EL PERSONAJE DE LA SEMANA

SZA las canta claras

Sephora ha 'aleccionado' a su plantilla para evitar racismo como el denunciado por la artista

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Juan Manuel Freire

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El pasado abril, Solána Imani Rowe, más conocida como SZA (siglas de Salvadora Zig-Zag Alá según el Alfabeto Supremo), salió de una tienda Sephora de Calabassas (California) con lógica indignación e hizo lo que en esta época resulta más tentador y, a veces, efectivo: desahogarse a través de la red. Entró en Twitter para contar que una dependienta había "llamado a seguridad para asegurarse de que no robara". Y añadió: "Tuvimos una larga charla. Que tengas un gran día, Sandy".

De la triste anécdota se desprende que en EEUU, ni siquiera alguien como SZA (St. Louis, Missouri, EEUU, 1990), nueva estrella del R&B, nominada a nada menos que cinco Grammys en el 2017 por su trabajo en el clásico instantáneo 'Ctrl', está a salvo de la persecución racial.

Sephora puso enseguida en marcha un plan de control de daños. Además de disculparse públicamente a la artista, el pasado miércoles cerró todas sus tiendas (y centros de distribución y oficinas corporativas) en EEUU para que sus empleados pasaran por un "taller de inclusión", de solo una hora, todo sea dicho, pero algo es algo. Probablemente en esa tienda de Calabassas reciban a SZA con alfombra roja en futuras visitas. La artista debería personarse allí y gastar con orgullo esa tarjeta regalo de Fenty Beauty que ha recibido por parte de la fundadora de la marca, su amiga Rihanna, quien le ha escrito en una nota aparte: "¡Corre y compra tu Fenty Beauty en paz, hermana!".

Antigua empleada

Lo mejor (o peor) de todo es que, según contó hace un tiempo a 'Refinery29', SZA es antigua empleada de Sephora. Trabajaba en el apartado de consejos para la piel. Esperen que la indignada Solána no acabe componiendo una canción sobre el asunto, a pesar del publicitado 'taller de inclusión'.

Ella saca 
música de los 
bajones de la 
vida. Sus 
canciones 
suenan como 
las páginas
de un diario 

Porque así es ella: alguien que saca música inspiradora de los bajones de la vida, cuyas canciones suenan, sobre todo, como páginas de diario a las que se ponen melodía y 'beats'. Con su celebrado 'Ctrl', trataba de poner orden a su vida, tomar el control, a través de la confesión, la declaración de intenciones e incluso la venganza. En la inaugural 'Supermodel' cantaba sobre un novio que la dejó ¡el día de San Valentín!, y a cuyo amigo se tiró por despecho, información que el ex conoció a través de la canción, según parece.

En la torrencial 'Love galore' se despachaba a gusto contra los tíos. Sobre el que canta en 'Drew Barrymore' no siente suficiente pasión como para depilarse las piernas, aunque él quiere que lo haga. Por el de 'Pretty little birds', en cambio, hace el sacrificio. En 'The weekend' reconoce que no puede vivir sin los hombres; no le importa si ha de compartirlos.

Habría que saber cómo percibe el padre de SZA, musulmán conservador, las transparentes letras de su hija, a la que durante mucho tiempo obligó a ir vestida a clase con la ropa menos transparente y favorecedora del mundo. El control no acabó aquí. A pesar de ser productor ejecutivo de la CNN, no dejaba a su hija ver la televisión ni escuchar la radio. La única música que podía oír era jazz clásico del estilo de John Coltrane y Miles Davis, algo que, a la postre, iría muy bien a Solána. 'Ctrl' era un disco de sonido deliciosamente orgánico e intemporal.

Llevó hijab

En su adolescencia, SZA llevó hijab durante un tiempo y combinó un colegio privado musulmán con una escuela secundaria normal donde, en los días del 11-S, sufrió 'bullying'. Su vía de escape y desahogo por entonces no era la música, sino la gimnasia de alto nivel. En su segundo año de instituto (2005) era, según ha dicho, la quinta mejor gimnasta de la nación.

Luego pasó a interesarse por la biología marina, que estudió en la Delaware State University, pero no llegó a acabar la carrera; lo dejó en el último semestre. Siguieron trabajos poco excitantes y, medio en secreto, con amigos y vecinos, los intentos de hacer música. Que acabaron cogiendo forma de celebrados 'epés', primero autoeditados, después bajo el paraguas del sello Top Dawg, casa también de Kendrick Lamar. El futuro, ahora, es suyo, así que háganla sentir a gusto en sus tiendas, amigos.