Crimen organizado

Los cárteles mexicanos reclutan cada vez a más mujeres para pasar desapercibidos ante la policía

México, el país con más periodistas asesinados

Policías en México.

Policías en México. / AP / REBECCA BLACKWELL

Begoña González

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El número de mujeres activas en grupos criminales de México ha aumentado significativamente en los últimos años. Así lo constata el informe 'Socias en el crimen' presentado este jueves por el International Crisis Group. Hasta hace unas décadas, el principal papel de las mujeres en los cárteles y el crimen organizado era generalmente el de víctimas, pero cada vez más mujeres asumen responsabilidades y liderazgo en las organizaciones porque el patriarcado las hace invisibles ante las fuerzas de seguridad.

Según los investigadores, los roles que desempeñan estas mujeres que se unen a las organizaciones no distan demasiado de los de los hombres. "Hay tenderas (vendedoras de droga), ladronas de coches, supervisoras, sicarias... Algunas se involucran en actividades ilegales de bajo nivel únicamente como medio de subsistencia, mientras que otras ascienden a puestos más altos en las jerarquías criminales", asegura una de las investigadoras del informe, Angelica Ospina. Aunque no hay datos oficiales sobre la presencia de mujeres en bandas criminales organizados, los medios de comunicación indican que representan entre el 5% y el 8% del personal activo. 

La presencia de estas mujeres en los cárteles responde en muchas ocasiones a los roles de género asentados en la sociedad mexicana. "Muchas mujeres en México son educadas para pasar desapercibidas, les resulta fácil no llamar la atención. Además, su género puede facilitarles el acceso a sus víctimas, que suelen ser hombres y estos bajan la guardia con las mujeres porque no se esperan que sean asesinas", asegura el informe. Lo mismo ocurre en puestos de supervisión de venta de drogas por ejemplo. Los estereotipos de género no contemplan que puedan ser asesinas y les sirven para esquivar la atención de las autoridades en casos de trapicheo. 

Reclutamiento voluntario

En la mayoría de casos, el reclutamiento forma parte de un continuo contacto con la violencia. "Más de la mitad de las mujeres activas y retiradas de grupos criminales entrevistadas para este informe habían experimentado violencia física en su infancia, y siete eran supervivientes de violencia sexual. Comenzaron su participación en grupos delictivos siendo adolescentes, empezaron a consumir sustancias ilícitas entre los 12 y 13 años, y la mayoría había tenido a su primer hijo antes de los 18. Para ellas, la vida criminal es un medio de autodefensa y una forma de evitar ser victimizada", afirma la investigadora. "Muchas sentían que si entraban en los grupos se volvían intocables para aquellos que les hacían daño", añade Ospina. 

En la mayoría de casos, el reclutamiento se da de una forma muy orgánica y discreta a partir de acompañar a sus parejas, ya involucradas en el crimen, a realizar encargos, por los lazos familiares o en los lugares de compra y consumo de sustancias ilícitas. A menudo, las mujeres que se unen a grupos delictivos, lo hacen para protegerse de la violencia de género y de adquirir el poder y el respeto de que carecen en una sociedad irrespetuosa con la ley. Esto está reforzando el control de los grupos ilegales sobre las comunidades y aumentando su capacidad de hacer daño, puesto que, según afirman los investigadores, "los hijos de las mujeres involucradas se convierten en armas de extorsión para sus superiores". 

Desmontando roles de género

En contra de lo que pueda parecer, las mujeres se alistan en estos ejércitos criminales "por voluntad propia", afirma Sandra Ley, coordinadora del Programa de Seguridad México Evalúa. Además, su participación en las organizaciones "desmonta los mitos de los roles de género". "Las mujeres no son solo el último eslabón de estos cárteles. Ostentan también posiciones altas de la jerarquía", añade.

Por otro lado, los investigadores destacan que la inclusión de la mujer en las redes de cárteles y el crimen condena a los hijos a una futura participación de forma casi inevitable. En el momento que la madre deja de temer el crimen, y pasa a formar parte de él, ya no hay enseñanza ni concienciación al menor de que esa no es una salida para él. Además, cuando estas mujeres son encarceladas, "dejan a sus hijos ante la disyuntiva de quedarse solos o recibir el apoyo del cártel", afirma Ospina.