Crisis política en Francia

Tras un año para olvidar, ¿Macron logrará remontar el vuelo?

El presidente francés sale debilitado de un 2023 en que se ha desgastado por sus propias leyes, desde la reforma de las pensiones hasta la dura ley migratoria

La dura ley migratoria provoca una crisis en el Gobierno de Macron

Inmigración: ¿Ejemplo Meloni? | Artículo de Joan Tapia

El presidente de Francia, Emmanuel Macron.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. / JULIEN DE ROSA / POOL / EFE

Enric Bonet

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“Soy un gran admirador de Gérard Depardieu”. Con estas palabras, el presidente francés, Emmanuel Macron, salió en defensa el miércoles del conocidísimo actor, quien ha sido denunciado por tres mujeres por violación o agresión sexual. El dirigente centrista no solo reivindicó la presunción de inocencia —un principio fundamental del proceso judicial —, sino que comparó con una “caza de brujas” la lluvia de críticas al intérprete, en una entrevista en la cadena France 5. La defensa de Depardieu fue tan encendida que muchos vieron en ella una maniobra por parte de Macron para desviar la atención, tras la crisis política provocada por la adopción esta semana de una dura legislación migratoria en la Asamblea Nacional. 

La aprobación el martes cerca de la medianoche de la ley Darmanin (apellido del ministro del Interior) resultó la guinda del pastel de un año realmente difícil para Macron, quizás el más complicado en política interna desde que llegó al Elíseo en 2017. Aunque el macronismo logró sacar adelante su iniciativa legislativa más destacada de este otoño, pagó un elevado precio por ello. En una folletinesca negociación parlamentaria, Los Republicanos (LR, afines al PP) —con un discurso migratorio radicalizado— lograron imponer numerosas medidas. Y convirtieron un texto que, en un principio ya estaba dominado por una visión restrictiva y ‘securitaria’ de la inmigración, en una de las leyes más duras sobre esta cuestión en Francia en las últimas décadas.

El ministro de Sanidad, Aurélien Rousseau, —y ex jefe de gabinete de la primera ministra, Élisabeth Borne— dimitió el miércoles en reacción a la controvertida ley, percibida por la mayoría de los franceses como una “victoria ideológica” de la ultraderecha y que superó el cruce parlamentario gracias a los votos a favor de la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen. La de Universidades, Sylvie Retailleau, puso su cargo a disposición del presidente, pero este rechazó su posible renuncia. Otros tres ministros (Cultura, Industria y Transportes) del ala menos conservadora del Ejecutivo también amenazaron con dimitir, pero no parece que irán tan lejos. 

Un 2024 marcados por los Juegos Olímpicos

“Macron, quien conoció la contestación de la calle (chalecos amarillos, reforma de las pensiones…), se ve ahora contestado en su propio espacio. Esto supone un punto de inflexión”, aseguraba esta semana en Le Monde Solenn de Royer, periodista y analista. Incluso 32 departamentos (equivalente de las provincias), gobernados por la izquierda, advirtieron que no aplicarán algunas de las medidas más controvertidas de la ley Darmanin.

Desde la oleada de protestas sindicales —las más multitudinarias en este siglo XXI en el país vecino— contra la impopular reforma de las pensiones en el primer semestre hasta el embrollo por la ley migratoria, pasando por la revuelta en las “banlieues” a finales de junio por la muerte del adolescente Nahel, Macron vivió un año horribilis. ¿Logrará remontar el vuelo en 2024?

El año que viene estará marcado en Francia por numerosas conmemoraciones o grandes ceremonias. El 6 de junio se conmemorará el 80º aniversario del desembarco de Normandía. El 26 de julio se dará el pistoletazo de salida a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París con un espectacular desfile por el río Sena. Y el 8 de diciembre reabrirá las puertas la catedral de Notre Dame, cinco años y medio después del gran incendio. Hábil orador, Macron se siente a gusto en ese tipo de actos y espera que sirvan para dar una mayor cohesión y optimismo a la nación francesa, que vivió un 2023 de vértigo informativo. Pero no está claro que eso sirva para darle un vuelco a las dificultades actuales.

“Ha llegado el momento de un gran encuentro con la nación”, dijo Macron a principios de diciembre en declaraciones a Le Monde. Durante su entrevista televisiva de esta semana en France 5, el presidente apuntó que este “gran acontecimiento” tendrá lugar en enero. En una parte significativa de la opinión pública gala, sin embargo, hay escepticismo ante estos “grandes anuncios”. El Elíseo ya había anunciado una iniciativa parecida para la rentrée en septiembre. Pero al final esta se limitó a dos reuniones entre el presidente y los responsables de los principales partidos políticos, tanto de la coalición presidencial como la oposición.

El termómetro de las elecciones europeas

El Ejecutivo centrista tiene previsto anunciar una ley sobre la “muerte de digna” en febrero. Podría ser un texto que legalice la eutanasia o bien un dispositivo menos ambicioso sobre esa cuestión. Desde el Elíseo apuntan que en esas mismas fechas Macron podría pronunciar un discurso sobre la Unión Europea, que serviría como pistoletazo de salida de las elecciones europeas del 9 de junio. Aunque suelen caracterizarse por una elevada abstención en Francia (entre el 40% o el 60%), esos comicios servirán como termómetro político. Será la clásica votación de medio mandato.

Las europeas, de hecho, se auguran difíciles para la coalición macronista, compuesta por los partidos Renaissance, MoDem y Horizons. Según los últimos sondeos, que deben cogerse con pinzas, la lista del presidente obtendría el 20% de los votos y la ultraderecha de Le Pen alrededor del 30%. Estas intenciones de voto reflejan que el macronismo ha perdido siete puntos respecto a la primera vuelta de las presidenciales de la primavera del 2022 —y tres puntos respecto a las europeas de 2019—, mientras que el lepenismo ha subido siete.

Macron “está cometiendo un error habitual en muchos otros gobiernos conservadores. Puso la inmigración en el centro de la agenda legislativa para frenar electoralmente la extrema derecha, pero en realidad ha obtenido el resultado contrario”, explica a EL PERIÓDICO el politólogo Christophe Bouillaud. Según este profesor en Sciences Po Grenoble, “el Gobierno actual no puede proponer medidas que satisfagan a la mayoría de los franceses —aumentos significativos de los salarios, mejora de los servicios públicos…—, ya que no tiene dinero” ante el retorno incipiente de las políticas de austeridad en la Unión Europea, además de “su compromiso en bajar los impuestos y no subirlos para las rentas más altas”.

Después de haber gestionado la pandemia del covid-19 con cierto pragmatismo —y eso le ayudó a lograr su reelección en 2022—, el presidente ha dado en este 2023 la sensación de ser el principal enemigo de sí mismo. Ha terminado el año debilitado debido a sus propias leyes (reforma de las pensiones y la migratoria) que ha aprobado "cueste lo que cueste". Y sus tabúes ideológicos parecen limitar su abanico de respuestas para iniciar una remontada en 2024.

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