María Dueñas y el olvidado paraíso africano

La escritora regresa a Tetuán 10 años después de publicar 'El tiempo entre costuras'

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Juan Fernández

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La pensión sin nombre que hay en el número 32 de la calle de la Luneta de Tetuán ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo sin necesidad de abandonar las paredes pintadas de verde y azul intenso que encuadran su recibidor. En este espacio recargado y angosto es fácil imaginar a los visitantes que hasta hace 60 años llegaban buscando cama tras arribar a la antigua capital del Protectorado español por la cercana estación ferroviaria.

Tan fácil, que aquí imaginó la escritora María Dueñas que se alojó Sira Quiroga, la protagonista de su novela 'El tiempo entre costuras', cuando apareció en la ciudad, embarazada y perdida, y el comisario Claudio Vázquez la guió hasta la fonda de Candelaria la Matunera para que le diera cobijo. 

En realidad, Sira nunca existió, pero el éxito de la obra de Dueñas la ha convertido en una testigo más cierta y reconocible de aquella época que los miles de españoles que habitaron el norte de Marruecos entre 1912 y 1956, tiempo en que duró el Protectorado, pero de los que nadie parece querer acordarse.

Hay algo de justicia poética, y también histórica, en la fortuna que ha acompañado a esta novela, de la que se llevan vendidos cinco millones de ejemplares tras ser traducida a más de 40 idiomas e inspirar una exitosa serie de televisión. Al fin y al cabo, el origen del relato no fue otro que los recuerdos que la madre y las tías de la autora le contaron de pequeña acerca de aquel extraño pero feliz experimento de convivencia de culturas que fue el Protectorado.

"Cuando empecé a escribirla, desconocía si en la historia habría amoríos o tramas de espionaje. Solo sabía que estaría ambientada en este lugar y en aquellos años. Me sentía depositaria de un testimonio que se iba a perder en el olvido si nadie lo rescataba", explicaba esta semana la escritora en Tetuán, donde ha regresado para celebrar el décimo aniversario de la publicación del libro.

Dos paseos en uno

Caminar por la Medina y el barrio español de Tetuán al lado de Dueñas y de Ricardo Barceló, amigo de la novelista y vecino de esta ciudad desde que nació en 1939 hasta que se trasladó a vivir a Madrid en 1969, es como hacer dos paseos en uno. La ruta que propone la novelista es de ficción, pero está ligada a referencias tan reales y visitables como la puerta de la Luneta, uno de los siete accesos que tenía la ciudad antigua, donde, según la novela, estaba el control militar que Sira tuvo que cruzar una noche, hecha un manojo de nervios, para hacer entrega de un cargamento de pistolas. O la antigua delegación de Fomento, hoy sede del Instituto Cervantes y localización exterior del domicilio y el taller de costura de la protagonista en la serie que rodó Antena 3.

"Mientras España padecía miseria, aquí había lujo y glamur", recuerda el tetuaní Ricardo Barceló, amigo de la autora

El Tetuán de Ricardo Barceló es histórico y sentimental. Apenas quedan en la ciudad españoles que, como él, hayan crecido en estas calles y puedan relatar cómo era la vida cuando musulmanes, cristianos, hindúes y judíos compartían espacio y ambiciones con la complicidad de un patio de vecinos. "Aquí había más paz que en Naciones Unidas", suspira este antiguo periodista al recordar los años de la guerra y la posguerra, que en Tetuán pasaron de largo. "Mientras España padecía mil miserias, aquí teníamos de todo. Solo había que ver los escaparates de la calle de las tiendas hindúes y judías. Había tanto lujo y glamur que algunos la llamábamos la 'Quinta Avenida de Tetuán'", rememora el tetuaní. 

A escasos metros de este antiguo nudo comercial parte la avenida que cruza el Ensanche, cuya nomenclatura resume los últimos 100 años de historia de la ciudad. Trazada por los ingenieros y topógrafos españoles que llegaron al norte de Marruecos en los primeros años del Protectorado, empezó llamándose avenida Alfonso XIII, luego se denominó 14 de abril y, más tarde, Generalísimo.

Hoy, la avenida Mohamed V es un bullicio peatonal franqueado por hileras de hombres–siempre hombres, nunca mujeres– sentados en sillas y banquetas sobre las aceras de cara a la calzada central. En una punta, la antigua plaza de España, hoy plaza Mechouar. En la otra, la plaza Moulay El Mehdi. "Pero si preguntas a los más mayores, te dirán que estas en la plaza Primo, de Primo de Rivera, que es como se llamaba antes. En Tetuán se recuerda con cariño a los españoles y a la época del Protectorado", asegura Barceló, que hoy sigue saludando a sus antiguos vecinos como si nunca se hubiese marchado de su lado.

"Mi madre, que volvió con 17 años, nunca entendió por qué la sacaron de su ciudad", cuenta Dueñas

Igual de grata, aunque envuelta en sentimientos de desarraigo, es la memoria que conservan los españoles que, casi de la noche a la mañana, se vieron obligados a hacer las maletas y volver a la Península. El 7 de abril de 1956, el Gobierno de Franco reconocía oficialmente la independencia de Marruecos y a continuación daba comienzo la operación retorno para los 40.000 españoles que en ese momento residían en Tetuán –casi la mitad de los 90.000 habitantes que formaban la población urbana total–, muchos de ellos nacidos y criados en suelo marroquí. 

"Mi madre volvió en 1957, con 17 años recién cumplidos, y nunca entendió por qué la sacaron de su ciudad, que siempre recordó como un paraíso perdido", cuenta María Dueñas. "Aquí se dio una situación curiosa: todos sabíamos que el Protectorado era algo temporal, pero fuimos tan felices en este lugar que nos costó decir adiós", recuerda Barceló, que emigró cuando cerró el periódico marroquí para el que trabajaba como corresponsal.

Cuatro años más tarde, en 1973, el rey Hasán II ordenó "marroquinizar" las empresas extranjeras asentadas en su territorio, cuyo accionariado debía pasar, al menos en un 51%, a manos locales, lo que obligó a salir del país a los españoles que quedaban.

Franco echó el cerrojo

La herida por la que respiran aquellos emigrantes no es tanto la de la nostalgia como la de la falta de reconocimiento. "Franco cerró el baúl del asunto marroquí y le echó el cerrojo. Nadie quiso saber nada de nosotros", se queja Barceló, miembro de la asociación La Medina, formada por antiguos habitantes de la colonia española de Marruecos que buscan recuperar su memoria. Para el régimen, ceder a Hasán II la administración de aquel territorio equivalía a "quitarse un muerto de encima", en palabras del periodista. Para la oposición democrática, el Protectorado estaba demasiado contaminado por el franquismo y los militares como para reivindicarlo.

Para la oposición democrática, el Protectorado estaba demasiado contaminado por el franquismo como para reivindicarlo

Sin nadie que pusiera en valor aquella experiencia de convivencia, ha tenido que ser la ficción, en forma de bombazo editorial y éxito televisivo, la que ha hecho girar las miradas hacia las historias humanas que se tejieron en los 44 años de presencia hispana en Marruecos. 

Lo cierto es que el legado español sigue siendo reconocible en un paseo por las calles de Tetuán. Casi todas las edificaciones construidas durante el Protectorado continúan en pie, aunque con nuevos usos y denominaciones, y en su laberíntica Medina, trazada en el siglo XVI por el granadino Sidi Al Mandri tras huir del Al Andalus al final de la Reconquista y declarada Patrimonio de la Humanidad, es fácil encontrar anuncios y carteles escritos en castellano y comerciantes que ofrecen sus mercancías en español. Por las callejuelas donde se perdió una noche Sira en la novela, María Dueñas sigue buscando los pasos de su madre.

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