Que no pare la música

Solistas contra bandas

Las músicas populares han cambiado de ciclo y tras la era de los grupos de rock vivimos en un ciclo dominado por las individualidades, de Rosalía a Kanye West, en parte causado por las facilidades que la tecnología ofrecer para crear música en solitario

Dua Lipa, en los Brit Awards del 2018

Dua Lipa, en los Brit Awards del 2018 / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En otros tiempos, quizá en otra era, cuando a un jovencito le chiflaba la ‘música moderna’, de guitarras eléctricas y baterías, era fácil que fantaseara con montar un grupo con los amigos. Una banda, un conjunto. Pero esta clase de impulso está pasando a la historia junto con las tiendas de revelado fotográfico y los repartidores de hielo: hoy la música la dominan los solistas, ya sean raperos tatuados, divas del pop o barbudos portentos que cultivan su ‘mundo interior’.

Un vistazo a los conciertos de gran formato que Barcelona acogerá los próximos meses refuerza esta observación. Entre las estrellas de última (o penúltima) hornada que se dejarán caer en el Palau Sant Jordi son mayoría las individualidades, como la catalana Rosalía, los estadounidenses Bon Iver y Camila Cabello, el colombiano Maluma, la británica Dua Lipa y el andaluz Beret, que se cruzarán con repetidores como Bryan Adams y El Barrio, y el maduro pero debutante Nick Cave. Solo Jonas Brothers e Izal se conjugan en plural (y Estopa, un dúo, y que acaba de cumplir 20 años). Dua Lipa, ganadora de la categoría de ‘mejor nuevo artista’ de los últimos Grammy, ilustra un perfil al alza, la solista femenina comercial pero inquieta, con ejemplares como Billie Eilish, Cardi B, Lorde o la misma Rosalía.

En los Grammy, tanto el ‘álbum del año’ como los otros siete nominados fueron de solistas, y en los recientes premios MTV, cinco de los seis ‘artistas del año’ y cinco de los seis ‘nuevos mejores artistas’ (una vez más, Rosalía entre ellos). Pero es una tendencia que lleva tiempo advirtiéndose como mar de fondo: la selección de mejores discos de la década 2010-19, publicada este noviembre por la revista ‘Rockdelux’, aparece dominada por individuos que firman a título personal como Kanye West, Kendrick Lamar y Frank Ocean. Mensaje derivado: ir solo, a tu bola, es ‘cool’.

¿Qué ha sido de la fascinación, del atractivo ‘sexy’ de los Rolling Stones, y The Who, y Led Zeppelin, y The Clash, y The Cure, y Nirvana, y Oasis? En la pregunta está parte de la respuesta: todas estas bandas se avenían a tocar un estilo llamado rock, que desde que entramos en el siglo XXI ha ido poco a poco de capa caída hasta ir a parar al cuarto de los trastos, con dificultades para leer el rumbo del mundo. Salvo llena-estadios heredados como Springsteen y su E Street Band, los Stones y U2, se entiende, que son, en palabras del promotor Gay Mercader, como la Mona Lisa, que todo el mundo quiere ver al menos una vez en la vida.

El rock requiere de brazos, de fuerza muscular, y celebra la ejecución en común, compartida por el ‘gang’, el grupo que es más grande que la suma de sus partes. El adolescente de los 70 hablaba de su “banda favorita” más que del cantante. Y el rock necesita que alguien toque la guitarra, otro el bajo y el de más allá la batería, ecuación obsoleta ahora que uno puede construir una canción en casa sin moverse del ordenador, manejando pistas, bases rítmicas y ‘samples’, incluso fanfarroneando de no haberse rebajado a aprender a tocar un instrumento, menuda pérdida de tiempo. Desde ahí se puede diseñar el pop, el hip-hop, el trap o el reguetón que transita por la radio y las redes.

La tecnología ha acabado reflejándose en la estética musical, lo cual no es ninguna novedad. También el rock nació después de que alguien enchufara una guitarra. Para postre, los ‘talent shows’ ensalzan el carisma individual, y la industria prefiere a los solistas, más manejables que las bandas, esos gallineros (a veces). Pero del estilo musical se derivan consecuencias, y es ahora que, tras estos años de crisis y de fragilidad emocional colectiva, más se oyen llamadas a compartir y a bajar los humos, cuando emerge en la música un nuevo culto a la individualidad, el divo del siglo XXI que quizá haga que añoremos a la vieja banda de rock’n’roll. O no.

Un Sant Jordi para Dua Lipa

Dua Lipa es uno de los ejemplos de estrellato individual de nueva planta, manejando un imaginativo pop de complexión electrónica y tramas bailables, con atmósferas a veces oscuras y ensoñadoras. Cuenta con un álbum, cuatro epés y éxitos globales como New rules o IDGAF, catálogo al que se sumará el año que viene un segundo disco largo, Future nostalgia, que presentará el 28 de abril en el Palau Sant Jordi. Debut barcelonés a lo grande para esta cantante y compositora de 24 años, británica de raíces kosovares. Ilustrando la tesis de este artículo, su padre, Dukagjin Lipa, fue en su juventud miembro de una banda de rock.