ASUNTOS PROPIOS

Liudmila Ulítskaya, escritora rusa: "Putin es insignificante en todos los sentidos"

Liudmila Ulítskaya contra

Liudmila Ulítskaya contra / Àngel García

Núria Navarro

Núria Navarro

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Dos días después del inicio de la guerra de Ucrania, la escritora rusa Liudmila Ulítskaya, de 78 años, metió cuatro cosas en una maleta, cerró la puerta de su domicilio en Moscú y huyó a Berlín junto a su marido, el escultor Andrej Krasulin, de 88. Quería salvar, no su vida, sino "su libertad", dijo aquel día de febrero del 22 la eterna candidata al Nobel de Literatura. En el CCCB, donde dialogó con Vladímir Sorokin, aseguró que el regreso queda lejos. 

¿Qué pensó al cerrar su casa?

"Ojalá volviera". 

Naturalmente.

Solo me llevé libros y dos collares –uno de mi abuela y otro de mi madre– que en Moscú guardaba en un lugar muy especial.

Se fue para proteger su "libertad". ¿En qué cifra esa libertad?

Libertad es no pensar cada día en ella. Desde una edad temprana, organicé mi vida sin tener que depender del Estado, y en cierto sentido lo había conseguido. Eso estaba en riesgo.

"En Rusia, el que aparece como un perdedor, a menudo es el ganador"

"No hay que ser verde ni azul –escribe en Sóniechka–; siempre somos perdedores". 

Sí, pero en Rusia, el que formalmente aparece como un perdedor, a menudo es el ganador en un sentido elevado. Es el caso de Sájarov, de Solzhenitsyn y de Alekséi Navalni, que, encarcelado, muestra al mundo cómo es el poder actual ruso.

Entiende de lo humano. Lo estudió como genetista, lo explora en la literatura...

Por mi formación como bióloga, creo que estamos en un proceso de evolución constante, incluso demasiado activo.

¿Y Putin es un eslabón perdido?

¡En absoluto! A lo largo de muchos siglos, Rusia ha sido un país monárquico y el pueblo ruso tiende a absolutizar al cabeza de Estado. También hay algo de ausencia de sentido de dignidad propia, de la importancia del yo. Un ejemplo revelador: el año en que se abolió el régimen de servidumbre en el imperio ruso –a mediados de siglo XIX–, en Inglaterra se inauguró la primera línea de metro.

¿La invasión de Ucrania entra en alguna lógica que no sabemos ver?

Es un acontecimiento trágico, pero debo decir que no me sorprendió demasiado. La idea de mesianismo, la necesidad de mostrar al mundo el camino correcto, está muy arraigada en el actual poder ruso. Algo absurdo, incluso ridículo, si tenemos en cuenta que en el país que envió al primer hombre al espacio, cerca del 50% de la población utiliza letrinas porque no se ha organizado el sistema de cloacas.

¿El jefe del Kremlin da para una ficción?

No me interesa como personaje. Imposible sacarle partido.

"La guerra durará hasta que cambie la cúpula del poder ruso actual"

El mal es muy literario.

El mal siempre encuentra un contenedor y quizá se haya metido en Putin, pero no hay grandeza en él. Es insignificante en todos los sentidos. Un pelele. La guerra durará hasta que cambie la cúpula del poder ruso actual.

En los primeros meses de exilio no podía escribir. ¿Ha recuperado el apetito?

Más no que sí. Me ocupan mucho tiempo las entrevistas y el trabajo de asimilar la situación en la que estoy metida.

"El sueño de los rusos que se van es encontrar un lugar en el mundo exterior"

¿Ha sacado algo en claro?

En los años 20 del siglo XX un número tremendo de intelectuales se fue de Rusia, en gran parte a Berlín. El mundo exterior se benefició de aquel éxodo, y Rusia se privó de lo más creativo de su pueblo. Sorprendentemente, en los 100 años transcurridos se logró restablecer la fuerza creativa, pero somos testigos de un proceso idéntico. Solo que el sueño de los rusos que se van ahora es encontrar un lugar en el mundo exterior, que se ha vuelto más amplio y diverso.

¿Es su caso?

Mi relación con el destino es muy humilde.

"Mi relación con el destino es muy humilde"

Lleva un registro de sus días, que no se publicará hasta su muerte.

El otro día abrí una de las carpetas en el ordenador, la de los años 70, cuando trabajaba en el Teatro Judío, y me bañé en un montón d recuerdos. No dejo de sorprenderme de la cantidad de cosas que quise hacer y no hice. Los libros que comencé y no acabé, las piezas teatrales que no escribí.

"No deja de sorprenderme la cantidad de cosas que quise hacer y no hice"

Nabokov decía que la existencia es un cortocircuito entre dos oscuridades.

Yo más bien percibo la existencia de esta manera: cogen un alma, te adjudican un cuerpo y te meten en una especie de estadio, donde tienes que actuar. Luego, separan otra vez el alma del cuerpo y la enfrentan con lo que ha hecho durante el tiempo que campó a sus anchas.

¿Le ha 'tocado' un buen cuerpo?

No estoy contenta ni descontenta. Lo percibo como una misión. Tengo que cumplir. Y no estoy convencida de que lo que tenemos aquí y ahora sea lo único que hay.

Suscríbete para seguir leyendo