360º

Ecos de Gaudí en Jaimanitas

Los mosaicos del artista cubano José Fuster se han convertido en un auténtico imán de visitantes y turistas a una pequeña localidad de pescadores al oeste de La Habana

Una imagen del barrio de Jaimanitas de La Habana, donde está el proyecto del artista José Fuster

Una imagen del barrio de Jaimanitas de La Habana, donde está el proyecto del artista José Fuster / periodico

Idoya Noain

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Tiene ironía que fuera un periodista de Estados Unidos, del 'Dallas Morning News', quien diera al expansivo proyecto que el artista cubano José Fuster planteó como 'Alegría de vivir' el nombre con el que se ha popularizado: Fusterlandia. No es el vecino del norte sujeto de devoción de este nieto de «catalán o mallorquín» y gallega, escultor y ceramista de 73 años, bautizado como «el Gaudí cubano», y que se define como «patriota, fidelista y de la Revolución».

Sea como sea Fuster, no le hace ascos al nombre con ecos Disney. Su Park Güell caribeño se ha convertido en un auténtico imán de visitantes y turistas a Jaimanitas, una pequeña localidad de pescadores al oeste de La Habana, nombrada en honor de la piedra caliza que solía extraerse allí. Y a ritmo de ‘trencadís’, Fuster no solo ha creado su vibrante espacio al aire libre, de entrada gratuita, sino que ha embellecido y revitalizado todo el barrio, transformado en un enorme mosaico.

Crecer sin freno

Todo empezó allá por 1994, cuando se instaló aquí el nativo de Caibarién al que tres décadas antes, a su paso por la Escuela de Artes, un profesor le señaló el parecido de su trabajo con el de Gaudí. Ahora lo llama su «padre espiritual» y muestra por él «enorme respeto», declarándose admirador de su «majestuosidad» y su «estilo tan atrevido». Para ese momento Fuster ya era ceramista reconocido y decidió colocar obra en la entrada de su casa. «Lienzos y esculturas se me quedaban chiquitos, así que pensé en grandes espacios y empecé a crecer, por libre, sin freno, haciendo lo que quería», cuenta sentado en un salón del espacio privado que mantiene en Fusterlandia. «Me fui de medida», ríe.

Y es que su creación se contagió hacia el exterior. Los vecinos comenzaron a pedirle que adornara sus viviendas y así nacieron los mosaicos de Villa Iris, de Princesa Diana (en homenaje a la hija de una vecina), las decoraciones en chino y japonés de una profesora... Y luego llegaron los homenajes a poetas como Miguel Hernández, a países y a momentos clave de la Revolución y la historia. «Vivo en un volcán lleno de acontecimientos constantes», explica.

La «gran diferencia» que marca con Gaudí es que este «tenía mecenas», mientras que él funciona «con recursos propios». Dice que todo lo ha financiado con sus pinturas, que ha llegado a vender por «10.000 y 20.000 dólares». Y eso responde también a sus filias ideológicas y políticas. «El estado no tiene para darme ni yo pido», explica. «Y no pido porque estoy feliz con que los niños vayan a la escuela, viendo que la salud funciona. Simpatizo mucho con el Estado cubano porque estoy convencido de que es un Estado decente», explica.

Fuster habla con entusiasmo de la imponente historia creativa de la isla, mencionando la figura criolla del violinista negro Claudio José Brindis de Sala, o al maestro Ernesto Lecuona o a Wilfredo Lam. Defiende que «en Cuba hay libertad de expresión, pero no para hablar mierda». Y relata las realidades de trabajar en un país donde abundan las limitaciones, que él atribuye al bloqueo, endurecido con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. «A un artista le disparan la creatividad», dice. Como muestra, un sol que, en las estrecheces del «periodo especial» que ahora de nuevo sobrevuela Cuba como un fantasma, pintó de lo que tenía disponible: verde.

El día de la entrevista, en víspera de las celebraciones del 500º aniversario de la fundación de La Habana, esperaba la visita de François Hollande, otro nombre que sumar a la lista de visitantes destacados que ya integran Madonna o Jon Bon Jovi. Pero para Fuster, padre y abuelo, es más importante ceder Fusterlandia para conciertos y actos culturales populares o seguir embelleciendo las casas y calles de sus vecinos. Le guía un pensamiento del «apóstol» de la independencia José Martí, estampado en uno de su mosaicos. «Ser culto es el único modo de ser libres».

El aniversario de La Habana y Goya

Las celebraciones del 500º aniversario de La Habana han permitido por primera vez que un óleo de <strong>Francisco de Goya</strong>, un autorretrato que pintó en 1815, se muestre en Cuba. La obra del <strong>Museo del Prado</strong>, que no había viajado nunca a la isla, se expone hasta el 12 de diciembre en una sala del Museo Nacional de Bellas Artes, la pinacoteca que se levanta en el imponente edificio que originalmente fue un centro asturiano. Hace tres años, El Prado organizó en La Habana una muestra al aire libre con réplicas a tamaño real en fotografías de 50 de sus obras más emblemáticas. Esta vez han dejado que viaje un original.