Segregación racial

El racismo, la asignatura pendiente en Sudáfrica 10 años después de la muerte de Nelson Mandela

Décimo aniversario de su muerte: ¿Quién fue Nelson Mandela?

Nelson Mandela (centro), flanqueado por su adjunto Walter Sisulu (izq.) y el secretario general del ANC, Alfred Nzo.

Nelson Mandela (centro), flanqueado por su adjunto Walter Sisulu (izq.) y el secretario general del ANC, Alfred Nzo. / WALTER DHLADHLA / AFP

Begoña González

Begoña González

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Sus ideales de igualdad le costaron 27 años entre rejas; sus discursos contra el racismo encendieron, como prende una chispa un bidón de gasolina, las esperanzas de varias generaciones de sudafricanos negros de acabar con la segregación racial, y su liderazgo terminó por abolir un sistema político y legal tan injusto como arraigado en 1994. Hoy, 10 años después de la muerte de Nelson Mandela (1918-2013) y 29 desde que se abolió el apartheid, Sudáfrica continúa tratando de dejar atrás un pasado de racismo, injusticias y discriminación.

"Sudáfrica se convirtió en el primer país contemporáneo en el que un pueblo negro sin derecho a voto pasaría a redactar las leyes, dirigir la economía, elaborar las noticias, decidir qué historia compartir y ejercer el dominio político sobre una minoría blanca que representaba tan sólo el 15% de la población", afirma la escritora estadounidense especializada en política, Eve Fairbanks en 'Los herederos' (Ed. Península). Ese movimiento pionero, sin embargo, no terminó de desarrollarse y la desigualdad sigue impregnando la vida de los sudafricanos a día de hoy.

El apartheid permitió a los blancos expulsar a los negros del poder y la vida pública hasta tal punto que con su caída, en Sudáfrica parecían convivir de forma repentina dos países diferentes habitados por sociedades distintas entre las que apenas había habido contacto de forma previa. Hasta 1994, año en que Mandela fue elegido presidente, ambas razas vivían completamente aisladas. "Desde principios del siglo XX, cuando las repúblicas afrikáners y un par de colonias británicas se amalgamaron para convertirse en la Unión Sudafricana, maestros, médicos e intelectuales negros se opusieron al empeño de los líderes blancos de segregar las razas. Esos líderes negros fundaron el Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), un movimiento de liberación nacional dirigido en 1950 por un joven Nelson Mandela", recoge Fairbanks. Esa fue la semilla de un movimiento que a pesar de nacer con un marcado carácter pacifista, terminó derivando en respuestas violentas ante los flagrantes abusos y agresiones de la élite blanca del país para reprimir el movimiento.

Tres décadas después

A día de hoy, 29 años después de haber sido derrocado el régimen segregacionista, las desigualdades siguen siendo parte del ADN de la sociedad sudafricana. Hace unos años, en 2018, el Banco Mundial aseguró que Sudáfrica sigue siendo el país económicamente más desigual del mundo. Uno de los ejemplos más claros son las tasas de desempleo. Según los datos de 2023 del Departamento de Estadística de Sudáfrica, el desempleo, en el primer trimestre del año, afectaba al 40% de la población negra, frente a un escaso 7,5% de la población blanca. Pero estos datos, son todavía más claros si se tiene en cuenta que del 80% de ciudadanos negros que se encuentran en edad de trabajar, tan solo el 16,9% ocupa un puesto de responsabilidad. En el caso de la población blanca, en cambio, del 8% en edad de trabajar, el 62,9% tiene un puesto de liderazgo. "La pobreza en el país sigue siendo un problema que afecta casi exclusivamente a la población negra y las élites de poder son eminentemente blancas. Sudáfrica es un país negro que estaba montado para los blancos", afirma a EL PERIÓDICO, Sergio Rodríguez López-Ros, vicerrector y profesor de Globalización y Geopolítica de la Universitat Abat Oliba CEU.

"La población negra todavía tiene menos oportunidades que la blanca, es un racismo más sutil"

Aunque haga casi 30 años que se abolió, "el fin del apartheid todavía no ha calado en la sociedad, y permanece en forma de racismo patente en legislaciones locales o menores y sobre todo, en el ámbito educativo. La población negra todavía tiene menos oportunidades que la blanca, es un racismo más sutil", asegura el profesor. "Por ejemplo, hay impresos en los colegios de Sudáfrica en los que aún hay que marcar en una casilla la raza o si un negro se presenta al mismo puesto de trabajo que un blanco, probablemente se lo den al blanco", afirma.

Las políticas estatales para acabar de facto con esta desigualdad siguen siendo deficientes. "Hace falta una regularización. Que haya más referentes negros en posiciones de liderazgo de la sociedad, en la televisión, etc, en las que la población pueda encontrar referentes", asegura el profesor Rodríguez. La sociedad sudafricana es predominantemente rural y tradicional y cuesta que los cambios permeen hasta los estratos más bajos. "Aunque nadie piensa hoy en día que un blanco es mejor que un negro, un ejemplo claro de que sigue habiendo dos mundos es la bajísima tasa de matrimonios mixtos", afirma el profesor.

El legado de Mandela, se ha vuelto algo controvertido a día de hoy y divide a la población sudafricana. En el país, su rostro figura por doquier en muros, billetes y estatuas, pero a la vez, cada vez más voces se alzan críticas y le afean no haber sido más estricto y ambicioso. En el corazón de una sociedad negra marcada por años de abusos y desigualdades sigue habiendo una necesidad de escuchar una disculpa para poder sanar. "Aferrarse a este símbolo puede transformarse en energía destructiva. Quizás ha llegado el momento de dejarlo partir", afirma a France Presse el archivista Verne Harris, presidente interino de su fundación en Johannesburgo.