Opinión | Análisis

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

Resolución del Consejo de Seguridad: EEUU amaga, Israel a lo suyo

Biden ha tomado una decisión vacía de contenido que, en el mejor de los casos, solo le servirá en clave electoral para frenar la fuga de potenciales votantes críticos por su alineamiento con un potencial genocida

Linternas, filtros de agua o anestesia no llegan a Gaza: las trabas de Israel a la ayuda humanitaria para el enclave

Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU

Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU

La abstención de Estados Unidos en la votación de una Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU) que demanda el cese de hostilidades, la liberación de prisioneros y garantías de entrada de ayuda humanitaria en Gaza se ha presentado como un giro radical en la posición de Washington con respecto a Israel. Un giro que, además de mostrar la nula sintonía personal entre Joe Biden y Benjamin Netanyahu, indicaría la voluntad estadounidense de marcar límites claros a su principal aliado en Oriente Medio, haciéndole ver que traspasarlos tiene consecuencias. La realidad, sin embargo, no confirma que tal cosa se haya producido.

Ahí está para demostrarlo, tanto las prisas de la embajadora ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, sosteniendo que la Resolución no es vinculante, como el añadido de John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, proclamando que “nada ha cambiado en nuestra política” con Israel. Ambos saben sobradamente que todas las Resoluciones del CSNU son vinculantes; pero también saben que, en este caso, al no estar fundamentada en el capitulo VII de la Carta fundacional, no incluye la adopción de medidas de fuerza para obligar a su cumplimiento.

De ese modo, aparentando una firmeza que no es tal, Biden ha tomado una decisión vacía de contenido que, en el mejor de los casos, solo le servirá en clave electoral para frenar la fuga de potenciales votantes críticos por su alineamiento con un potencial genocida. Porque en términos reales, si Washington hubiera querido ir más allá de los gestos más o menos llamativos, son muchas las palancas que podría emplear. Podría, por ejemplo, reactivar la entrega de fondos a la UNRWA, en lugar de suspenderla como acaba de hacer hasta (por lo menos) marzo del próximo año, contando con que EEUU es el primer contribuyente a dicha Agencia. También podría replantear su ayuda económica- en torno a los 4.000 millones de dólares anuales- condicionándola al cumplimiento de sus obligaciones como potencia ocupante del Territorio Palestino; a la espera de la aprobación de un nuevo paquete de ayuda de unos 14.000 millones adicionales, actualmente en discusión en el Congreso. Y lo mismo podría hacer con la cobertura de seguridad que le está prestando con el despliegue de dos grupos de combate naval para hacer frente a quienes, como Hizbulah o los huzíes, apuntan sus armas contra Israel, y con la ayuda militar que le permite a las fuerzas israelíes llevar a cabo la masacre que están produciendo en Gaza.

Sin embargo, aunque probablemente pueda producirle algún malestar ético, Biden renuncia expresamente a tocar ninguna de esas palancas porque, en el fondo, sigue alineado con los objetivos proclamados por Netanyahu: eliminar a Hamas, desmilitarizar Gaza y desradicalizar a los palestinos. Y aunque todos ellos son inalcanzables por la vía elegida por Tel Aviv, solo así se entiende que tampoco responda, haciéndola coincidir con la visita a Israel de su secretario de Estado, Antoni Blinken, a la mayor anexión de territorio en Cisjordania desde hace 30 años. Aun así, Netanyahu ha seguido el guion habitual en estos casos, declarando de inmediato que nada ni nadie va a detener a Israel en su afán belicista, anulando la visita a Washington de una delegación que iba a discutir con sus contrapartes estadounidenses los preparativos para la ofensiva de Rafah y condenando la Resolución.

En definitiva, ni se ha roto ningún vínculo ni, desgraciadamente, cabe esperar que Netanyahu detenga su deriva violenta sin límites.