Análisis

La investigación del Ejército israelí sobre el ataque del 7 de octubre arranca con críticas de la ultraderecha, por Ernesto Ekaizer

La lucha de facciones dentro de la organización militar de Hamás en Gaza, una posible explicación de los asesinatos y atrocidades cometidas contra civiles

La guerra de Gaza, al minuto

Un momento del ataque a una población israelí el pasado 7 de octubre, grabado y difundido por terroristas de Hamás

Un momento del ataque a una población israelí el pasado 7 de octubre, grabado y difundido por terroristas de Hamás / El Periódico

Ernesto Ekaizer

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Han pasado desde el pasado domingo 7 de enero tres meses desde la entrada en territorio israelí de un grupo de 1.500 de milicianos del Movimiento de Resistencia Islámica, nombre de la organización político-militar Hamás que gobierna en la Franja de Gaza, con el saldo de 1.200 muertos, la mayor parte de ellos civiles, y la toma de 240 rehenes, y solo hace pocos días se ha creado, según anunció Herzi Halevi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel (FDI), una comisión para investigar la incapacidad militar para prevenir el ataque. Mientras, se van conociendo algunos detalles sobre la presunta lucha interna dentro de Hamás que arrojaría luz sobre la brutalidad del ataque y ciertas diferencias en la conducta de los diferentes comandos, integrados por organizaciones políticas diferentes de Hamás.

Ya el arranque de la comisión de investigación --que todavía, según declaró Halevi el pasado jueves 4 de octubre, no ha comenzado a funcionar-- suscitó las críticas del sector de ultraderecha del Gobierno israelí. Los ministros de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quienes denunciaron en el gabinete, en una sesión con final tormentoso, que los miembros elegidos para investigar los hechos deberían ser objeto de la investigación. Se trata del antiguo jefe de Estado Mayor, Shaul Mofaz, y de los generales en la reserva Yoar Har-Even y Aharon Ze´evi-Farkash.

Mofaz, precisamente, fue uno de los generales del equipo de Ariel Sharon que organizó la retirada unilateral de Gaza en 2005. Ben Gvir también dijo que se debía investigar a Farkash, exjefe de la inteligencia militar. La ultraderecha reprocha --dentro del gabinete el jueves por la noche y el viernes en los medios de comunicación-- a ambos haber apoyado las manifestaciones contra el primer ministro Binyamín Netanyahu por sus pretendidas reformas para amordazar a la justicia, unas reformas que fueron desestimadas por el Tribunal Supremo la semana pasada y que acorralan al primer ministro y a su familia. Un informe de la Dirección Nacional de Inteligencia de EEUU, ha informado, según 'The Washington Post', al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre el riesgo de que Netanyahu "pueda ver en la extensión de la guerra al Líbano una clave para evitar su caída en un clima de críticas generalizadas por la incapacidad de prevenir el 7/10". 

Las FDI y el servicio de inteligencia interior, Shin Bet, contaban desde octubre de 2022 con un informe sobre la preparación de un ataque a gran escala de las Brigadas de Ezzedin Al-Qassam, la organización militar de Hamás, al que no se le dio credibilidad. Una actualización de información en julio de 2023 aportó nuevos indicios sobre preparativos sospechosos. Asimismo, el Estado Mayor contó con informes de militares mujeres que vigilan las cámaras de seguridad a lo largo del llamado muro de hierro entre la Franja de Gaza e Israel en los que se advertía también sobre movimientos extraños. Pero tanto el citado informe de octubre de 2022 como las otras pruebas --con detalles que se verificaron en los ataques-- fueron descartadas.

La idea era que el dirigente militar de Hamás Yahya Hibrahim Al-Sinwar --encarcelado en Israel durante largos años y liberado más tarde en un intercambio de prisioneros-- no sería capaz de acometer semejante operación. En rigor, la orientación política de Hamás a partir de 2017 --asumiendo la posibilidad de reconocer al Estado de Israel en desmedro de la resistencia armada-- sembró la confianza del Ejército israelí. Netanyahu, por otra parte, apoyó a Hamás desde el comienzo --incluso con ayuda financiera vía Qatar, donde reside el Estado Mayor político de Hamás-- para dividir al pueblo palestino, alentando su rivalidad con Fatah, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat y de Abu Mazen, el presidente de la Autoridad Palestina en los territorios ocupados.

Cambios en el seno de Hamás

El desconcierto del viraje de Hamás ha sido un dato fundamental. "La violencia brutal desplegada por Hamás contra civiles israelíes ha representado la toma de poder por los radicales en la organización militar, lo que arrinconó a los políticos moderados que apoyaban el diálogo y el compromiso", declaró en el programa 'Newsnight' de la BBC Hugh Lowatt, experto sobre Oriente Próximo del Council of Foreign Relations de Estados Unidos el pasado 25 de octubre.

Con todo, quien más detalles ha aportado sobre los problemas dentro de Hamás en el umbral de la operación del 7 de octubre han sido Ehud Yaari, comentarista del Canal 2 de la televisión israelí, y colaborador del Washington Institute para el Oriente Próximo, y Matthew Levitt, experto en contraterrorismo e inteligencia también en el Washington Institute. Ambos, sobre la base de conversaciones y privadas con fuentes de la región, escribieron, el 21 de diciembre de 2023, que los dirigentes políticos del exterior desconocían la amplitud y el momento en el que se lanzaría la operación. "De hecho, sólo un grupo central de comandantes estaba detrás de la planificación específica, incluidos Sinwar, su hermano Muhammad y el jefe militar de facto de Hamás, Marwan Issa. Aunque las unidades de Hamás llevaron a cabo simulacros de ataque muy publicitados durante meses, a los comandantes de sus cinco brigadas regionales y sus 24 batallones no se les dio el plan específico, es decir, romper las vallas fronterizas, asaltar posiciones militares israelís, asesinar a tantos civiles como fuera posible, capturar rehenes y destruir ciudades israelíes, hasta unas horas antes de la operación", señalan.

Yaari y Lewitt apuntan: "Inmediatamente después del 7 de octubre, el alcance y la brutalidad del ataque provocaron críticas de líderes externos e intentaron a adoptar medidas para controlar los daños. En público, negaron que los hombres de Sinwar hubieran masacrado a mujeres y niños, culpando a las Fuerzas de Defensa de Israel por las muertes de civiles. Sin embargo, más tarde expresaron sus reservas sobre la toma de mujeres y niños como rehenes. Y en conversaciones privadas con interlocutores árabes y palestinos, algunos líderes de Hamás condenaron duramente la búsqueda “megalómana” de grandeza de Sinwar". Esta información arroja luz sobre contradicciones que trascendieron en testimonios de víctimas israelíes después del ataque.

Uno de ellos, que recogió el periódico israelí 'Haaretz', fue el de Lishay Lavy (39 años) consultora sobre organización, del kibutz [granja colectiva] Nahal Hoz, quien explicó que "hubo momentos muy raros". "Pudimos ser el kibutz Kfar Aza o el de Nir Oz [donde se prudejorn masacres]". Lyshay Lavy narró: "No es fácil para mí decir esto, pero parece que las células que llegaron a nuestro kibutz están mejor enfocadas. Me dieron agua, me dejaron alimentar a mi hija y dejaron a las madres con sus niños. En algunos casos tuvieron en cuenta consideraciones humanitarias". "Nos trajeron una manta y almohadas y nos dijeron que durmiéramos a los niños". Y cuando su hijo necesitó ser alimentado, añade: "Me pidieron que escribiera exactamente dónde estaba [un biberón de fórmula para bebés] en la casa de al lado". Lishay lo escribió en hebreo, relata el artículo. "Los terroristas usaron Google Translate y se fueron".

En cuanto a la oportunidad del 7/10 es creciente la idea de que Sinwar desencadenó la operación como ataque a la línea de flotación de la política de Estados Unidos y de Netanyahu del Gran Israel que pasaba por el acuerdo de normalización de relaciones entre Arabia Saudí e Israel, el llamado pacto de Abraham. Netanyahu, precisamente, anunció la firma del acuerdo el 22 de septiembre de 2023 en la asamblea de las Naciones Unidas.

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