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Ramas caídas en una calle de Roma

Ramas caídas en una calle de Roma / Irene Savio

Irene Savio

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Roma es una ciudad asombrosa. También lo es su (desesperante) burocracia. Y sucede que a veces la 'romanidad' y la burocracia se alían en el intento de domar a una de las más rebeldes protagonistas de nuestro mundo: la naturaleza. Eso ha ocurrido en la ciudad eterna, escenario en estos días de un suceso que tiene algo de irónico, aunque le esté dando dolores de cabeza a los involucrados. El hecho en cuestión remite a una peculiar directriz de la Fiscalía de Roma que contempla la incautación de todo tronco o ramas de árboles que se desplomen y caigan al suelo dañando a cosas o personas, y al nombramiento de un custodio judicial a cargo de los fallecidos restos vegetales.

'Il Messaggero', el diario más popular de Roma, fundado en 1878 y siempre muy atento a los enredos que se cuecen en la ciudad, daba esta semana la noticia con un titular muy sugestivo. “Así las directrices de los jueces impiden la retirada [de los árboles de las calles]”, se leía en un artículo de tono jocoso y punzante, reflejo de aquello que los romanos nunca se lo toman demasiado en serio y en el que también se ponía énfasis en las rocambolescas consecuencias de la medida. 

Nadie los retira

Una de ellas es que en toda la ciudad ha aparecido en las aceras montículos de ramas y troncos moribundos acordonados por las cintas amarillentas de la Policía urbana de Roma. Yacen ahí, como obras de naturaleza muerta, a veces a poca distancia de vehículos también incautados tras haberse visto afectados por el desdichado destino de las plantas que pasaron a mejor vida. Nadie los retira.

La explicación está en la directriz. Se debe a que el documento establece que no es posible levantar la orden de incautación y, a continuación, tampoco limpiar el sitio siniestrado, hasta que no se cumpla el protocolo que se ha establecido para estos casos. Y eso incluye una larga lista de procedimientos, que han hecho colapsar al Servicio de Jardines de la ciudad. Entre ellos: la adquisición de documentos pertinentes a la planta afectada y la ejecución de fotografías y, entre otras cosas, también la realización de hojas de evaluación, para reconstruir los sucesos previos a la muerte de la difunta planta. 

Con ello, algunos de los matojos también han acabado en los almacenes de los jardineros municipales. Pero, dada la ingente cantidad estos también se han quedado sin espacio y ahora la duda es ahora qué hacer con los leñosos difuntos.  

Guinda sobre el pastel: 'Il Messaggero' también ha contado que, a causa del engorroso y lento proceso de la resolución de cada caso, también se han producido denuncias por “custodia omitida” contra los encargados judiciales de los restos vegetales. Algo que ha ocurrido porque, con el paso de los días, algunos vecinos ha decidido finalmente llevarse a casa al menos una parte de los árboles caídos. El motivo es desconocido para la población en general, aunque se cree que podría ser que algunos crean que, ya muertos, los restos pueden ser usados como leña para arder

Sea como fuere, el caso ha suscitado tal revuelto que finalmente el ayuntamiento de la ciudad ha tenido que convocar una reunión especial para tratar el asunto. “Hemos encontrado un procedimiento que nos permitirá en las próximas semanas de retirar los matojos presentes en las aceras y en los parques de la ciudad y actualmente incautados por las autoridades judiciales”, ha prometido finalmente la consejera de Medio Ambiente de Roma, Sabrina Alfonsi.

La ciudadanía no se ha tomado la cosa muy en serio. En la ciudad eterna se sobrevive como se puede, y siempre con algo de sarcasmo. Ocurre así desde hace siglos. Lo escribía ya Stendhal en sus 'Paseos por Roma', terminado en 1829. “El pueblo de Roma, testigo de todas las ridiculeces de los cardenales y otros grandes señores de la corte del Papa, tiene una piedad mucho más ilustrada, toda afectación es muy pronto zaherida por un soneto satírico”, observó el escritor francés. 

A día de hoy, la histriónica contemporaneidad romana lleva tiempo dando batalla a la naturaleza de la ciudad. Últimamente, incluso más. Prueba de ello ha sido el aumento de las podas y extirpaciones de árboles efectuadas en años recientes por decisión del ayuntamiento. De ahí que, si en 2019 el número de árboles abatidos o podados fueron 4.393, en 2022 esa cifra llegó a 77.079, un crecimiento del 1.754%. Ello ha disminuido las solicitudes de indemnizaciones por daños provocados por la vegetación de 1.176 hace cuatro años a 440 el año pasado (-62%).  

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