Nuevos cortesanos

Hubo una época en la que los opinadores medían sus palabras para no incomodar a la Casa Real. Eso ya pasó. Hoy las miden, pero para no molestar a la susceptible Casa Real de Twitter, de la que depende su trabajo sin que sus seguidores lo sepan.

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JUAN CARLOS ORTEGA

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Hace un año y pico se me ocurrió escribir en mi muro de Facebook que el rey Felipe VI me caía bien. Maldita la hora. Asombrado, empecé a recibir comentarios desagradables. La palabra 'facha' fue la más repetida. También estaban quienes me hacían saber que les había defraudado y los que, sin decirme nada, se borraron de mi círculo de amigos. En cuestión de dos horas, el número de seguidores descendió abrumadoramente.

De todo lo que me dijeron, me impactó especialmente la frase de una chica que censuró mi comentario llamándome «cortesano». Eso me hizo pensar en el significado actual de esa palabra, que curiosamente ha dejado de tener el sentido que se le daba hace años.

No pretendo hablarles de mí, pero es necesario que sepan a lo que me dedico para que entiendan la tesis de este artículo. Trabajo en la radio, y este medio ha cambiado mucho en los últimos años. En mi caso, el índice de audiencia se mide mediante el número de interacciones en las redes sociales. Los internautas han de descargar mis audios, y cuanto mayor sea su número, muchísimo mejor para mí y para la cadena en la que trabajo.

Como los seres humanos estamos como una regadera, simpatizamos con aquellos que piensan igual que nosotros, por lo que es preferible que la mayoría en la red no sospeche que nuestra opinión difiere de la suya.

Muchos compañeros manejan muy bien todo esto. Si el viento de las redes sopla a favor de Podemos, ellos alaban al partido de Iglesias, conscientes de que eso generará en sus seguidores un sentimiento de afinidad que, a corto plazo, se verá traducido en el incremento de visitas en sus audios, en sus artículos de opinión o en la visualización de los clips que cuelgan en Youtube, por los que cobran un dinero proporcional al número de visualizaciones.

Esas personas de las que les hablo critican sistemáticamente a la monarquía porque saben que en las redes eso es lo que se lleva. Les es más rentable hacerlo. Sus seguidores les aplaudirán, darán una falsa imagen de valentía (como si meterse con el Rey fuera tan osado) y nadie les llamará cortesanos, como lo hicieron conmnigo, cuando en cierto modo lo son más que nadie, porque el rey al que pelotean y del que son cortesanos es Su Majestad La Red.

Hubo una época en la que los opinadores medían sus palabras para no incomodar a la Casa Real. Eso ya pasó. Hoy también las miden, pero para no molestar a la susceptible Casa Real de Twitter, de la que depende su trabajo sin que sus seguidores lo sepan.

Cuando dije que el Rey me caía bien decepcioné a muchos que no volverán a descargar mis audios. Me importa un pimiento, porque tampoco quiero que los descarguen. Así que lo volveré a hacer. El rey Felipe VI me cae bien, y la reina Letizia, también, y deseo que sigan siendo reyes muchísimos años. Alguno podrá pensar que soy un pelota. A ellos les pregunto, ¿qué creen que voy a conseguir diciendo esto? ¿Acaso piensan que don Felipe me va a nombrar Duque de Ortega o que va a presentarme a una prima suya que está buenísima para que entre en la familia real? Seamos serios; voy a perder más de lo que podría ganar, porque mi trabajo y mi dinero dependen de unas redes sociales que esperan de mí, para no defraudarles, que grite que la monarquia es lamentable.

Pero bien mirado sí que ganaré algo, porque expresar lo que piensas te hace libre, y esa es la única forma de no ser cortesano.