ENTREVISTA

Mona Eltahawy: "Quien controla el dormitorio, controla el mundo"

La cultura islámica no es el entorno más propicio para que agarre el feminismo, pero esta es la misión que se ha marcado la autora de 'El himen y el yihab'

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Juan Fernández

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Cabello bermellón, brazos tatuados, festival de manos agitándose en el aire mientras habla abriendo mucho los ojos, Mona Eltahawy transmite en persona la impronta de las revolucionarias legendarias que apostaron por dejar huella en la época que les tocó vivir. Sobre su condición de mujer musulmana nacida y criada en Egipto se amontonan varias cadenas –la política, la religiosa y la de género–, pero ella se ha propuesto romperlas todas de golpe haciendo palanca sobre un punto hasta ahora poco explorado: la liberación sexual femenina en el mundo árabe. 

Hace tres años, en las páginas de 'El himen y el hiyab', la activista y columnista feminista explicó a sus congéneres, y al mundo entero, que la próxima revolución tendrá lugar en las alcobas, o no será. Ahora, el sello Capitán Swing ha traducido al castellano aquel manifiesto, en el que carga contra el machismo que impera en la cultura musulmana tanto como contra las miradas paternalistas que a menudo lanzamos en Occidente hacia las mujeres que se cubren la cabeza. No tiene pelos en la lengua ni temor a parecer incorrecta, es un volcán en erupción. 

Tiene una visión crítica de la Primavera Árabe. ¿Qué pasó y no pasó en ese alzamiento popular? 

Sirvió para abrir los ojos a mucha gente, pero los cambios importantes no se ven porque la verdadera revolución, la de las mentes, todavía no se ha producido. Mi crítica tiene que ver con algo que no salió en las crónicas. Todos vimos las calles llenas de hombres y mujeres pidiendo libertad, pero nadie contó que al acabar las manifestaciones, cuando aquellas mujeres volvían a casa y pedían a los hombres que siguieran siendo revolucionarios en el hogar, ellos contestaban que eso ahora no tocaba, que lo único importante era acabar con Mubarak.

Ocho años después, ¿qué balance hace de aquella movilización?

Ya no está Mubarak, pero el régimen es hoy más fuerte que antes y en el otro extremo están los Hermanos Musulmanes, con su integrismo religioso, así que la revolución política se encuentra detenida. Solo veo un grupo de hombres vestidos de militar que lucha por el poder con otro grupo de hombres vestidos de clérigo, y en medio estamos las mujeres, sometidas como siempre al triángulo de la misoginia que se ejerce sobre nosotras desde el estado, en la calle y en nuestros hogares. 

Y usted propone romper esa ecuación atacando la tercera punta del triángulo, la doméstica. ¿Por qué ahí?

El dormitorio es un espacio de dominación. Los españoles sabéis de qué hablo, porque la iglesia católica os ha sometido durante siglos ejerciendo poder sobre vuestras alcobas. La realidad es esta: quien controla el dormitorio, controla el mundo. Por eso, nosotras tenemos que dar esta batalla, porque es sobre nuestros cuerpos donde se ha ejercido y se sigue ejerciendo ese poder.

Sitúa el sexo en el corazón de la próxima revolución. ¿Tan importante es?

El sexo es el punto en el que se apoyan todas las estructuras patriarcales de dominación, tanto en el mundo árabe como en Occidente. Por eso, la revolución sexual es la respuesta a ese sometimiento, y es la que ha de anteceder a la revolución social y política que vendrá después. Todos los dictadores acaban yendo al dormitorio. De hecho, la peor dictadura es la que se sufre en esa habitación. Por eso es ahí donde las mujeres debemos empezar a dar la batalla, en la alcoba. 

¿Se siente una revolucionaria?

El feminismo es revolucionario porque cuando plantas cara a las estructuras que sojuzgan a las mujeres, cambias el mundo. Hay quien me toma por loca por hablar de sexo. Que digan lo que quieran, me da igual, pero que sepan que es ahí donde está la clave. Por eso los clérigos se ponen tan nerviosos al vernos a las mujeres reclamando derechos. Cuando derrotas al dictador que tienes durmiendo en tu cama y al machista que te señala con desprecio en la calle, la vida ya nunca vuelve a ser igual. Esto no se hace en un día, ni en un mes, como la Primavera Árabe, sino que tarda años, pero ese cambio ya ha empezado.

"El feminismo es
revolucionario
porque cuando
plantas cara a
las estructuras
que sojuzgana
las mujeres,
cambias el
mundo"

¿En qué lo nota?

En mi propia familia. Tengo un montón de primos, más de setenta, y unos participaron en la Primavera y otros no, pero todos han cambiado algo sus vidas. Tengo primas que decidieron quitarse el hiyab y se fueron a vivir a Berlín, solas, con los labios pintados y piercing en la cara. Otras eran infelices en sus matrimonios y se han divorciado. La revolución permitió ver algo que no habíamos visto nunca, y fue un enorme no a la autoridad. Ese no está ya en la gente y cada vez son más los que se atreven a pronunciarlo en sus casas, en sus trabajos, con sus parejas… Toda tormenta empieza con una gota de lluvia, y esa gota ya ha caído. 

¿Es posible ser feminista en el mundo árabe?

Por supuesto, ya tuvimos feministas legendarias en Oriente Medio en los años 20 del siglo pasado y en aquella época muchas mujeres se quitaron el velo. Ahora, algunos intentan alejarnos de esta revolución liberadora diciendo que el feminismo es una moda occidental importada. Están nerviosos porque ven que van perdiendo. Las feministas de Líbano han impulsado leyes contra la violencia doméstica, en el Parlamento de Túnez ya hay más mujeres que en Reino Unido y su constitución ya consagra la igualdad ante la ley de hombres y mujeres. Ese es el camino. 

¿Cómo se conjuga el feminismo desde la fe religiosa musulmana?

Esto es muy importante y debe quedar claro: no es contradictorio ser feminista y creer en el islam. De hecho, las feministas religiosas han llevado a cabo una gran labor emancipatoria, aunque al final topan con un muro que dice: esto es así porque lo manda dios. Yo no acepto ese principio, por eso soy una feminista secular, pero respeto el trabajo de las compañeras que hacen una interpretación feminista del islam porque sirven de puente para atraer a esta lucha a mujeres más conservadoras. 

En su libro se muestra muy crítica con la mirada de Occidente hacia la situación de la mujer musulmana. Explíqueme su reproche.

Frente a la misoginia que hay en nuestra comunidad, los islamófobos occidentales de derechas dicen que los hombres islámicos son monstruos opresores y que hay que liberar a las mujeres de sus garras. ¡Mentira! A ellos, las musulmanas les damos igual, solo nos utilizan para hacer una guerra de hombres contra hombres. Ante esas voces que dicen que debo quitarme el velo sin importarle en qué condiciones vivo, mi respuesta es: vete a tomar por culo.

También tiene palabras gruesas para la izquierda.

Estos, para no pasar por racistas, a menudo se ponen del lado de los líderes islámicos más conservadores de mi comunidad. En sus países jamás se aliarán con los curas ultra católicos, pero apoyan a clérigos musulmanes misóginos para no parecer islamófobos. A esos partidos e intelectuales progresistas, les digo: dejad de defenderme del islam, el islam es mío y ya sabré yo cuándo quiero ponerme o quitarme el velo. 

"Si usted quiere
luchar por los
derechos de la
mujer, preocúpese
de que lo de
'la manada' no se
repita en España"

Mándeles un mensaje en positivo.

Si sois de izquierdas y queréis apoyar la democracia en Egipto o Arabia, decidles a vuestros gobiernos que dejen de venderles armas a nuestros regímenes. Con ellas aplastan los movimientos que reclaman igualdad y libertad en mi comunidad. Pero como mujer árabe, no necesito que vengas a rescatarme, déjame que me rescate yo a mí misma. 

A menudo, en presencia de una mujer musulmana cubierta de la cabeza a los pies, en Occidente no sabemos qué pensar ni qué sentir.

No tenéis que pensar ni hacer nada, esa ropa no tiene nada que ver con vosotros, dejadla en paz. ¿Quiénes sois vosotros para decirle que se quite ese velo sin saber lo que significa para ella? Mi madre lleva el hiyab porque es religiosa y esa prenda le ayuda a sentirse bien. Yo lo llevaba hasta que dejé de creer en la religión y me lo quité. Mi hermana pequeña empezó a usarlo por fe y ahora lo lleva por identidad, para plantar cara a los racistas. Si usted quiere luchar por los derechos de la mujer, preocúpese de que sus amigos no maltraten a sus compañeras y que lo de la manada no vuelve a repetirse en España. Pero el velo de las mujeres musulmanas no es su problema.