Que no pare la música

Mucho más que conciertos

De izquierda a derecha, Agustí Giménez, de Los Diablos, Santi Carulla, de Los Mustang, Leslie, de Los Sirex, y Pere Gené, de Lone Star.

De izquierda a derecha, Agustí Giménez, de Los Diablos, Santi Carulla, de Los Mustang, Leslie, de Los Sirex, y Pere Gené, de Lone Star. / MAITE CRUZ

Jordi Bianciotto

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La música emana poderes, y prosperan sus usos en situaciones que la trascienden. Música que es más que música, a la que recurrimos para cohesionarnos en torno a un móvil impepinable. Llama ahí la atención el renovado vigor del concierto a beneficio de una causa, aquel que no coloca en lo más alto del cartel los nombres de unos artistas con gancho sino un enunciado que apela a nuestra sensibilidad o a nuestro civismo: por los refugiados de conflictos bélicos, la libertad de expresión, los enfermos de alzhéimer o de esclerosis múltiple, los adolescentes en situación vulnerable, el pueblo kurdo, los refugiados tibetanos o saharauis; por el Día Mundial de las Enfermedades Raras, el Casal dels Infants o los afectados del incendio de Ribera d’Ebre.

Por todas estas razones, y unas cuantas más, han actuado en los últimos tiempos en nuestros escenarios toda clase de artistas. Cada causa es un mundo en sí mismo, con su drama y su ilusión de vencerlo o, cuando menos, de paliarlo por la vía de la divulgación y del reconocimiento colectivo (y la recaudación de fondos). Seguramente, no damos abasto. Pero brotan las citas pensadas para tocarnos la fibra y cubrir, muchas veces, deficiencias estructurales.

Rock’n’roll en acción

Sin ir más lejos, Barcelona brinda en los próximos días tres citas con motivación concienciadora. El 24 de octubre, Luz de Gas acogerá la ‘Festa del Pare Manel’, con un histórico plantel de pioneros del rock’n’roll y clásicos pop, como Los Sírex, Santi Carulla (Los Mustang), Los Salvajes, Lone Star, Llorenç Santamaría y Los Diablos, cantando a favor de las familias con miembros en centros penitenciarios. El día 29 en Apolo apuntará a otra generación con Love of Lesbian, Mishima, Maria Arnal i Marcel Bagés, Bad Gyal (como ‘dj’), Cala Vento y María José Llergo, todos ellos en apoyo a la ONG Proactiva Open Arms en su tarea de rescatar refugiados del Mediterráneo. Y de vuelta a Luz de Gas, el día 30, cantantes como Cris Juanico y Tori Sparks protagonizarán ‘Música por el autismo’, con destino al centro de educación especial Sant Joan de la Creu.

Esta clase de conciertos viene de lejos, y sus raíces las podemos encontrar en espectáculos míticos del rock anglosajón como el ‘Concert for Bangladesh’, organizado en 1971 por el ‘beatle’ George Harrison y Ravi Shankar, y que tuvo como finalidad recaudar dinero para ese país asiático, castigado por las hambrunas tras su separación de Pakistán. De ahí al evento global ‘Live Aid’ (1985, celebrado a la vez en Londres y Filadelfia), con la vista puesta en Etiopía, y en otro orden, ‘A concert for life’ (1992), en la capital británica, comprometido con la lucha contra el sida, poco después de la muerte de Freddie Mercury.

Superando recelos

Conciertos, sobre todo los más mastodónticos, que han despertado históricos recelos: es legítimo preguntarse a veces qué causa se trata de promocionar, la que se indica en el enunciado u otra menos elevada, la simple y llana promoción de los artistas. Por no hablar de las dudas sobre el destino de la recaudación: los damnificados de Bangladesh tardaron hasta una década o más en percibir las ayudas, para disgusto de Harrison, que, escamado, daría toda clase de consejos a Bob Geldof para que su inocentada no se repitiera en el Live Aid. Sí, los más veteranos las han visto de todos los colores. Santi Carulla, por ejemplo, que sonríe con filosofía cuando asoma esta cuestión. “Estamos hasta la coronilla de conciertos desinteresados en los que al final no has llegado a saber adónde iba el dinero”, desliza sin perder la sonrisa. Chapuzas abusivas que, queremos pensar, forman parte de un mundo antiguo. Hoy, la profesionalización y las auditorías mandan y, al fin y al cabo, cada causa y cada institución y cada ONG se gana la credibilidad a pulso, a golpe de complicidad bien trabada.

Algo más ha cambiado: poco a poco, los conciertos no son tanto ‘benéficos’ como ‘solidarios’, un cambio en el lenguaje que nos da información sobre el tiempo en que vivimos. La beneficencia se asocia a caridad, a piedad y a compasión, a gesto magnánimo tocado por la condescendencia. La solidaridad apela a otro orden de impulsos, quizá con carga sentimental pero enraizado en un sentido de la justicia, en la apelación a unos derechos. Sean como sean, conciertos benéficos o solidarios coinciden en poner la música en el centro de la foto, en usarla para compartir emociones y, quizá, darle el último de los significados.