Nuevo primer ministro en Francia

Perfil | Gabriel Attal, el ascenso fulgurante de un ambicioso comunicador

El hasta ahora ministro de Educación se convierte en el primer ministro más joven en la historia de la Quinta República y el primero abiertamente homosexual

Macron designa a Gabriel Attal, de 34 años, como primer ministro para dar oxígeno al Gobierno

El nuevo primer ministro francés, Gabriel Attal, este martes.

El nuevo primer ministro francés, Gabriel Attal, este martes. / LUDOVIC MARIN / AFP

Enric Bonet

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Un ascenso fulgurante en la política francesa. El hasta ahora ministro de Educación, Gabriel Attal, se ha convertido este martes en el primer ministro más joven en la historia de la Quinta República. Con 34 años, sustituye a la impopular Élisabeth Borne y asume las riendas del Ejecutivo macronista, que vivió un 2023 para olvidar. El presidente Emmanuel Macron apuesta por este hábil y ambicioso comunicador, pero con poca experiencia y sin el bagaje de grandes medidas a sus espaldas, para darle un impulso a su difícil segundo mandato.

"El presidente más joven de la Quinta República ha nombrado al primer ministro más joven", ha destacado Attal durante el acto de traspaso de carteras en Matignon. Su designación supone un hito más en la rapidísima trayectoria de un dirigente sin experiencia profesional más allá de la política. Además del responsable del Gobierno más joven, se convierte en el primero abiertamente homosexual en Francia. Es conocida su relación sentimental con el eurodiputado Stéphane Séjourné, presidente de Renaissance (partido de Macron).

Más que su juventud, la razón principal del nombramiento de Attal parece ser su popularidad. Gracias a sus anuncios constantes en los medios como ministro de Educación, se ha convertido en el integrante del Gobierno con más repaldo entre la ciudadanía. La designación de Attal, de hecho, recuerda a la de Manuel Valls durante la primavera de 2014. El entonces presidente, el socialista François Hollande, recurrió a su ministro mejor valorado para dar un impulso a su presidencia, que ya estaba contra las cuerdas. Finalmente, los dos años y medio de Valls en Matignon resultaron un fracaso. ¿Sucederá lo mismo con Attal? ¿O Macron ha encontrado a un potencial sucesor para las presidenciales 2027 en que no podrá presentarse? El tiempo lo dirá. 

Similitudes con la trayectoria de Macron

De momento, se desconocen cuáles serán las medidas con las que arrancará Attal. "Debemos liberar nuestra economía con la simplificación drástica de la vida de nuestras empresas", ha defendido el primer ministro, quien también ha insistido que "se lleva consigo la causa de la escuela". Su discurso parece un calco al del presidente. "Macron ha nombrado a su propio clon, a su doble", ha criticado el secretario general del Partido Socialista (PS), Olivier Faure. Attal deberá desmentir esta reputación de "Macron bis" si quiere que su paso por Matignon sea un éxito. 

A pesar de ello, resultan evidentes las similitudes entre ambos dirigentes. Tanto Macron como Attal comparten su juventud, su formación en familias burguesas y escuelas de la élite y su trayectoria política (empezaron en el PS, pero se han ido derechizando). Hijo de un abogado y productor de cine —fallecido de manera prematura en 2015— y de una madre con raíces en la nobleza rusa, se formó en la privada Escuela Alsaciana. De su paso por uno de los centros más elitistas de la rive gauche parisina, se llevó la amistad con la hija de Marisol Touraine, la ministra de Sanidad entre 2012 y 2017. Gracias a ello, logró trabajar en ese ministerio durante la presidencia de Hollande. 

Tras haber militado en el sector moderado del Partido Socialista afín a Dominique Strauss-Khan —defenestrado de la política por las acusaciones de violación y proxenetismo—, Attal se involucró en la candidatura de Macron desde su lanzamiento en 2016. Después su elección como diputado en junio de 2017, logró un rápido salto al Gobierno en 2018, con 28 años, como secretario de Estado de la Juventud. Lo que lo convirtió en el dirigente más joven que forma parte de un Ejecutivo galo. 

Hábil comunicador y estilo que gusta a la derecha

En el verano de 2020, lo nombraron portavoz del Gobierno y en la primavera de 2022, responsable de las Cuentas Públicas. Desde el pasado verano, llevaba las riendas de la Educación. Durante los últimos seis meses, no ha impulsado grandes reformas sobre el alicaído sistema educativo galo —lastrado por los bajos salarios y la falta de profesores—, pero sí que multiplicó los anuncios sobre medidas diversas y fáciles de aplicar. Por ejemplo, un plan sobre el acoso escolar, la creación de clases en función del nivel de los alumnos, la experimentación del uniforme o la polémica prohibición de la abaya (vestimenta tradicional en países musulmanes) en centros de primaria y secundaria. 

Todo eso le sirvió para hacer correr ríos de tinta y llevarse las portadas de los grandes medios. Además, gustó al núcleo duro del electorado macronista: las categorías acomodadas y los jubilados. Como Macron, Attal es un dirigente joven que gusta mucho más a los ancianos que a los veinteañeros y treintañeros. Y como el presidente, ha ido derechizando su discurso y propuestas con el paso de los años. 

En 2018, criticaba la "cultura de la huelga" de los agentes ferroviarios y tachaba a los estudiantes de "burgueses bohemios egoístas". Como responsable de las Cuentas Públicas, se focalizó en el fraude en las ayudas sociales, cuyas cifras resultan muy inferiores al fraude fiscal de las grandes fortunas. Al frente de la Educación, ha defendido el retorno de la autoridad en las escuelas. A diferencia de los ministros del ala menos conservadora del Ejecutivo, no criticó la dura ley migratoria, adoptada el 19 de diciembre gracias a los votos de la ultraderecha y que podría incluir medidas inconstitucionales, según reconoció Borne.

Pese a su pasado en el PS y su homosexualidad, no parece que el nombramiento de Attal suponga un giro a la izquierda en la presidencia de Macron. En realidad, se trata de elegir como responsable del Ejecutivo a un hábil comunicador y así intentar resistir a las elecciones europeas del 9 de junio, en que la ultraderecha de Marine Le Pen parte como clara favorita, según los sondeos, que deben cogerse con pinzas. Es una decisión para dar un nuevo impulso al difícil segundo mandato de Macron. Pero que puede desembocar en un cambio lampedusiano: que todo cambie para que todo siga igual. Lo que no resultaría precisamente una buena noticia para el presidente.

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