ASUNTOS PROPIOS

Guillem Gisbert: "Recuerdo dónde he escrito cada canción"

El cantante y compositor de Manel permite escudriñar en los interiores de su mundo

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Núria Navarro

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Desde su experiencia como periodista malogrado convertido en inesperado ídolo pop, Guillem Gisbert (Barcelona, 1981), cantante y compositor principal de Manel, ha sabido traducir en palabras los sentimientos de dislocación y perplejidad de las personas corrientes atrapadas en situaciones que escapan a su control. El éxito del grupo, refrendado con su último disco, 'Per la bona gent', no ha hecho ni un arañazo en la coraza de escepticismo tras la que se refugia un artista que guarda las formas tanto como las distancias.

–¿Manel es usted?

–Manel somos cuatro.

–Escribe (casi) todas las canciones.

–Trabajamos de manera asamblearia y, de vez en cuando, puede que la decisión dictatorial sea la mía.

–¿A quién muestra primero una letra?

–A menudo a mi hermano Ignasi –tengo otros dos, Eduard y Rita, por parte de padre–, pero básicamente es una larga conversación entre los cuatro. Les pregunto: "¿Qué os imaginéis en este verso?". Y estoy abierto a la verdad, aunque resulte dolorosa.

–En lo que no hay discusión es en exponerse lo justito.

–El éxito del primer disco nos sorprendió y vimos conveniente construir determinadas barreras alrededor del grupo para tener un cierto control.

–Nada de anunciar bancos ni cervezas.

–¡Casi me ofende que no nos hayan ofrecido un pregón! No, en serio, ha sido sencillo decir que no a ciertas propuestas.

–Es más de venta indirecta. Por su culpa no hay casa sin ukelele.

–La marca Lanikai nos debe una cesta de Navidad como mínimo.

"La marca Lanikai de ukeleles nos debe una cesta de Navidad como mínimo"

–¿De qué tiene usted fama en la banda?

–De ser el que tiene más subidas y bajadas. Me entusiasma algo y al rato no me gusta nada.

–Y en los temas de Manel, ¿dónde se le nota más?

–Quizá en la parte que tiene que ver con ciertos giros melódicos, que me salen de manera inconsciente.

–Forcemos ese inconsciente.

–Fue una sorpresa. De muy jovencito, era 'el que tocaba la guitarra' y nada más, hasta que me puse a componer el primer disco [2008]. Recuerdo que recibí un mensaje de un amigo –'És nit freda per ser abril, no s’està enlloc com a casa'–, me hizo gracia e intenté ponerle melodía. Por alguna razón, a partir de toda la música que se había metido en mi cabeza, tiré de un hilo y pasó lo que podía no haber pasado.

–¿Qué primera música se le metió en la cabeza?

–Me pasé la adolescencia escuchando en el 'walk man' cintas de los Beatles que me grababa mi padre mientras iba a pie desde la calle República Argentina –donde vivía mi madre– al colegio Costa Llobera, atravesando las obras de la Ronda de Dalt. Me generaba placer. Sigo caminando mucho–seguramente tiene que ver con expulsar la ansiedad–, y pienso al caminar. Recuerdo dónde he escrito cada canción. 

–Un poco más de arqueología.

–Estudié Periodismo y conseguí un trabajo en el 'El Periódico de Andorra'. Yo era de indie, pero como estaba solo y había salido el documental de Scorsese sobre Bob Dylan, 'No Direction Home', escuché su discografía entera.

"He encontrado una cosa rarísima con la que me puedo ganar la vida y que es lo contrario a la alienación"

–Dejó el oficio a tiempo.

–Me he salvado mucho de la precariedad laboral. He encontrado una cosa rarísima con la que me puedo ganar la vida y que es lo contrario a la alienación. 

–¿Su familia entendió el giro de guion?

–Se lo tomaron con un escepticismo saludable, que también tenía yo hasta hace no mucho.

–¿No mucho? Todos los discos llegan al número uno en España.

–El éxito al principio te legitima. Eres joven, admiras a los grandes y tienes miedo a hacer el ridículo, a que digan: "¿De qué van estos tíos?". Cuando eso no ocurre, piensas: "Vale, de acuerdo, ¿y a partir de aquí, hacia dónde ir?".

–¿Saben ya por qué conectan con la gente?

–Le juro que no. Sabemos la manera de encontrar una electricidad que nos funciona. Además, el pensamiento más épico sobre los otros es absolutamente inmovilizador.

–¿A quién le gusta haber gustado?

–A Joan Miquel Oliver, por ejemplo. Que diga que una letra le ha gustado me da mucho orgullo. Y que Sisa nos aceptara dentro del oficio nos dio mucha fuerza.

–¿Qué le importa por encima de todo?

–Me importan las palabras. Ha sido algo instintivo desde siempre.

"Que Sisa nos aceptara dentro del oficio nos dio mucha fuerza"

–¿Y una vida vibrante de sexo, drogas y...?

–¡Eso es muy del siglo XX! Lo cual no quiere decir que sea la persona más saludable del mundo. Arnau [Vallvé] y yo hemos decidido dejar de fumar la próxima semana. Pero la vida del músico es más pausada y familiar de lo que parece. Yo vivo mucho alrededor de mi trabajo. Me alimenta y me absorbe. Convivo con la tensión de una materia que no es matemática.

–¿Qué tal la tensión tras la denuncia por la parodia de Manel en 'Polònia'

–Que una parodia sea materia de acusación es una barbaridad, pero, por la parte que me toca, pasé una tarde divertida. En la redacción de la denuncia se veía claro que pensaron que éramos nosotros los que salíamos en la parodia; al cabo de poco se dieron cuenta de que no, pero en vez de reconocer que la habían cagado, justificaron llamarnos  porque no "nos habíamos quejado".

–¿Pasarán por el banquillo?

–Estoy convencido de que no.

–Curiosidad final: ¿se gusta en la imitación?

–Estaba preparado para decir que no, pero alguien me dijo: "Te enganchan muy bien la posición". Por otra parte, antes de que todo esto ocurriera, nos preguntábamos: "¿Cómo demonios consiguen que la música suene tan bien, cuando nosotros nos gastamos la pasta en dos productores yankis y estamos un mes encerrados?".