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Campo de luz a los pies de la ONU

Campo de luz a los pies de la ONU / Serena Munro

Idoya Noain

Idoya Noain

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Son estos días de oscuridad y pesimismo en el edificio de Naciones Unidas en Manhattan pero a sus pies, entre las calles 38 y 41, entre la primera Avenida y el East River, acaba de florecer un campo de luz.

Ese, ‘Field of Light’, es el nombre de una masiva instalación al aire libre, obra del británico Bruce Munro, que abrió el 15 de diciembre. Durante al menos un año, de jueves a sábado, y previa reserva de entradas gratis pero con un tiempo establecido, cualquiera puede recorrer después del atardecer estas 2,5 hectáreas y sumergirse en la última encarnación de un proyecto que Munro comenzó hace tiempo, inspirado por un viaje en 1992 a Uluru, en Australia.

Antes de en Nueva York lo ha desplegado de forma temporal o fija en más de otras 20 localizaciones y lo ha comparado con “una semilla plantada en un seco desierto, que espera silente hasta que cae la oscuridad y entonces florece con suaves ritmos de luz bajo un centelleante manto de estrellas”.

Un "regalo" a la ciudad

 El coste de esta obra de arte público, 1.5 millones de dólares, ha sido financiado por la Fundación Soloviev, que lo ha definido como “un regalo a Nueva York” con el que, según explicó en la presentación a la prensa su director, Stefan Soloviev, buscan expandir una sensación de “esperanza, alegría, bienestar y optimismo”.

Pero entre los 18.750 tallos de fibra óptica coronados por esferas que van cambiando ligeramente de tonalidad, creando ese mar caleidoscópico de colores mutantes entre rascacielos y bajo el cielo neoyorquino, es imposible no oler a algo más que una donación desinteresada.

Campo de luces en Manhattan

Campo de luces en Manhattan / Serena Munro

El Grupo Soloviev está detrás de uno de los al menos 11 proyectos que buscan conseguir una de las tres licencias que permitirán abrir un casino en el sur del estado de Nueva York, lo que incluye la ciudad. Y aunque se estima que dos empresas que ya regentan ‘racinos’ (hipódromos con máquinas tragaperras pero sin mesas de juego) cuentan con ventaja para hacerse con dos de las licencias y ampliarse hasta ser plenos casinos, la puja por hacerse con la de la Gran Manzana se está haciendo feroz, la mayor competición de las industrias del juego e inmobiliaria fuera de Las Vegas que se recuerda en décadas.

 En la lista de contendientes aparecen grandes promotores inmobiliarios, en alianzas con empresas dedicadas al juego. Hay, por ejemplo, un proyecto que pretende renovar un rascacielos en Times Square para transformarlo en hotel y casino. Otro aspira a instalarlo en Coney Island y otro plantea hacerlo en Hudson Yards. El dueño de los Mets, por su parte, quiere abrirlo al lado del estado Citi Field y Saks Fifth Avenue propone hacerlo en los tres tres pisos superiores de su emblemática tienda. Hay también un proyecto que lo ubicaría en lo que ha sido un campo de golf de Donald Trump en el Bronx.

Apoyo del alcalde

La idea de los casinos parece del agrado del alcalde Eric Adams (que se fue a Mónaco tras ganar sus elecciones). Sus defensores hablan de creación de empleo, de desarrollo económico y de apoyo a la comunidad y destacan potenciales beneficios económicos (cada ganador de una licencia estaría obligado a pagar 500 millones de dólares solo por abrir y la oficina de la gobernadora ha calculado que ingresará al año en impuestos entre 462 y 826 millones).

Pero otros advierten, con el ejemplo de otros lugares y con análisis, de que el impacto económico se desvanece pronto, no se atrae nuevo dinero sino que se canibaliza el que ganaban negocios que ya existían en la zona, se fomenta la ludopatía (a menudo entre quienes menos pueden permitírselo) y se crean trabajos que no se pagan bien (el salario medio anual en 2021 de empleados de juego fue de 29.120 dólares según la Oficina de Estadísticas de Empleo).

El proceso burocrático, en cualquier caso, va lento. La comisión estatal de Juego aún no ha marcado un calendario. Las propuestas deben ser revisadas primero por una Junta de Localización de Instalaciones de Juego, que hará sus recomendaciones. Y además cualquier plan necesita recibir la aprobación de al menos cuatro de los seis miembros de un Comité Asesor de la Comunidad para cada proyecto, que desarrollará vistas públicas y determinará si el casino tiene apoyo de los vecinos, algo que de momento no se palpa.

 Para tratar de ganárselos, los proyectos ofrecen contrapartidas. El de Times Square, por ejemplo, plantea invertir en limpieza y seguridad en la zona, desplegando drones y sistemas de cámaras con inteligencia artificial. Los de Saks y Hudson Yards afirman que buscarán una clientela de “lujo".

 El del grupo Soloviev pone varias golosinas sobre la mesa. Su casino sería subterráneo y dedicarían a espacio verde buena parte de Freedom Plaza, como han bautizado la superficie que ahora ilumina Field of Light. Habría un museo dedicado a la democracia, una torre para un hotel de 1.200 habitaciones y otra para 1.300 apartamentos, casi el 40% de los cuales ofrecerían a precio por debajo de mercado. Y han retirado de la propuesta una gran noria, al estilo del Eye londinense, que los vecinos rechazaron.

El consejero delegado, Michael Hershman, insiste en que la semilla del ‘Field of Light’ no está vinculada a los planes del casino. Pero la presencia en la inauguraciónde la instalación de arte del senador estatal Joseph Addabbo, que preside el Comité de Juego en el senado estatal, y los efusivos agradecimientos que le dedicó Hershman, hacen más que evidente la conexión.

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