360º
Carnaval contra la intolerancia
En Río de Janeiro, las comparsas denuncian las políticas de Bolsonaro, la intolerancia religiosa y las injusticias sociales
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Abel Gilbert
Río de Janeiro huele a cerveza y orín en sus calles. Es la fragancia acre de un carnaval que pone todo patas arriba. Las rutinas dejan de existir hasta el 26 de febrero. Mientras, la Ciudad Maravillosa cimbra, miles y miles se contonean, cantan, dejan la puerta abierta a las relaciones ocasionales, frenéticas, a veces peligrosas. Una explosión de encuentros, seducciones y escarceos, entre toneladas de basura acumulada. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y Marcelo Crivella, el pastor evangélico que administra la alcaldía, creen encontrar en tamaño desarreglo indicios de una nueva Sodoma y Gomorra. Y por eso las comparsas recuerdan semejantes desatinos.
No solo Río sino todo Brasil quedan suspendidos en el aire bajo la efímera promesa de otra vida. Las máscaras permiten que el cuerpo trascienda su papel rutinario de hombres, padres, trabajadores, desocupados, amas de casa y 'favelados' (habitantes de las chavolas). La fiesta no está reñida con la controversia política. «El indio pide la paz, pero es la guerra / Nuestro pueblo no tiene partido ni facción / No tiene obispo (predicadores), ni se inclina ante el capitán», ha decidido cantar la escuela de samba Portela. El capitán (retirado) no es otro que Bolsonaro. «Ven a la calle a cantar, Brasil / Muestra el engaño a aquellos que no han visto», arremetieron los Académicos del Vicario General. Su desfile en el sambódromo se acompañó con un payaso gigante que llevaba puesta la banda presidencial.
Las celebraciones dejarán unos 539 millones de dólares en una ciudad económicamente en problemas. El gobernador del estado de Río, el también ultraderechista Wilson Witzel, invitó a Bolsonaro a seguir los desfiles. «También vamos a bailar», le propuso. «Hay mejores personas que yo para invitar, ¿de acuerdo?», le respondió el capitán retirado, que lo considera un enemigo. A diferencia del presidente, casi todos quieren ver e inmiscuirse en el «carnaval oficial», que es una suerte de campeonato con 13 escuelas que reúnen a 40.000 figurantes. Se compite por los mejores premios a través de los 'enredos', como se llaman las historias que relatan mientras desfilan los participantes con sus lentejuelas y su batería de percusionistas. El carnaval espectáculo tiene una estrecha relación con el universo ilegal. Poner en marcha una samba enredo cuesta al menos dos millones de dólares. Ni el municipio, el aporte de las empresas o el dinero que entra por derechos de transmisión televisiva cubren los gastos. Las cosas funcionan, en buena medida, gracias al aporte de los 'banqueros' del juego del bicho, la lotería clandestina de las favelas.
«La codicia usa traje y corbata / Donde la esperanza ha sucumbido / Veo libertad encarcelada», cantó durante su presentación la escuela de samba Beija Flor de Nilópolis. «Búscame en las filas contra la opresión», ha pedido por su parte Mangueira. Su monumental emblema es un Jesús con rostro negro, cuerpo de mujer y sangre indígena. «Blasfemia», ha gritado la Iglesia Universal del Reino de Dios, una de las ramas del evangelismo que sostiene a Bolsonaro. Mangueira decidió abordar el tema de la intolerancia religiosa en un país donde el número de evangélicos crece en promedio 0,8% por año mientras que la feligresía católica se reduce un 1,2% cada 12 meses. A este ritmo, en un par de décadas los pentecostales serán mayoría.
Como estudió el antropólogo Roberto DaMatta, durante el carnaval los pobres, los excluidos, a veces vestidos como personas poderosas (reyes, reinas, príncipes y princesas) se adueñan de la ciudad. Los ricos, disfrazados de pobres (camisetas gastadas, sandalias y pantalones cortos) los observan pasar. El carnaval más genuino se encuentra afuera del sambódromo, en las calles, donde los 'blocos', las comparsas barriales, son seguidas por multitudes. Cuando la música se llame a silencio, se recuperarán por completo las jerarquías sociales. Pero no habrá descanso. Hay que empezar a prepararse para el del año siguiente. Todo recomienza en este tiempo cíclico de diversión y amargura.
Homenajes y secretos
La concejala Marielle Franco, asesinada en el 2018, fue honrada por el carnaval de Río de Janeiro en el 2019. El homenaje se trasladó esta vez a Sao Paulo, escenario de las otras grandes celebraciones brasileñas. La escuela de samba Tom Maior la ha recordado con una escultura gigante. El nombre de Marielle está en el candelero después de la muerte de Adriano Magalhães da Nóbrega, un expolicía y exparamilitar amigo del clan Bolsonaro a quien se lo relacionó con el crimen de la legisladora. Dicen que el 'capitán' Adriano se ha llevado a la tumba secretos inconfesables.
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