LA MÚSICA FAVORITA DE...

Paco Ibáñez, la vuelta al mundo

El trovador viaja a placer del tango a las vanguardias del siglo XX, con paradas en el cante jondo, la 'chanson' y el arte de las intérpretes femeninas, como la "faraona" egipcia Oum Khalsoum

Paco Ibañez, durante una actuación en el 2013.

Paco Ibañez, durante una actuación en el 2013. / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Paco Ibáñez nos recibe pimpante en la terraza de su casa en el Eixample, entre las buganvilias, tocadas por el sol de media tarde. Muchas semanas de retiro casero, él, que vive siempre con las maletas a punto de hacer. Pero los viajes, si la vida no te los permite, te los ingenias en tu cabeza con la asistencia de la música. “Tengo la facultad de ir adonde pienso que quiero estar”, desliza misteriosamente, antes de levar anclas. “Caminito que el tiempo ha borrado...”, canta con sonriente teatralidad. “Yo, si tengo ganas de ir a Buenos Aires, pongo un tango y ya me veo allí tomando un mate. Si quiero ir a Andalucía, escucho el cante jondo de El Chocolate o Antonio Chacón. ¿Me apetece ir a Asturias? Pues voy a por un disco de La Busdonga, que cantaba las vaqueiras”.

La vuelta al mundo con Paco Ibáñez es posible y es fácil a través de la música, y Argentina no es un mal punto de partida. “Hombre, Atahualpa Yupanqui, Osvaldo Pugliese, Edmundo Rivero... Y la mujer de Piazzolla, Amelita Baltar”, enumera, y ahí se para para lanzar una teoría. “¡Cómo cantan las mujeres! Si te paras a pensar, nos dan mil vueltas a los hombres, porque van hasta el final, hasta el centro de la Tierra: no se quedan a cien metros, no, no, ¡lo tocan y vuelven!”.

La voz que te mata

Ahí están sus voces de cabecera, cantantes con resonancias de otros tiempos, inaudibles en las radios y televisiones de hoy en día. Destaca de ellas virtudes con efectos letales, como cuando habla de la polaca Ewa Demarczyk. “Su disco lo pongo y no puedo ni terminarlo. No sé, me toca demasiado”, revela. Elevando la apuesta, la rumana Maria Tanase, el ‘ruiseñor de Bucarest’. “Esta te mata”. Y por encima de todas, la egipcia Oum Kalthoum, la dama de las gafas negras y los ríos de canción que trepan a lomos de la orquesta oriental. “La faraona”, resume, y no hay más que hablar. Pero Paco no entiende de distinciones entre músicas populares y cultas, y en un quiebro te cita a Victoria de los Ángeles. “Nadie llega a su altura cantando las ‘Bachianas’ de Heitor Villa-Lobos”. Y a la contralto británica Kathleen Ferrier. “En ‘Kindertotenlieder’, de Mahler, te deja clavado”.

La charla sobre música con Paco Ibáñez es infinita y te lleva por caminos inesperados. Porque ya sabíamos de su querencia por la ‘chanson’, y eso que Brassens al principio, tras oírle cantando ‘Le gorille’, le pareció un chiflado y un gritón, pero no tanto de su atracción por la música clásica y las vanguardias del siglo XX. “Cuando llegué a París yo era un analfabeto total, venía del caserío, de cuidar vacas, imagínate”, rememora. “Y una tarde, escuchando a Béla Bartók con mi amigo Soto, el pintor, yo le solté que aquello no me parecía música. Al día siguiente me trajo un libro de René Leibowitz, ‘Schönberg y su escuela’, que recorría la historia de la música desde el siglo X”. Tirando del hilo, aprendió a apreciar a Debussy, Fauré, Satie, Ravel, Falla, Grieg, Sibelius... “¡Y Bach! ¡Estamos hablando de la Luna y nos olvidamos del Sol!”.

Y volvemos a las voces, a las más profundas. “Yo me pasaría la vida escuchando cante jondo, pero no a Schönberg”, reconoce. “El último de los cantes, y se lo debemos a los gitanos”, concluye tras dar la vuelta a medio planeta dentro de su mente. Como lo hará, de otro modo, el 29 de julio en el recital que ofrecerá en Fes Pedralbes. “Cantaré en siete idiomas: castellano, francés, catalán, italiano, gallego, euskera y hebreo”.

Suscríbete para seguir leyendo