered by conservative association h191004120725 / AFP / CARLOS MORENO

Núria Marrón

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Como quien se adentra en campo minado, la periodista y profesora de la UOC Ana Bernal-Triviño se interna en el boscaje de bulos machistas con un artefacto que ha titulado 'No manipuléis el feminismo'. En él, identifica –y desactiva– 50 «mantras» de los que no hace tanto inflamaban las comidas familiares y los foros de internet y que ahora, en cambio, han permeado en la maquinaria propagandística de los partidos conservadores y, en un salto de escala, de las fuerzas de extrema derecha como Vox, ya con bancada y amplificador en el Congreso.

«La reacción patriarcal cada vez es más fuerte, y lo que antes eran bulos que quedaban en el entorno personal o profesional ahora se están fortaleciendo a través de la política». Solo a modo de ejemplo: un grueso de esta auditoría de 'fakes' se oyeron en la última campaña estatal, cuando «el PP de Casado rivalizó con Vox situándose a la derecha de la derecha». El caso, asegura la periodista, es que detrás de la contrarreforma reaccionaria que se abre paso en Europa y EEUU «hay una agenda marcada por lobis, un movimiento político articulado» que actúa como una máquina expendedora de «bulos, desinformaciones» y lugares comunes. Aquí va pues una guía práctica para 'pinchar' 10 de los más comunes.

1 «LA VIOLENCIA NO TIENE GÉNERO»

Precisamente con un cartel con este lema apareció días atrás el concejal de Vox Javier Ortega Smith en el minuto de silencio por un nuevo asesinato machista en Madrid. Que la extrema derecha, arrastrando con ellos a los conservadores, ponga en marcha este socorrido estribillo y se empeñe en sustituir el término «violencia de género» por el de «violencia intrafamiliar» supone, afirma Bernal-Triviño, «romper los consensos» e intentar «borrar de un plumazo la conquista que en su día supuso» que las agresiones de los hombres contra las mujeres se consideraran un tipo específico de violencia, fruto de la «desigualdad histórica».

«La ley de violencia de género no fue un antojo del PSOE, sino que también respondió a la agenda de Naciones Unidas y la UE». En este marco, la periodista recuerda dos cosas: que las denuncias falsas, otro de los bulos-estrella, apenas supusieron en el 2017 un 0,0013% de los casos (entre condenas y causas en tramitación), y que un informe del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)  señala que en la violencia doméstica –la que se produce en el espacio de convivencia: de mujer a hombres, pero también a ascendentes, descendientes o hermanos– la fuerza y la ira «no aparecen tan marcadas ni con tanta intensidad con la que lo hace en la violencia de género». 

2 «NI MACHISTA NI FEMINISTA, SOY PERSONA»

«Es increíble que aún tengamos que explicar que el feminismo no es lo contrario que machismo, y que mientras el primero salva, el segundo mata», afirma Bernal-Triviño, a quien ese uso de la palabra «persona» no deja de provocarle entre risa y estupefacción. «Intuyo que quieren vincularlo a una especie de humanismo, pero no tiene sentido –dice–. En el fondo, denota una equidistancia que no es posible: es tan fácil como decir si estás en favor de los derechos de las mujeres o no». Por cierto, que como comodín de esta frase también pueden funcionar «ni feminismo ni machismo, igualdad» o el también socorrido «¿y si dejamos atrás de una vez la guerra de sexos?». 

3 «NO SON FEMINISTAS, SON ‘FEMINAZIS’»

Explica la profesora que el término 'feminazi' –que suele compartir disparadero con otras perlas como hembrismo– fue acuñado por el periodista de EEUU Rush Limbaugh, quien aseguraba a) que las interrupciones del embarazo constituían un «holocausto moderno» y b) que lo que pretendían las feminazis era lograr «cuantos abortos fueran posibles». A pesar de tales soflamas, el término vivió en la mediocridad hasta el 2010, cuando su uso empezó a aumentar en internet al calor del resurgimiento del movimiento y siguiendo esa vieja tradición según la cual la feminista tolerada es la feminista ridiculizada.

 «La imagen que se traslada, y ahí queda eso, es que el feminismo actúa como el nazismo –subraya–.  Y es curioso cómo señores que se alteran con el uso del lenguaje inclusivo con el pretexto de que no es normativo y de que vamos a destrozar la lengua [otro 'trending topic'] disfrutan usando esta palabra que tampoco está en el diccionario». En el subtexto del feminazismo también está esa idea de que hay feministas buenas (las que no molestan demasiado) y feministas malas (básicamente, todas las demás). 

4 «EL FEMINISMO CREA VÍCTIMAS VICTIMISTAS»

El patriarcado, dice Bernal-Triviño, reclama «un tipo de víctima que no levante cabeza y que por supuesto no hable». En cambio, cuando una mujer da pasos en la recuperación y habla y denuncia, añade la profesora, el machismo cortocircuita. A pesar de que puertas adentro del colectivo feminista también hay quienes prefieren hablar de «supervivientes», la especialista defiende mantener el concepto. «Lo que precisamente cuesta más es reconocerse como víctima, porque nadie quiere serlo, pero, obviamente, sin reconocimiento como víctima no hay delito, ni agresor, ni derechos». 

5 «SERÁ MENTIRA SI HA TARDADO TANTO EN DENUNCIAR»

He aquí un clásico del ventilador que, una y otra vez –desde los textos de la antigüedad hasta el #MeToo– ha castigado a las mujeres que han denunciado agresiones o abusos sexuales. La cuestión, recuerda Bernal-Triviño, es que «la mayoría de casos se han dado en entornos de relaciones de poder, como el trabajo o la familia, y eso limita la capacidad de reacción». Sin embargo, añade, la enmienda que se ha lanzado en los últimos años contra la llamada cultura de la violación ha permitido que «muchas víctimas empiecen a sentirse acompañadas». «Ahora la sociedad sí comprende que el abuso o el acoso laboral es algo condenable  –añade–, pero hace años era una de las cosas que te podían pasar y que debías callar como mujer. Aun así, todavía debemos hablar más, porque la violencia sexual aún es la más oculta de todas».

6 «LOS ASESINOS Y VIOLADORES SON ENFERMOS MENTALES»

La falacia –aun desmentida por estudios que apuntan a que solo el 5% de los agresores tienen problemas de salud mental– es sostenida por partidos que, como Vox, se empeñan en tratar cada caso como un incidente aislado y, ante la monstruosidad de los hechos, «proponen tener pistolas o reforzar la prisión permanente revisable», apunta Bernal-Triviño. «Los agresores, sin embargo, ni son enfermos ni existe tampoco ninguna curación que no empiece en la educación y que no implique a todos los estamentos sociales e institucionales», añade la periodista, que subraya la contradicción que implica que, por ejemplo,  a «un racista nadie le suponga una enfermedad». ¿Un dato? Según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, el 93,5% de los maltratadores que siguieron un programa de rehabilitación no reincidieron en 5 años.

7 «LAS MADRES MANIPULAN A LOS HIJOS»

Y llegamos a uno de los huesos más roídos: el llamado Síndrome de Alienación Parental (SAP), que no reconocen ni la Asociación Española de Neuropsiquiatría, ni la OMS, ni el propio Consejo del Poder Judicial, pero que en cambio sigue disfrutando de crédito en tertulias y juzgados. «El gran peligro del SAP es que deja indefensos a niños que han asegurado que no quieren estar con el padre –afirma–. En estos casos, el juez, en lugar de investigar si hay violencia detrás de esa negativa, determina que la madre los ha manipulado y prescribe como terapia pasar más tiempo con el progenitor». El ideólogo del presunto síndrome, por cierto, es un tipo llamado Richard Gardner, que entre otras lidenzas escribió que hay niños que «seducen» al adulto; que la sociedad es «excesivamente moralista y punitiva» con la pedofilia, y que las mujeres –estaba al caer– pueden obtener placer al ser «golpeadas o atadas» en una violación porque, decía en su delirio, es el precio que están dispuestas a pagar pagar para «obtener el esperma como gratificación».

8 «LA BRECHA SALARIAL ES UN ‘FAKE’»

El líder de Vox en Andalucía Francisco Serrano, por ejemplo, aseguró que la brecha salarial es un invento del «supremacismo feminista», otro de los términos más manoseados. Sin embargo, subraya la profesora, ahí están los datos. La división sexual del trabajo (hombres=productivo; mujeres=reproductivo), así como la precariedad y la temporalidad que pesa sobre el empleo femenino, se convierten en un peligroso 'boomerang', sobre todo al llegar a la jubilación. Así, tras una vida al cargo de los cuidados familiares y a menudo cobrando salarios inferiores si han tenido trabajo remunerado, muchas mujeres llegan al retiro con pensiones que las «dejan desamparadas» y en situación de pobreza.

9 «¿AHORA VAMOS A NECESITAR UN CONTRATO PARA TENER SEXO?»

Quienes repiten esta frase, ironiza Bernal-Triviño, «o es que han tenido muy poco sexo, o no saben lo que es, o no tienen ni remota idea de qué es el deseo», con el peligro, añade, que eso comporta. En el libro aparecen unos estudios en los que los participantes masculinos más sexistas buscan, por ejemplo, mayor número de excusas para justificar violaciones. «Eso demuestra que realmente sigue muy extendida esa idea según la cual un hombre tiene 'derecho sexual' sobre una mujer sin importarle sus deseos», asegura la profesora. «Tras las violaciones –añade la especialista–, no hay un impulso sexual irrefrenable, sino una situación de poder y de dominación». 

10 «NO TODOS LOS HOMBRES...»

Asegura Bernal-Triviño que esta frase-muletilla –el #NotAllMen del mundo anglosajón– alcanza categoría de clásico incluso en las tertulias a las que acude. «A menudo, cuando hay un asesinato machista, muchos compañeros se quedan con la boca pequeña, pero cuando hablas de machismo estructural responden de forma inmediata con ese ‘no todos los hombres...’». ¿Por qué se sienten interpelados? –se pregunta–. ¿Por qué se ofenden? «Por supuesto –sigue la profesora– que no todos los hombres son violentos ni maltratadores, pero sí es cierto que los agresores son varones, lo que denota que existe un problema con la deshumanización de las mujeres y la normalización de la violencia». Así, asegura Bernal-Triviño, mientras muchos persistan en presentarse «como meros espectadores del drama, seguirán siendo parte del problema».